31 Oct Salir del pozo de las drogas para ayudar a otros a hacer lo mismo
Por Leandro Milán
“Yo agarré mi primer porro a los 14, pero creo que ya era adicto desde los 10. Es que cuando una persona se droga es porque tiene una especie de infección en su alma, la droga es sólo la fiebre, no la causa de la infección.” Carlos Hernán Varangot Rawson Paz, más conocido como Harry, resume así no sólo lo que le pasó a él, sino lo que como profesional especializado en tratamientos contra el consumo de drogas reconoce en los adictos. Es que él mismo, que creó y preside la Fundación Programa San Carlos, una comunidad de rehabilitación, es ex adicto.
Varangot tiene hoy casi 49 años y hace 26 que no consume ninguna clase de droga, salvo el tabaco: fuma diez cigarrillos por día. Sus ojos grises con vetas verdes no vacilan cuando cuenta su historia, se vuelven profundos y pensativos. No se avergüenza de su pasado: con una sonrisa de aceptación afirma que los errores cometidos en su vida son los que lo llevaron a ser lo que es hoy.
Empezó a consumir por tristeza, por soledad, porque no encajaba en ningún grupo. Su familia, de buen pasar económico, le había facilitado una vida cómoda y con todo lo necesario, pero en ocasiones pasaba días sin ver a sus padres.
“En mí no es que había un adicto, había una sensibilidad que al no cotizar en el concepto de hombría, porque no quedaba bien de macho, la tuve que esconder. Entonces me fue metiendo más para adentro, y termine sintiéndome inseguro de todo”, sintetiza.
Pese a su buen desempeño académico en la primaria, en la secundaria hizo que lo echaran del colegio, por un miedo inconsciente a fracasar. “Cuando a los 14 un grupo de chicos me ofreció un porro, yo tenía tanto dolor, y estaba tan perdido, porque era tan distinto de todos, que sentí que ahí me encontraba. Con esos chicos encontré una identidad, un grupo que me aceptaba sin juzgarme, y eso para mí fue como una medicación al dolor. Es importante que cuando la gente vea a un adicto no piense que lo hace porque le gusta, que la realidad es que ese alguien se droga porque está tapando algo. La droga es la fiebre, la infección está en otro lado.”
Dos años más tarde, ya adicto a la marihuana, comenzó a consumir cocaína. A los 17, cuando terminó el colegio, su entorno ya lo había llevado a probar cualquier droga que llegaba a sus manos. Fue a los 21, al ver que su vida tocaba fondo, y que no podía estar cerca de las personas que más amaba, que decidió poner fin a sus adicciones y rehabilitarse.
“Por esa época, en la Argentina, los adictos terminaban presos, muertos o en un psiquiátrico. Todos los diagnósticos daban que el tipo intoxicado estaba enfermo, era paranoico, esquizofrénico, border, dual, etcétera. Y claro que un adicto estaba paranoico, pero no era una condición en sí, sino que era algo causado por las drogas, y el problema de raíz no se trataba en ningún lado”, explica Varangot. Fue por esos años que un hombre llamado Carlos Novelli, en un viaje que hizo a Estados Unidos para buscar drogas, entró casi por error a una Iglesia Evangelista y así pudo alejarse de sus adicciones. Buscando ayudar a otros adictos investigó los sistemas de rehabilitación en Estados Unidos , y en 1982 fundó en Buenos Aires el Programa Andrés en Diego Gaynor, el primer programa del país en tratar a drogadictos. Tuqui, la madre de Hernán, preocupada por la salud de su hijo se volvió voluntaria del Programa Andrés e instó a su hijo para que ingresara a la granja.
Luego de su exitosa rehabilitación, y de colaborar en 1987 como director de 180 chicos en el Programa Andrés, Hernán pasó por varios trabajos buscando probarse a sí mismo que se había recuperado y que podía reinsertarse en la sociedad llevando una vida sana y lejos de las drogas. Para poder ayudar a más chicos a recuperarse de sus adicciones realizó, entre otros, un curso en desórdenes múltiples en la University of Miami, en Estados Unidos, y consiguió que le prestaran durante dos años una casa en Olivos, donde comenzó a recibir a sus primeros pacientes y residentes, vocación que no abandonó jamás. “Yo pasé la mitad de mi tratamiento a las puteadas, preguntando ¿por qué?, y la otra mitad me pregunté ¿para qué?, y ahí encontré una vocación bellísima, donde la realidad es que me llevo mucho más que lo que doy.”
En 1996, Varangot se recibió de operador socio terapéutico por la Universidad del Salvador. Rescatando siempre y por sobre todas las cosas los valores, principalmente la honestidad, el 3 de diciembre de ese mismo año abrió la Fundación Programa San Carlos, en una casona en el barrio de Palermo.
Hernán conformó un equipo multidisciplinario que cuenta con especialistas en diferentes temáticas y también con muchos ex adictos, que se rehabilitaron en la misma fundación. “Este tipo de abordaje en conjunto es necesario, porque los traumas estructurales que llevan a una persona a consumir drogas están cruzados. Una persona con este tipo de problemas no tiene que ir a una centro de rehabilitación que sólo trabaje la adicción. En una comunidad honesta tiene que haber terapias, grupo de padres, grupo de hermanos, grupo de autoayuda, terapias familiares; porque el adicto es el emergente de una familia que tiene problemas”, advierte Hernán.
Lo interesante de Hernán es que tiene muy en claro cuál es su lugar en el mundo: “Si yo me fuera de acá me marchitaría. Cada vez que alguien toca el timbre, y sé que es una primera entrevista, yo siento que soy yo hace 25 años, ¿y cómo voy a abandonar a ese Hernán de hace 25 años conociendo lo que es estar en su lugar? Yo siempre digo que ojalá algún día me quede sin laburo. Porque si me quedo sin laburo es que la gente no se droga más, y si no se drogan más es porque no hay mas tristeza”.
LA NACION