Las condiciones de uso sin sentido no deberían aplicarse

Las condiciones de uso sin sentido no deberían aplicarse

Por Lucy Kellaway
Volvía en tren a Londres de una reunión del consejo en Cardiff. Todo iba a las mil maravillas: la reunión había terminado antes de lo que temía y me estaba tomando un gin-tonic y una bolsa de Quavers cuando se acercó la inspectora. Le entregué mi billete, y me dijo que no era válido.
En realidad, había reservado un billete para un tren posterior, pero como en el que viajaba era más barato, asumí que no habría problemas.
Por desgracia, no era así. No sólo tenía que pagar ahora 91 libras (106,8 euros) por el billete más caro disponible, sino que no podía reclamar la devolución del otro que había adquirido.
Le entregué mi tarjeta de crédito refunfuñando.
Todo viene escrito en las condiciones de uso, dijo, con un tono de voz desagradablemente oficioso. Ocupan seis páginas en nuestro portal de Internet, explicó, y usted tiene que haber marcado una casilla indicando que las ha leído. “Existen para protegerla, señora”.
Tal vez fuera el gin-tonic. Tal vez el hecho de que la reunión había sido larga. Pero le grité: “mentira. Están para proteger a First Great Western”.
Me entregó el nuevo billete, y yo seguí despotricando a su espalda: “Apuesto a que no hay una sola persona en este vagón o en todo el condenado tren que las haya leído”.
Miré al resto de viajeros, encogidos en sus asientos mirando fijamente sus portátiles para evitar la embarazosa situación de una mujer dando gritos.
Cuando llegué a casa consulté el apartado de las condiciones de uso. Ocupaban como mínimo seis páginas suficientes como para llenar nueve columnas como esta, aunque nunca usaría ni una sola de las frases que contenían. Empezaban: “Se pone a conocimiento de los clientes que aquellas páginas cuya dirección comprenda el prefijo www.firstgreatwestern.co.uk están gestionadas por First Great Western Limited (“First Great Western”) y, como tal, First Great Western es el responsable de los contenidos, detalles y enlaces que contienen”.
No recuerdo haber leído nunca una frase más desconcertante, aburrida o repetitiva. ¿Quién más podría gestionar la página? ¿Mary Poppins?
Y la cosa no se limita a que First Great Western se dirija así a sus clientes. Todas las operaciones están acompañadas de soporífera jerga legal, y los clientes están obligados a decir que la han leído y que están de acuerdo con ella.
En los últimos días he cometido perjurio en muchas ocasiones. Cuando me descargué un libro gratuito de Edith Wharton en iBooks, tuve que fingir haber leído 24 páginas de letra pequeña. Cuando compré entradas para el cine, acepté 51 párrafos.
Si me hubiera parado a leer todo esto probablemente no hubiera tenido tiempo para leer el libro de Edith Wharton o ver la película. También habría formado parte de una minoría aproximada de una única persona que lo ha hecho.
El año pasado, dentro de una broma del día de los inocentes, el minorista de videojuegos Gamestation colgó en su página unas condiciones de uso que obligaban a los clientes a vender sus almas. “Si decidimos ejercer esta opción, usted se compromete a entregar su alma inmortal, y todo derecho que pueda tener sobre ella, dentro de los cinco días laborables posteriores a la recepción de una notificación por escrito de gamestation.co.uk o de alguno de sus subalternos autorizados”.
Ese día, 7.500 clientes compraron en la página. Todos marcaron la casilla aceptando las condiciones, pero nadie se dio cuenta de lo que ponía.
El objetivo, dijo la empresa, era recordar a todo el mundo que el diablo se esconde en los detalles y que deberían prestar atención.
Es una conclusión errónea. La correcta es que este tipo de contratos es muy negativo para los consumidores y nos convierte a todos en mentirosos ocasionales.
Cuando voy a la taquilla del cine a comprar una entrada no me entregan ningún folleto de normas para que lo firme. Así que, ¿por qué tengo que hacerlo por Internet?
Los consumidores de Internet no deberían verse obligados a leer seis páginas de aburridas ridiculeces cada vez que compran algo. Si existen condiciones de uso que sean verdaderamente relevantes, estas deberían aparecer escritas en lenguaje sencillo en la primera página, y eliminarse el resto.
Si algún abogado no entiende esta columna, permita que se lo explique con más claridad. “Condiciones de uso” significa condiciones de uso. Y “sinsentido” significa sinsentido.
EL CRONISTA