Un villano para todas las épocas

Un villano para todas las épocas

Por Néstor Tirri
Se lo ve un poco más rollizo que en sus apariciones recientes en films. Y con un destello rubicundo en las mejillas que le está imprimiendo el sol del sur de la península. Corpulento, de porte en apariencia severo, Alan Rickman en vivo impacta como en la pantalla, pero con un aire más bonachón. Llegó a la 44ª edición de la Giffoni Experience para recibir el Premio Truffaut. Y, por supuesto, a dialogar con los adolescentes que participan del festival y, después, con la prensa internacional: este londinense de 68 años trasunta, a través de su inconfundible y privilegiada voz, todo el refinamiento de la Royal Academy of Dramatic Arts en la que se formó.
“En mi trabajo me gusta afrontar los compromisos difíciles, porque cuando un personaje es fácil me aburro”, les confió a los 1300 chicos de entre 13 y 18 años que lo interrogaron sobre los roles que le crearon dificultades. “Una de ésas -siguió- se presenta cuando se adapta al cine un texto literario, porque la visión del director ahí pasa a segundo plano; cuando hicimos Sensatez y sentimientos, la preocupación era no perder de vista a una sola persona, Jane Austen [la autora del clásico en el que se basó el film de Ang Lee].”
Notable actor shakespeariano, Rickman ganó premios (Globo de Oro, Bafta, el Tony) por sus composiciones del vizconde de Valmont (Las relaciones peligrosas), Juan Gabriel Borkman (Ibsen) y -entre otros- la de Hamlet. A esto se debe sumar sus aciertos en el musical, incluso en Broadway. Pero su popularidad internacional (y su presencia en este espacio italiano) se la debe a Severus Snape, el enigmático mago de la saga de películas de Harry Potter.
A la inquietud juvenil acerca de si se esperaba un viraje tan fuerte de su personaje en la octava entrega de la serie -donde se descubre su pasado y la motivación real de sus acciones durante todos esos años-, Rickman confesó que lo tomó por sorpresa. “Pero me puso contento el cambio, me volvía más humano. Pienso que el final es justo. Y, sobre todo, me gratificó actuar junto a Ralph Fiennes, que encarnaba a Voldemort, con esa cruel deformación de sus rasgos.”
Ha hablado muchas veces respecto de su cercana relación con sus colegas en el set y, en este punto, fue inevitable focalizar en su relación con Daniel Radcliffe: “Ha sido distinta de todas, muy particular -aseguró-, y era lógico que así fuera. Piensen que lo vi crecer entre los 10 y los 22 años. Yo filmaba mis escenas en cada película en sólo siete semanas, y por tanto de un film al otro me sorprendía ver cómo habían crecido todos, Daniel, Emma Watson y Rupert Grint. Sólo durante los ultimos años de rodaje pude hablar a fondo con Daniel, cuando (ya más grande) empezaba a entender los accidentes y las dificultades de esta profesión. Lo que han debido soportar esos chicos, durante tantos años, ha sido terrible: es un milagro que hayan superado los trances y hoy se los vea sanos mentalmente”.

UN PASO DIFÍCIL
Cuando sobrevino el encuentro con la prensa, Alan Rickman rozó aristas de la vida cotidiana, de sus compromisos políticos (viene de una familia de militancia laborista) y sus instancias profesionales más salientes. LA NACION atacó en el punto de transición de su trayectoria:
-En su debut comorealizador, en 1997, cómo fue el salto de actuar a dirigir La visitante del invierno?
-Es un paso difícil, sobre todo cuando uno viene de la actuación en teatro. Hay que aprender a pensar en lo económico o en lo práctico: cuándo es necesario cortar porque se hizo oscuro y no se puede seguir filmando, y cómo inducir a los actores a “actuar menos”, “hacer menos” o hablar en tonos más espontáneos. Obviamente es importante contar con un buen guión, un buen elenco que responda en todo y un director de fotografía que sepa qué cosas aprehender en la expresión del actor. Y después, el tiempo de trabajo: en el régimen británico de producción, un proyecto teatral lleva siete u ocho semanas, a lo sumo, mientras que mi nuevo film, el segundo (A Little Chaos), me insumió 18 meses.Durante el rodaje de La visitante del invierno hablamos y evaluamos mucho con Emma Thompson, que era la protagonista, y llegamos a coincidencias acertadas. Igual, yo sigo ligado al teatro, que para mí es una especie de religión.

-¿Qué pasará con losnuevosrelatos de J. K. Rowling? ¿Pasarán al cine? ¿Qué será de ese Harry treintañero?
-No lo sé. Mi mujer está leyendo la segunda novela de J. K. Rowling, que apareció después del ciclo Potter. Qué pasará con Harry no lo podré saber nunca, ¡porque yo ya estoy muerto!

-Piensa que a Rowling se le ha filtrado una chispa shakespeariana en la personalidad del mago?
-Sí, tiene algo de Tito Andrónico y, especialmente, de Hamlet: la obsesión por los padres muertos, la venganza.
Su segundo film como realizador, A Little Chaos, aún sigue en etapa de posproducción. Pero el actor y director advierte que saldrá pronto: “La première será en el festival de Toronto. Luego pasará por Venecia y Roma.

-¿Actúa allí, además de dirigir?
-Sí, me reservé un rol pequeño, pero jerárquico: haré de Luis XIV (se ríe). El elenco lo lidera Kate Winslet y lo completan Stanley Tucci y Matthias Schoenaerts. Transita entre realidad y fantasía: en el centro de la historia está la construcción de la espléndida fuente de Versailles, un proyecto para la que fue elegida una mujer, Sabine De Barra (Winslet), una licencia de ficción porque para la época -el siglo XVI- habría sido imposible. Detrás aparecen las intrigas machistas de la corte, y así deviene en un film feminista, escrito por una mujer, Allison Deegan. Pero, además, es una hermosa historia de amor.

-Esta edición de Giffoni propone como lema “Sé diferente”. De muchacho, ¿en algún momento se sintió diferente?
-Muy pronto, porque perdí a mi padre a los 8 años. Mi madre se quedó con cuatro hijos que debía criar sola. Eso me hizo sentir diferente. Después, en la escuela, el entorno de algunos compañeros me dio calidez y respaldo, como para sentirme un par. Después de todo, en la ficción también ocurre: Harry Potter pierde a sus padres, y su lucha individual lo hace diferente.
LA NACION

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