El pop no se rinde: más de medio siglo después, el mundo sigue a sus pies

El pop no se rinde: más de medio siglo después, el mundo sigue a sus pies

Por Celina Chatruc
A la manera de Charles Atlas, un hombre exhibe orgulloso sus músculos en el living de su casa mientras sostiene un enorme chupetín envuelto en un papel que dice pop. También semidesnuda, recostada sobre el sofá, una mujer completa la imagen de la pareja feliz, a la que no parece faltarle ningún producto que pueda conseguirse en el mercado. Más de medio siglo después de que el británico Richard Hamilton realizara esta obra clave del arte pop, titulada ¿Qué es lo que hace a los hogares de hoy en día tan diferentes, tan atractivos?, el movimiento sigue teniendo al mundo rendido a sus pies. Mientras la Tate Gallery de Londres y el Walker Art Center de Mineápolis trabajan para dedicarle dos grandes muestras en 2015, hay quienes aseguran que este verano madrileño “será pop o no será”.
En la capital española, el Centro de Arte Reina Sofía inaugurará la semana próxima la mayor retrospectiva realizada sobre Hamilton -parte de la cual exhibió la Tate hasta el mes pasado- y el Thyssen-Bornemisza acaba de inaugurar una exposición con más de cien obras para probar que imágenes míticas, como las latas de sopa Campbell’s pintadas por Andy Warhol y las escenas de cómics de Roy Lichtenstein, comparten “un código de percepción de la realidad aun vigente”.
Tan vigente que Warhol es el segundo artista contemporáneo más cotizado, detrás de Francis Bacon, luego de que una pintura suya se vendiera el año pasado en Sotheby’s por 105.4 millones de dólares. Su nombre es sinónimo de récord, y los museos lo saben: la muestra que Malba presentó en 2009 cosechó casi 200.000 visitantes y filas de varias cuadras bajo el sol del verano porteño.
Con él trabajó codo a codo Marta Minujín, reina porteña del pop, consagrada a escala global. El Guggenheim de Nueva York acaba de comprar dos obras suyas, un año después de que la Tate hiciera lo propio en arteBA. Lejos de dormirse en los laureles, ella sigue sorprendiendo. Meses atrás aportó un gigantesco lobo de mar creado con 80 mil alfajores a la muestra inaugural del Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata (MAR) dedicada al pop, que continúa hasta fin de mes y ya convocó a más de 600.000 personas.
¿Cuál es la clave de semejante éxito? “El optimismo”, responde sin dudar Rodrigo Alonso, curador de la muestra Ola Pop en el MAR. “Es un movimiento con un contacto muy claro con el contexto social, económico y cultural de su momento -agrega-. El público se siente integrado. Para el que vivió la época implica un recuerdo; para el que no, una década mítica que hay que revisitar.”

EL REINADO DE LA CULTURA POPULAR
Las muestras actuales buscan recordar que, contra lo que suele pensarse, el pop no es un invento estadounidense. El movimiento surgió en Gran Bretaña a mediados de los años 50, en plena posguerra, y desde allí señaló con ironía las promesas del sueño americano. Hacia fines de esa década comenzó a funcionar en los Estados Unidos como una alternativa a la angustia que encarnaba el expresionismo abstracto, mientras se viralizaba sin necesidad de Internet.
El vértigo no tardó en llegar. Fórmulas mecánicas de reproducción -como la fotografía, la serigrafía o el collage- hicieron posible que imágenes tomadas de la televisión, publicidades, cómics y películas invadieran en los años ?60 un mundo reservado a las elites para anunciar el reinado de la cultura popular.
Así como algo cambió para siempre en 1917, el día en que Marcel Duchamp decidió que un mingitorio podía convertirse en una obra de arte, otra forma de ver el mundo nació en 1962, cuando Warhol llevó a la tela una lata de sopa Campbell’s. En palabras de Hamilton, el pop es “popular, efímero, prescindible, barato, producido en serie, joven, ingenioso, sexy, divertido, glamoroso y un gran negocio”.
“Después de los anhelos elitistas y subjetivos de las vanguardias anteriores, la revolución pop reintegró el arte al mundo real, lo acercó a la cultura de masas -observó a La Nacion desde Madrid Paloma Alarcó, curadora de la muestra Mitos del pop en el Thyssen-. Pero, sobre todo, transformó nuestro modo de mirar el mundo y el arte: convirtió las imágenes en íconos. Bajo su sencillez, bajo su superficialidad, esas imágenes esconden metáforas, ironías, contenidos simbólicos e incluso ideologías. Todavía estamos bajo el influjo del pop. Somos, en cierta medida, criaturas del pop.”

UNA NUEVA BOHEMIA
En los últimos años, dos importantes exposiciones en el Museo Nacional de Bellas Artes y en Fundación Proa demostraron la influencia del pop en España, Brasil y la Argentina. En Buenos Aires, apadrinado por Jorge Romero Best, desembarcó con fuerza en el Instituto Di Tella y rápidamente tomó las calles.
“¿Por qué son tan geniales?”, preguntaba en 1965 un enorme cartel publicitario desde la esquina de Florida y Viamonte, que mostraba a tres de sus principales protagonistas: Dalila Puzzovio, Charlie Squirru y Edgardo Giménez. Dos años después, Puzzovio obligó al jurado del Premio Internacional Di Tella a recorrer las sucursales de Grimoldi para evaluar su trabajo, una serie de plataformas que se exhibía en el Di Tella y en las vidrieras de la cadena de zapaterías. La reedición de esta obra en arteBA 2011 y la muestra actual de Giménez -artista de tapa de la nueva revista Art Democracy- en la galería Matilde Bensignor son apenas dos pruebas de que efectivamente hubo algo genial en esta generación dispuesta a todo.
“Los artistas pusimos el cuerpo, porque el arte pop lo vivís”, dijo a La Nacion Minujín desde Nueva York, una ciudad a la que considera pop porque “la gente se divierte y hace lo que quiere”. “El pop fue un movimiento revolucionario, como el rock & roll, que le mostró a la gente una nueva manera de ser, una nueva bohemia. El pop es carismático, juega con los símbolos que la gente conoce, con los colores que se ven en las publicidades. Yo misma era existencialista y me vestía de negro antes de empezar a usar colores vibrantes. Siempre voy a ser pop mentalmente, por más que haga cosas conceptuales. Porque el pop llegó para quedarse.”
LA NACION