31 Aug Delphin de Vigan: “nuestra sensibilidad es puesta permanentemente a prueba”
Por Malena Sánchez Moccero
La muerte latía en su vientre, podía tocarla.” Así describe Delphine de Vigan, en el comienzo de Días sin hambre, la situación de Laure, la protagonista. Basada en su propia experiencia con la anorexia, la escritora narra los meses que pasó internada en un hospital parisino. Nacida en el municipio francés Boulogne-Billancourt en 1966, publicó ése, su primer libro, a los 34 años. Por un pedido de su padre, firmó la primera edición con un seudónimo. De Vigan ha publicado desde entonces seis libros más. No y yo, una novela editada en 2007, recibió el Premio de los Libreros y Las horas subterráneas (2009), obtuvo el premio de los lectores de Córcega, el Premio de los Libreros y fue finalista del premio Goncourt. En Argentina han sido editados por Anagrama el primero y el último de sus títulos: Días sin hambre y Nada se opone a la noche.
“Un paseo de tres metros y medio te hace un hueco en el estómago”, escribe al relatar el encuentro de Laure con su madre, cuando ésta va a visitarla al hospital. Diez años y seis libros después, será esa madre la protagonista de su libro más exitoso: Nada se opone a la noche. “Mi madre llevaba varios días muerta”, cuenta De Vigan en la primera página de esa biografía novelada. Lucile Poirier se suicidó en su casa y fue su hija Delphine quien la encontró allí varios días después.
La idea de escribir sobre su madre se convirtió para la autora en una “búsqueda personal de la verdad”. Una idea que, como cuenta en el libro, intentó rechazar hasta que el tema “se le impuso”. Y entonces decidió encararlo con todo: entrevistas a familiares, lectura del diario íntimo de su madre y repaso de viejas fotos y grabaciones para acercarse a la figura de una mujer bella, violenta, dulce y bipolar, integrante de una familia numerosa de clase media alta. En su investigación, De Vigan se encontró con los secretos y las diferentes versiones sobre el pasado de la familia.
El resultado, una obra que reflexiona sobre la memoria, la literatura y sobre el género biográfico y autobiográfico, se convirtió, para sorpresa de la autora, en la novela más leída en Francia en 2011. Con más de medio millón de ejemplares vendidos sólo en ese país, la novela ha sido publicada por veinte editoriales extranjeras. Obtuvo, además, numerosos premios como el Fnac, el premio de novela de las Televisiones Francesas, el Premio Renaudot de los Institutos de Francia y el Gran Premio de la Heroína Madame Figaro.
-¿Cómo decidió, en Nada se opone a la noche, incluir sus dudas y dificultades a la hora de escribir el libro?
-Al principio, no tenía la intención de mezclar esos aspectos ni escribir sobre las dificultades que tenía lidiando con ellos. Quería escribir directamente la historia de mi madre. Pero pronto tuve que enfrentarme con el hecho de que todos sus familiares y las personas cercanas me daban diferentes versiones sobre un mismo hecho (por ejemplo, la muerte de su hermano). Tuve que elegir una sola versión y decidir que sería la verdadera. La única forma de aceptar esto era explicar al lector que yo había elegido entre muchas versiones. Me pasó muchas veces y por eso se convirtió en un principio narrativo y la única forma de escribir este libro.
-En Días sin hambre el lector puede ver otra cara de la anorexia, enfermedad que no siempre está relacionada sólo con deseos superficiales sino también con la necesidad de sentirse poderoso, independiente, inaccesible, protegido de otros. ¿Consideró, mientras escribía, cuál sería el “mensaje” a los potenciales lectores que sufren esa enfermedad? ¿Tuvo alguna respuesta de personas en situaciones similares?
-No escribí Días sin hambre como un testimonio, mucho menos para enviar un men¬saje. Mi objetivo fue tomar la anorexia como material literario y encontrar las palabras indicadas para describir la sensación de la manera más precisa posible. Recibí muchas cartas de personas afectadas por esa enfermedad y todavía sigo recibiendo. Cuando puedo, voy a los hospitales para hablar con jóvenes que sufren anorexia. Cada experiencia es única pero hay puntos en común entre ellas. Las mujeres jóvenes que me escriben me dicen que el libro las ayudó a entender mejor lo que les ocurría y a mejorar.
-A pesar de que se trata de un tema duro y delicado, Días sin hambre no tiene golpes bajos. Es más, tiene sentido del humor. ¿Cómo lo logró?
-Cuando escribí el libro, quería evitar el melodrama. Para mí, el humor es una forma de mantener distancia del tema. Cuando yo misma estuve en el hospital, con frecuencia tenía la sensación de que la risa o reírse de sí mismo hacían más fácil la lucha contra las cosas que nos oprimen o nos ponen en peligro.
-¿Por qué eligió escribir Días sin hambre en tercera persona y Nada se opone a la noche en primera?
-Son mis dos únicas novelas autobiográficas, pero no correspondería! mismo enfoque. En Días sin hambre quería mantener distancia con respecto al tema, insertar ficción, reacomodar los hechos. El uso de la tercera persona me ayudó con todo eso. En Nada se opone a la noche buscaba, por el contrario, estar próxima del tema, no alterar nada, estar lo más cerca posible de la verdad. La primera persona era la adecuada.
-Tanto su enfermedad como el suicidio de su madre son temas trágicos y dolorosos. Mucha gente intenta reprimir u olvidar esos temas, pero usted eligió escribir sobre ellos. ¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Estoy convencida de que es crucial afrontar las cosas para ser capaz de seguir adelante. Por supuesto que tuve momentos duros mientras escribía, pero también momentos felices. No deberíamos olvidar nunca que, incluso cuando el tema es íntimo y perso¬nal, lo que importa para un escritor es el lenguaje, la construcción de la narración, las imágenes.
-Al escribir sobre temas tan personales, ¿cómo es su relación con las críticas? ¿Y con los lectores?
-Nada se opone a la noche tuvo un éxito enorme e inesperado, tanto por parte de la crítica como de los lectores. Eso sólo sucede una vez en la vida de un escritor. Las críticas fueron increíbles y todavía recibo muchas cartas de lectores conmovidos.
-En Días sin hambre cuenta que Laure tiene miedo de recuperarse porque su enfermedad es su forma de existir, su identidad. ¿Piensa que su madre se sentía de manera similar con respecto a su enfermedad?
-No lo sé. Me gustaría decir que mi madre era víctima de una enfermedad, que no eligió y que eso arruinó su vida. Ella no dijo que estuviera enferma, sino que trataba de ocultarlo. La anorexia es una enfermedad que puede verse, que a veces se muestra, una suerte de pedido de ayuda. Pienso que son dos cosas diferentes.
-En ambos libros aparece varias veces la necesidad de protegerse. ¿De qué cosas necesitamos protegernos?
-Necesitamos protegernos porque vivimos en un mundo azotado por la violencia y la injusticia. Somos testigos de los sufrimientos de otras personas y no sabemos resolverlos individualmente. Parece que nuestra sensibilidad es puesta permanentemente a prue¬ba y todos debemos encontrar la manera de vivir con ello. Escribir es una buena forma de lidiar con eso.
LA NACION