El hombre que pintó de colores a su arco

El hombre que pintó de colores a su arco

Por Marcelo Máximo
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Un mozo le acerca la bandeja con una botella de ginebra, hielo, un vaso y un sifón. Hugo Orlando Gatti acomoda la pelota en el vértice derecho del área chica para sacar del arco, pero hace una pausa, acepta la invitación y corta el aperitivo con un poco de soda. Toma un trago, saca largo y lejos y anota el gol para el remate de una publicidad de los 70 que pinta, de alguna manera, quién fue este arquero que revolucionó el puesto siendo un personaje del mundo del fútbol más allá de registros que lo ubican como el jugador con más partidos disputados –765– en la era profesional de nuestro país. De lengua filosa, vincha y buzos de colores y un bronceado para toda la temporada, el Loco cumple 70 años y aunque formalmente se haya retirado del puesto, de vez en vez sigue vestido con ese uniforme característico y que ha contagiado a grandes y chicos que crecieron viéndolo atajar y hacer su propio partido dentro de un partido por más de 26 años.
Arquero, jugador y show, cuando Gatti se fue a probar a Atlanta –el equipo donde finalmente haría su presentación oficial en 1962– con apenas 15 años el ensayo del que participó bajo la observación de Bernardo Gandulla –por entonces, entrenador de las juveniles del club de Villa Crespo– no fue favorable. Esa tarde, el pibe nuevo recibió 14 goles y sin embargo, Gandulla advirtió un potencial más tarde manifestado en su enorme popularidad. Ese espejo que representó Néstor Errea (consagrado en Atlanta y a punto de pasar a Boca) quedó al desnudo, por caso, con los pantaloncitos que también el Loco usó hasta por debajo de las rodillas. El estilo, y el juego más enfocado en el buen pase con el pie que en la atajada bajo los tres palos, fueron los cimientos de este futbolista que hizo escuela con los guantes.
Nacido en Carlos Tejedor, en la provincia de Buenos Aires y en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Gatti jugó en Atlanta, River, Gimnasia, Unión y Boca. En ese orden, cronológico y consagratorio, para ofrecer un espectáculo dentro de un partido de fútbol. Sus dos manos le habían dado a Boca la Copa Libertadores y también la Intercontinental, por una lesión se había quedado afuera de la puesta a punto del seleccionado que disputó Argentina 1978 y después de todo eso y de esa exposición, fue un pionero en esto de los negocios que el fútbol abre más allá de la pelota y en su buzo se estampó la publicidad de Jet, una casa de juegos electrónicos. Un año después, y cuando el mundo ya miraba a Diego Maradona como ese astro capaz de ocupar el sillón de Pelé, el Loco lo desafió en la previa de un Argentinos-Boca.
Maradona es un gordito, no voy a dejar que me convierta.
El 9 de noviembre de 1980, el gordito con la número diez en la espalda y una zurda mágica le anotaba cuatro goles en ese mismo partido. Pudo, ese acontecimiento, revisar su mundo interior para no caer en esas fragilidades discursivas, pero Gatti es el Loco y poco le importó lo sucedido. Su posición en los medios, antes y ahora, sigue siendo desafiante y con sentencias que, más de una vez, quedan en ese archivo que lo persigue de atrás. “Barcelona-Rafaela, en cancha de Rafaela, gana Rafaela”, dijo alguna vez desde España y en momentos donde el Barsa no encontraba ningún tipo de oposición a su estético y efectivo juego.
44 años y 23 días tenía Hugo Gatti cuando llegó hasta la Bombonera para disputar la primera fecha del campeonato de la temporada 88/89. Era el día del maestro y antes de que Silvano Maciel se animara a ir a disputarle el balón, nadie se imaginaba un final así para un arquero que inventó un arte y que –sin querer y simplemente por esos espejos donde se miran los jóvenes– también inventó a Carlos Navarro Montoya, quien en apenas siete días iba a ocupar ese espacio inolvidable nada menos que en un clásico frente a River en el Monumental. Gatti salió, lejos y como siempre. Salió porque sospechó –durante toda su carrera– que quedarse en el área chica era tener prisión domiciliaria y que el fútbol es un juego para once. Entonces, como otras tantas veces, intentó cortar un mano a mano con los pies, pero el delantero de Armenio la acomodó con la punta de su botín y en ese mismo momento en el que la pelota tocó la red en el arco que da al Riachuelo, la leyenda del Loco Gatti, ese tipo que una vez jugó de nueve en un amistoso de Boca contra Platense y que supo ser un juguete de niños en los 80 –con esa famosa bola loca que aún hoy se consigue en Mercado Libre– quedó en el aire de La Boca. Para siempre.
EL GRAFICO