01 Sep Running en el Excel. La economía del comportamiento y las metas deportivas
Por Sebastián Campanario
Ahora que volvió el tiempo lindo, los medios empiezan a llenarse de médicos y nutricionistas que dan consejos para llegar en buen estado al verano. Una tribu nueva e insospechada, sin embargo, se está sumando de a poco al pelotón de corredores, con recomendaciones para cumplir con el plan de entrenamiento y lograr mejores resultados en las carreras. Son los economistas del comportamiento, que aprovechan lecciones de la psicología, apelan a la teoría de los juegos y le sacan provecho a la explosión de bases masivas de datos en Internet.
“La verdad, no me extraña que tantos economistas e ingenieros se hayan fanatizado con correr maratones, dado que están habituados a trabajar con bases de datos y a tirar regresiones”, cuenta la economista Carmen López Imizcoz, de 36 años, que se autodefine “trotadora de asfalto hedonista y, desde el año pasado, medio maratonista del montón”. Las maratones son eventos con decenas de miles de inscriptos, que se repiten anualmente con las mismas reglas, en la misma fecha y con condiciones climáticas similares. Por estos motivos, explica la economista, “este tipo de carreras son excelentes laboratorios para la medicina deportiva, pero también para la economía experimental, que analiza cómo responden los agentes a los esquemas de incentivos”.
Además, con la profusión de dispositivos con GPS y aplicaciones para celulares, los deportistas pueden llevar registros exactos de distancia, velocidad y pulsaciones. “Podemos saber cómo se relaciona nuestra velocidad con la temperatura, la humedad, la dieta”, explica la economista, que rescata del atletismo popular “la recuperación del espacio público, la heterogeneidad socioeconómica de los participantes y el empoderamiento que suelen sentir quienes corren”.
Hasta los 35 años, Hyun Chang Chung, experto en software para el sector bancario que se crió en Santiago del Estero y en la actualidad trabaja en Chile, se consideraba “bastante vago” para los deportes. Un día, un amigo de la oficina le recomendó leer 50 maratones en 50 días, de Dean Karnazes, y sintió un primer llamado hacia el running que hoy practica con pasión. A los pocos meses, se anotó en su primera ultramaratón de 100 km, a correr durante tres días en Vietnam. Y desde entonces completó los recorridos de ultramaratones míticas como las de Mont Blanc o Western States. “La relación entre la economía y el running es muy intensa, hay infinidad de paralelismos”, dice Chung a la nacion. ¿Qué conceptos de economía aprovecha él para entrenar? “Lo aplico especialmente en las carreras «ultra» donde tenés que ahorrar energía para tirar para rato. Mi última carrera, en España, fue de 36 horas. Entonces hay que economizar. Si lo tomás como objetivo económico [para mí, terminarla en un tiempo bueno para mi nivel], y pensás que en cada estación de control hay insumos [rellenás la mochila de agua, comida, etc.], hay que administrar todos estos recursos.” Pablo Steinberg, licenciado en administración, lleva una planilla en la que anota los 50 km acumulados que se propone correr semanalmente: “Si un día estoy fiaca, no pasa nada, pero en la jornada siguiente pago corriendo el doble”.
Chung también usa conceptos económicos en su alimentación. Cuando empezó a correr, se hizo vegano. “Tomé esta decisión porque el cuerpo gasta mucha energía en digerir alimentos no vegetarianos. Desde ese punto de vista, estoy intentando economizar la energía del cuerpo y darle los alimentos para los que el sistema digestivo está diseñado para procesar.”
En los últimos tres años, surgieron varios sitios de Internet basados en insights de la economía del comportamiento que ayudan a cumplir metas deportivas. Las claves de las recomendaciones pasan por establecer un objetivo específico, generar un “castigo” si no se cumple, obtener feedback permanente sobre los progresos en el entrenamiento y buscar aliento de amigos y conocidos. El más antiguo de estos sitios es Stikk.com, en el cual uno entra y deposita una cantidad de dinero que le duela perder (por ejemplo, 10.000 dólares), establece un objetivo y si no lo cumple, acepta que esa plata vaya a una obra de caridad.
Mediante este mecanismo, los economistas del comportamiento de Stikk invierten el esquema de incentivos: no hay recompensa, sino castigo como motor de la conducta. Y esto es más efectivo: la economía conductual demostró el poder de un “sesgo” muy presente en nuestra vida cotidiana, que se llama “aversión a perder” y por el cual el fracaso nos impacta, en términos emocionales, más que el éxito. “Estamos más motivados por el temor a perder que por la expectativa de ganar”, dice George Wu, economista conductual de la Universidad de Chicago. “Imaginemos -agrega- que alguien corre una maratón con el objetivo de llegar en menos de cuatro horas. Cuando se aproxima al final, mira el reloj. Hay tres alternativas: 3 horas 57 minutos, 3.59 y 4 horas. ¿Cuál de ellas lo llevará a correr más rápido? La de 3.59, porque temerá perder su objetivo.”
Cuando investigaba en la Universidad de Princeton, el economista argentino Sebastián Ludmer desarrolló un modelo matemático para entender mejor las “reglas personales” que establecemos con nosotros mismos: correr dos veces por semana, fumar sólo después de las comidas, salir los sábados por la noche, etc. Un elemento central del esquema es la “autorreputación”: cumplir o no las reglas autoimpuestas aumenta o disminuye la propia reputación. Una de las conclusiones del modelo es que la gente tiende a cumplir con tareas que le demandan mucha fuerza de voluntad por “rachas”: se va seis meses al gimnasio y se acumula autorreputación, que luego se invierte en “tirarse a chanta” por unos meses. “Los economistas entienden la importancia de comprometerse con el entrenamiento, porque las mejoras son en el margen, y si han hecho algo durante los seis años de la facultad es estudiar derivadas”, dice López Imizcoz, por chat, antes de terminar la conversación: “Chau, me voy a correr”.
LA NACION