26 Aug Primerizas a los 40
Por Soledad Vallejos
Son primerizas. Pero la maternidad llegó en años de estabilidad y madurez. Están en su mejor momento, seguras, decididas y preparadas. Así lo sienten ellas, que casi pisando los 40, o apenas habiéndolos dejado atrás.
“A los 20 ni se me cruzaba por la cabeza. A los treinta y pico apareció el deseo, pero con mi pareja estábamos trabajando mucho, creciendo profesionalmente y con planes de construir una casa más grande -cuenta Alejandra Peñalva, 43 años, locutora, periodista y flamante mamá de Bruno, de apenas seis meses-. Siento que somos padres maduros, bien plantados en la vida y sin cosas pendientes que no hayamos podido concretar. Bruno fue un hijo muy deseado, tardé cinco años en quedar embarazada y tuvimos que hacer un tratamiento de fecundación in vitro, pero llegó en el mejor momento”. Los 40 ya no son una barrera. Retrasar la edad del primer embarazo es una tendencia que crece, y cada vez más argentinas -sobre todo porteñas-, rompen con los límites de la naturaleza y las costumbres.
Los datos del Ministerio de Salud de la Nación indican que el 54% de los bebes que nacen en la Capital son hijos de mujeres que tienen más de 30 años, y el 25% de los nacimientos se produce entre los 35 y los 40. Además, una de cada tres madres es profesional, y el 45% tiene estudios universitarios.
Beneficios y desventajas. Tanto las protagonistas de estas historias como los especialistas en maternidad y los expertos en técnicas de fertilización in vitro lo reconocen. “Desde un punto de vista médico, la edad materna al momento del embarazo es el principal factor del pronóstico del nacimiento de un niño sano”, dice la doctora Stella Lancuba, directora de Cimer, un centro especializado en medicina reproductiva.
Socialmente, los 40 de hoy son los 30 de hace tres décadas. Pero el reloj biológico sigue igual, y marca que a los 25 una mujer tiene el 50% de chances de lograr un embarazo. A los 40 años, Lancuba señala que la tasa de infertilidad es del 64%, “lo que implica que seis de cada diez mujeres que buscan quedar embarazadas no lo logran”. Por eso, las consultas en los centros de medicina reproductiva se duplicaron en estos dos últimos años, y cada vez hay más mujeres que inician tratamientos para lograr un embarazo.
Analía Mitar, terapueta de crianza y familia y directora de Family Hold, coincide en que hoy las primerizas son más grandes, y observa las dos caras de la moneda que enfrenta este fenómeno: “Por un lado, tienen mayor seguridad personal, son estables económicamente y suelen ser mujeres muy independientes”.
Pero no esconde la otra cara de la moneda, y Mitar observa: “Cuando se enfrentan con un embarazo, más allá de los temores normales de cualquier mujer, suelen sentirse más vulnerables. Haber dejado de lado la maternidad durante ese tiempo les dio una mayor independencia, pero, a la vez, cuanto más independientes son, la angustia posparto suele afectarlas más”.
Romina Niess es azafata, tiene 37 años y está embarazada de su primer hijo. Está feliz, desborda de alegría por la llegada de Milo, que nacerá en apenas dos meses. “Estudié dos carreras, viajé muchísimo por mi trabajo y no me quedé con ganas de nada”, cuenta a LA NACION. A los 35 confiesa que “ya tenía ganas de bajar un cambio”, y decidió poner los pies en la tierra. “Quería estar en pareja y formar una familia, pero ahí te das cuenta de que el reloj empieza a correr y las cosas no salen como las esperabas -reconoce-. Estás más exigente, no te conformás fácilmente y exigís más, y eso también juega en contra. La ansiedad te mata, pensás que tal vez tu destino no es ser madre, te agarra culpa y es angustiante, algo que no sucede cuando tenés veintipico. Pero, en este momento, siento que estoy lista para entregarme a la maternidad. Al parto no le tengo miedo, tal vez me preocupa más el después, no poder dormir, estar agotada… Pero no estoy sola en esto y el papá de Milo me acompaña en todo”, confiesa.
En líneas generales, la mayoría de las mujeres hablan de sus compañeros como un par, el gran sostén. “Eso es algo de esta época y positivo. Antes la mujer se apoyaba más en otras mujeres, su red era femenina. Hoy se valora la soledad de la pareja como un ideal, pero a veces el matrimonio se siente sofocado, sin espacio para su intimidad, desconectado, y también surgen problemas. Detectar cuando se necesita ayuda es tan importante como animarse a pedirla”, dice Mitar.
De la mano con el retraso de la maternidad y el continuo avance de la ciencia, el fenómeno de la mujer que enfrenta un embarazo sola también crece. Sin parejas, ya sea por elección o por otras situaciones de la vida como separación o viudez, conservan tenaces el deseo de ser madre y formar una familia. “Es ahí donde las preguntas y algunos cuestionamientos toman más fuerza -interviene Marisa Russomando, directora de La Cigüeña, un centro especializado en maternidad, crianza y familia-. «¿Podré cuidar de mí y de mi bebe sola?» Muchas mujeres llegan con esta preocupación, pero es importante tener presente que estar sin pareja no implica estar sola frente a la crianza de un hijo. Se trata de armar una red de contención que acompañe a la madre soltera a vivir este proceso de la manera más saludable y alegre posible.”
CUANDO LA PAREJA NO ESTÁ
Vera Scattini tiene tres meses y lleva el apellido de su mamá. María Susana la tuvo a sus 45 años, por ovodonación, y cuenta que en la crianza de su hija, a pesar de no estar en pareja, no está sola. “Todas mis amigas están presentes y me ayudan. Es como si Vera tuviera muchas tías y abuelas. Están felices y se pelean por cuidarla. Mi vida fue muy vertiginosa, demasiado trabajo y proyectos personales -cuenta Susana a LA NACION-. No me imaginaba ser madre antes de los 40, y creo que el deseo de tener un hijo y formar una familia no está ligado sí o sí a una pareja. El de un hijo es un amor que trasciende y es para toda la vida.”
Para Lancuba, las “primerizas con más de 25 años suelen ser mujeres muy involucradas, con una capacidad enorme de disfrute. Las veo, por mi experiencia, como mamás serenas, seguras de sí mismas y de la capacidad de entrega hacia sus hijos. No hay que olvidar que estos niños son muy deseados y muy buscados, y que la mujer pone todo su empeño en lograr un embarazo”.
Pero la experta también revela algunos síntomas clásicos de las madres añosas. “A los 20, uno no se hace tantos planteos como a los 40. Cuanto más grande, más temerosas y, generalmente, ellas piensan que todo puede sucederles. Se cuestionan las posibles enfermedades, los riesgos genéticos y las complicaciones durante el embarazo que, de hecho, son más factibles que ocurran cuanto mayor es la mujer. Muchas veces, y ante las dificultades para concebir, se culpan por no haber tenido un hijo antes.”
“Con la inserción en el mundo laboral, la mujer posterga la maternidad y es la causa de que las mujeres sintamos una enorme presión, y a veces angustia, por intentar cumplir todos los roles”, agrega Russomando.
“Algunas pueden disfrutar de su maternidad y atravesar las buenas y malas situaciones, pero otras no. Sienten que criar un bebe es más difícil que tener una empresa con 200 empleados a cargo. Muchas mujeres se desbordan, lloran, se angustian y si sienten culpables por sentirse de esa manera. Y de eso, a veces, no se habla. La maternidad se construye, y está bien tropezar, tener temores e inseguridades”, concluye Mitar.
Con una vida armada, consolidadas profesionalmente, solas o en pareja. Al borde de los 40, buenos años, dicen ellas, para entregarse a la maternidad.
LA NACION