No es mito: el verano es época de conquistas, encuentros casuales y libido por las nubes

No es mito: el verano es época de conquistas, encuentros casuales y libido por las nubes

Por José Miguel Aguilar
Fabiana Zarlo llegó a Florianópolis, Brasil, en compañía de su mejor amiga y decidida a vivir su último verano universitario. Dejó en Buenos Aires sus preconceptos y sus inhibiciones; ella quería un amor de verano. En la playa de Canasvieiras conoció a Santiago, un colombiano con quien vivió siete días de lujuria y plenitud. Hoy, sólo queda el recuerdo. “Fue sexo, frenesí, algo del momento, un amor pasajero”, dice Fabiana.
El calor, la ropa escasa, los días largos y los cuerpos bronceados son una fórmula que transforma al verano en una época de relaciones casuales, sexo frecuente y libido por las alturas. Casados y solteros aprovechan estos meses para meterse entre las sábanas (o fuera de ellas). La mente alejada de las preocupaciones y la rutina deja paso a las hormonas alborotadas. En las vacaciones, las inhibiciones se quedan en casa y el deseo sexual entra en la valija. “Tendemos a pensar el verano como una época de jubileo, en la que nos alejamos de la rutina y de las normas con las que nos movemos durante el año. Para muchos, es un momento de libertad” señala Héctor Krakov, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Como el caso de Francisco Marino, que cada año viaja dos semanas a Punta del Este. Aunque el plan inicial es compartir más tiempo con sus compañeros del equipo de rugby, la conquista es para él una idea constante. Pasa los días en la playa y las noches entre fiestas y boliches, su metro noventa de altura y un físico de gimnasio lo convierten en el centro de atención femenina. “En el verano las miradas pícaras aumentan, el flirteo es permanente y eso ayuda a que se dé con más facilidad un encuentro; el hecho de estar lejos de casa le brinda un anonimato a la situación y es más fácil que puedas estar con alguien sin que predomine un vínculo emocional”, dice Marino.
Krakov explica que este gusto por vivir romances fugaces es una respuesta a todo lo que se sofoca durante el año y que en el período vacacional emerge como lo pendiente por satisfacer. “Las vacaciones implican un cambio de vestimenta en todo sentido. Nos desvestimos de los preconceptos habituales y nos disponemos a disfrutar sin esas vestiduras”, señala el psicólogo.
Norma Haber, psicoanalista del Centro de Investigación y Asesoramiento de Psicología (CIAP), explica, por su parte, que durante esta época existe un estado de ánimo liviano producido por la interrupción de la cotidianidad, lo que lleva a potenciar las emociones y el deseo.
A los factores psicológicos, se suman los biológicos: un estudio realizado por Cindy Hazan de la Universidad de Cornell, y Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, demostró que durante los días largos aumenta la producción de testosterona en el organismo, principal hormona del amor y el deseo sexual. El tiempo libre, las noches festivas, el alcohol, el calor y los cuerpos semidesnudos facilitan la interacción sexual y emocional en el verano, pero la segregación anormal de hormonas en esta época también se torna un factor de influencia. Hazan señala en su estudio que, mientras más luz recibe el organismo, mayor cantidad de hormonas se segregan, entre ellas, la testosterona. Por eso su producción aumenta en primavera y se dispara en verano. Además, con el buen tiempo, se multiplica la serotonina, un neurotransmisor que afecta al estado de ánimo y provoca una sensación de placer, relajación y euforia.
Mariana y Diego tienen 34 y 35 años, y no tienen hijos aún. El es director de arte de una revista, y ella, fotógrafa. Pasan sus vacaciones en Pinamar. “El sexo en vacaciones es mejor que en casa. Hay que encontrar los momentos. Pero, en general, al estar más relajados, se disfruta más. Hay más tiempo para todo porque no hay que seguir un reloj”, apunta Diego. “Otro tema es que al estar mucho más tiempo juntos, también surgen roces, por pavadas. Pero es todo un desafío de la convivencia. Porque nosotros, aunque vivimos juntos desde hace tres años, en el año sólo nos vemos a la noche, por el trabajo”, agrega ella.
Así, salir de la rutina es un incentivo para que muchas parejas disfruten de momentos de intimidad y el tiempo libre se puede convertir en un afrodisíaco para ellos, desahogando en esos meses lo que fueron postergando por el estrés del resto del año.
Francia y Valentín Aldana son padres de dos hijos: Flor, de 8 años, y Carlos, de 6. Sus destinos en verano son lugares donde ellos pueden distraerse como familia, pero que también les permitan algunas horas para estar a solas y compartir cosas como pareja, algo que en su casa se les torna bastante difícil. “Tenemos varias vacaciones viajando a Disney por los chicos; es un lugar que ellos disfrutan mucho, y nosotros también. La mayoría del tiempo estamos todos juntos, excepto algunos días que los inscribimos en actividades del resort y aprovechamos para estar solos”, dice Francia.
Por otra parte, una encuesta realizada por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Universidad Central de Chile develó que durante el verano el 68% de los consultados aumentó su actividad sexual y que gran parte de ellos se vieron estimulados por la presencia de algún amor veraniego. Con lo cual, todo indica que aquella fantasía del verano como un tiempo de conquistas amorosas y desenfreno sexual está bastante lejos del terreno de la imaginación y mucho más cerca de la realidad.
LA NACION