14 Oct Antonio Cafiero: un demócrata que se convirtió en símbolo del peronismo
Por Gustavo Ybarra
Antonio Cafiero fue casi todo lo que un político puede aspirar a ser. Gobernador, ministro, embajador, diputado, senador y hasta interventor provincial; pero, por encima de todos esos cargos y honores, fue un hombre de la democracia argentina, a la que sirvió durante casi 70 de sus 92 años de vida.
No sólo lo demostró como representante de gobiernos populares y sufriendo cárcel por sus ideas cada vez que los militares interrumpieron el orden democrático; sino que también les puso el cuerpo a los días difíciles de 1987 cuando acompañó, como principal dirigente del PJ, a Raúl Alfonsín en el balcón de la Casa Rosada el día que fue sofocado el levantamiento carapintada.
La única cuenta pendiente en el currículum de Cafiero es no haber alcanzado la primera magistratura del país, intento en el que fracasó en 1988 a manos de Carlos Menem, en las únicas elecciones internas presidenciales que recuerda el PJ. Era el favorito, pero perdió. En un ejercicio de ucronía, probablemente la historia argentina de la década de los 90 habría sido otra muy diferente si él hubiese ganado esa interna.
Como muchos argentinos preexistentes al peronismo (nació el 12 de septiembre de 1922), Cafiero abrazó la causa el 17 de octubre de 1945, el día que Juan Domingo Perón irrumpió en la historia del país.
En un movimiento caracterizado por el verticalismo, Cafiero mantuvo con el líder partidario una relación con altibajos. Si bien en 1952 se convirtió en el miembro más joven del gabinete del segundo gobierno peronista, cuando fue designado al frente del Ministerio de Comercio Exterior, dejó el cargo tres años después en discrepancia con la disputa de Perón con la Iglesia.
Católico practicante, llegó a ser padre de diez hijos con su mujer, Ana Goitía, “Cafierito”, como ya le empezaban a decir, calificó aquél como “el día más amargo” de su carrera. Se fue por su condición de religioso, pero también por cuestiones que bien podrían aplicarse a los tiempos actuales. “Perón estaba equivocado. Veía enemigos en todos lados, creía que podía reemplazar la religión católica por una religión peronista para evitar la intermediación de los curas en los púlpitos, hacer que el pueblo le rezara a Evita en lugar de a la Virgen María”, según le confió alguna vez a la periodista Silvia Mercado.
Poco tiempo después de su renuncia a la cartera de Comercio Exterior, Perón fue derrocado por la Revolución Libertadora. Fue la primera vez que Cafiero purgó prisión por su condición de peronista.
Liberado un año después, se convirtió en miembro de la Resistencia Peronista, que luchó por el regreso de su líder. En la década del 60 llegó a convertirse en el coordinador del Movimiento Nacional Justicialista. En este y en otros cargos partidarios tuvo acceso a entrevistas con Perón en el exilio de España, en charlas privadas que rememoraba ante sus compañeros y que motivaban más de una broma a sus espaldas, ya que no había testigos que pudieran corroborar sus palabras.
Viajó en el avión que trajo a Perón de regreso al país el 17 de noviembre de 1972 y, una vez el peronismo de nuevo en el poder, en 1973, fue nombrado al frente de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro. De allí, partió como interventor federal a la provincia de Mendoza, tras la crisis generada por la destitución, en junio de 1974, del gobernador Alberto Martínez Baca. Eran tiempos de violencia política, de la cruda disputa por el poder entre la izquierda y la derecha peronistas.
De su paso por Mendoza Cafiero cargó por mucho tiempo con la acusación por la desaparición de un piano de la gobernación. La realidad es que la directora del Teatro Independencia le prestó el piano para que lo pudiera usar uno de sus hijos, que convalecía de una enfermedad que lo obligaba a permanecer en el hotel donde se alojaba la familia, tras lo cual el piano volvió a su lugar de origen y allí permanece.
Lo que sí quedó como una mancha en su carrera fue la participación con su firma -era ministro de Economía de María Estela Martínez de Perón- en el decreto de noviembre de 1975, que ordenó la “aniquilación” de la subversión, medida que muchos ven como el origen de la represión que se multiplicaría con el golpe del 24 de marzo de 1976. Con la nueva irrupción del orden democrático, Cafiero volvió a sufrir cárcel. Apenas un mes antes había dejado la cartera económica para ser embajador ante el Vaticano. Volvió al país sabiendo que sería detenido.
LOS MEJORES AÑOS
El regreso de la democracia lo encontró enfrentado a la conducción del peronismo. Frustrado como precandidato presidencial, perdió la interna por la gobernación bonaerense a manos de Herminio Iglesias.
La quema del cajón en el acto de cierre del PJ de la campaña presidencial de 1983 y una dirigencia peronista anquilosada y con mala imagen por sus vínculos con un pacto para garantizar impunidad a los militares obligaron a Cafiero a romper con su querido peronismo. En alianza con la Democracia Cristiana de Carlos Auyero, en 1985 le devolvió el golpe a Iglesias y lo venció en las elecciones legislativas.
Fue el inicio del tramo más destacado de la carrera política de este fanático hincha de Boca, que utilizaba corbatas al tono cuando el club de sus colores ganaba algún partido importante.
Dos años después, y ya al frente de la Renovación Peronista, Cafiero fue el emblema de la recuperación del PJ, alzándose en septiembre de 1987 con la gobernación bonaerense.
Esa victoria lo llevó a convertirse en la principal figura de un peronismo renovado y a apostar por la candidatura presidencial. Como ya se dijo, perdió frente a Menem.
Esa derrota marcó, tal vez, el inicio de su ocaso como primera figura del peronismo. El golpe final fue el plebiscito de 1990 para reformar la Constitución bonaerense con el único objetivo de aspirar a la reelección. “Cafiero Sí”, fue la consigna. Ganó el no. Eclipsado por la figura carismática y triunfal de Menem, los 90 lo encontraron como un hombre de consulta, pero ya sin protagonismo central en el PJ. Fue embajador en Chile en 1991 y senador en 1993.
Su última gran aparición pública llega en 2000, cuando como senador por Buenos Aires se convierte en el principal impulsor de la denuncia por el supuesto pago de sobornos por la reforma laboral, planteando cuestiones de privilegio en pleno recinto de la Cámara alta que llevaron el tema a los medios.
Basaba sus denuncias en minuciosas notas manuscritas que llevaba de sus reuniones. Llevar un diario detallado de sus encuentros fue una práctica que aplicó durante más de 50 años.
Tras abandonar el Senado y tener un paso fugaz de tres días como jefe de Gabinete de Eduardo Camaño en los agitados días de diciembre de 2001, Cafiero entró en un cono de sombras que se agudizó con algunas complicaciones de salud.
Ayer, a los 92 años, murió Antonio Cafiero, un protagonista de la historia argentina y del PJ. Un político con claros y oscuros, pero, sobre todo, un hombre de la democracia.
LA NACION