Una mujer tras los pasos del dandy

Una mujer tras los pasos del dandy

Por Laura Ventura
Acaba de recibir uno de los mejores regalos de su vida: una edición de las obras completas de Guy de Maupassant de doce tomos forrados en cuero. Emma Shapplin se considera una enamorada del siglo XIX y de su literatura. ¿Se debe su nombre artístico a la heroína trágica de Madame Bovary? “Posiblemente haya algo de Flaubert en mí, pero soy una persona intuitiva y elegí el nombre artístico sin pensarlo demasiado. Simplemente, me gustaba.”
La cantante francesa dejó la paz de su casa rodeada de bosques en las afueras de París para presentar su último trabajo, Dust of a Dandy (aún inédito, se lanzaría en los primeros meses de 2015), al que define con el adjetivo “brutal”. “De algún modo estoy experimentando mi masculinidad y en las letras que escribí hay cierto enojo que sale.”
Emma Shapplin, conocida mundialmente por su registro de soprano, busca con este trabajo en inglés escaparles a los clisés. “No me siento cómoda cuando me ubican dentro de un género específico o se refieren a una imagen que tienen de mí: la chica con un lindo vestido y una gran orquesta cantando ópera. Quiero darles más espacio a los videos, hacer otro tipo de show.”
-Decís que escribiste con cierta bronca, ¿qué la generó?
-Es una reacción contra un mundo en el que se va perdiendo el conocimiento tan preciado. Para mí el dandy es un personaje que tiene un pie en el pasado y otro en el futuro. Es un puente. Creo que se produjo un corte en el año 2000 entre lo viejo y lo nuevo. Me asusta. Estamos perdiendo la fidelidad.
-¿Qué tipo de fidelidad?
-No ocurre sólo con las relaciones humanas, sino en general. Se pierden la pasión y la paciencia para crear y construir. Pocos hoy se toman su tiempo para aprender a tocar el piano o a cantar.
-¿Y cuando hablás de un conocimiento perdido?
-Me refiero al arquitectónico, los verdaderos artistas plásticos, la escultura, incluso la elocuencia, porque nuestro lenguaje está cambiando. También se pierde cierta elegancia.
-¿Escribís con metáforas?
-Sí. Mis letras tienen distintos niveles de significado. Me gusta que sea así, que tenga distintos cajones que puedas abrir y cerrar según tu estado de ánimo.
Ese deseo de convertirse en un puente entre el pasado y el futuro lo exploró desde sus inicios, en sus primeros discos, en los que cantaba versos de Dante y temas en dialecto provenzano con poesías del siglo XIII. Su estilo ecléctico y sus interpretaciones en español y francés le abrieron las puertas del mercado internacional.
-¿Qué te inspira?
-La canción “Lovers”, por ejemplo, en su inicio, tiene mucho de la Argentina. En mi música está todo lo que me conmueve, cosas que vi o escuché. Este álbum es como una burbuja donde evoco cosas que conocí, toqué, escuché, aprecié o incluso me shockearon. Es como un cuadro impresionista, está hecho de toques de emociones.
-Nuevamente, aparece el siglo XIX?
-Sí, es una constante (risas). Pero tiene sus diferencias. En mi disco anterior, Macadam Flowers, había una faceta mía más femenina y sensible. Este álbum me ayuda a experimentar mi arrogancia.
-¿Extrañás tus épocas como cantante de heavy metal de la mano de la banda Queensrÿche?
-No mucho, aunque me sirvió esa experiencia donde gritaba? no sé si cantaba (risas). Aprendí un montón de cosas en términos de energía, libertad, incluso de felicidad. Con el rock podés ser libre porque no tenés que quedarte pegado a una técnica.
-¿Qué música escuchás?
-A veces escucho al mismo artista durante días enteros. Ahora estoy con Muse y los primeros discos de David Bowie.
-¿Por qué no usás tu nombre verdadero, Crystêle Joliton?
-Buscaba un nombre que sonara fuerte, con personalidad, porque mi nombre verdadero es muy frágil, como la niña que solía ser.
-¿Ahora te amigaste con esa niña que eras?
-Claro, ahora se puede relajar. Y con Dust of a Dandy me siento más fuerte; la niñita ahora es feliz.
LA NACION