27 Aug Richard Gere, un homeless que fue gigoló
Por Néstor Tirri
“Camicia bianca, capelli bianchi?”, exclamó alguien desde la puerta de la sala de conferencias del Festival. Era el anuncio de que estaba llegando Richard Gere, una de las visitas especiales de esta edición de la Giffoni Experience.
Un minuto después ingresaba el astro nacido en Filadelfia hace casi 65 años, con su camisa blanca y sus cabellos blancos, a mitad de camino entre San Francisco de Asís y el Dalai Lama. Sonrió a los periodistas, juntó las manos e inclinó la cabeza casi hasta arrodillarse, en una mezcla de prosternación brahmánica y saludo marcial de AikiTaiso. Pronto, sin embargo, su sonrisa de seductor occidental disolvió un poco tanta ceremonia gestual y comenzó el intercambio verbal. “Me siento feliz de participar del clima distendido de este festival italiano, junto a mi hijo Homer”, dijo, y extendió el brazo hacia un adolescente sentado a su lado.
El primer asalto periodístico apuntó a dilucidar en qué momento de la vida de aquel muchacho que se había destacado en un clásico film de Terrence Malick (Días de gloria, 1978) se había producido la integración a Hollywood. “Todos piensan que Hollywood es un monstruo voraz, pero es solo un lugar donde se hacen películas”, respondió con una sonrisa, como restando importancia al riesgo. “No deberíamos hacer una conciliación con Hollywood -agregó-, lamentablemente debemos intentar algo peor: hacer pactos conciliatorios con nuestros demonios personales. En cuanto a mí, no veo una separación entre mis elecciones de vida y mi trabajo.”
En el encuentro con la prensa, no dijo nada nuevo acerca de sus hábitos alimentarios (que no son vegetarianos porque incluyen pescado y pollo) ni de meditación, pero sí acerca de sus empeños profesionales de hoy, que revelan que la producción febril a ritmo de Hollywood está instalada en él.
Se refirió a su último film, Time Out of Mind, en el que compone a un homeless neoyorquino y a la difundida anécdota de la turista francesa que, durante el rodaje, no lo reconoció y le dio una limosna (que él aceptó, por supuesto). “El guión fue escrito hace 25 años -aclaró-; del original se pueden cambiar algunos detalles, pero los problemas internos de ese mundo siguen siendo los mismos. Tuve contacto con una asociación de Nueva York que se ocupa del cuidado y de los derechos de esas personas; Nueva York es la única ciudad en el mundo en la que, por ley, cada persona debe contar con un lugar donde dormir por la noche en un lecho decente. Fue un viaje interior y personal, que apuntaba al fondo del género humano, y que pude recorrer gracias a Oren Moverman, un realizador excepcional.”
Con su estilizado movimiento de manos (de su muñeca izquierda penden unas cuantas pulseras de material flexible, natural, y una infaltable cintita roja), habló también de otro de sus films recientes, Franny, escrito y dirigido por Andrew Renzi, acerca de un filántropo (Gere) que se introduce en la vida de una pareja de recién casados, tratando de revivir pasadas experiencias juveniles. Esto dio pie a una disquisición sobre ciertos cambios en la producción. “Vivimos un momento de fortísima transición -señaló-. Antes se hacían films con presupuestos altos y aceptables tiempos de rodaje. Ahora no: Franny, a pesar de su complejidad, se filmó en 26 días, mientras que para Time Out of Mind bastaron 21. Las grandes inversiones se reservan para las series de TV, que cuentan con dinero y con staffs de altísimo nivel. No digo que sean excluyentes: hoy se hace algo independiente y mañana algo comercial. O un musical de Broadway.
A propósito de esto último, cabe subrayar que, en sus inicios, Gere fue músico (tocaba piano, guitarra, bajo y trompeta) y que su primer protagónico en la escena fue en la producción londinense de Grease, en 1973. De regreso a los Estados Unidos, participó del premiado espectáculo de Broadway Bent. American Gigoló, en 1980, marcó su integración a Hollywood, pero hubo que esperar al celebrado abogado que compuso en Chicago (Rob Marshall) para ver en pantalla todo el background que el exitoso galán maduro de Mujer bonita había atesorado en el vertiginoso lenguaje del musical.
Su expresión adquiere un matiz especial cuando se lo incita a exponer algo de su prédica pacifista: “El ser humano tiende a reaccionar de modo emocional-impulsivo, ligado al momento -dice-. La consigna es no reaccionar, no actuar repentinamente, trabajar en lo profundo de nuestra conciencia. Desconfío de las personas que reaccionan de manera superficial e impensada. Si pudiéramos responder al otro en tono gentil, evitaríamos un 99% de los enfrentamientos. Recuerdo una enseñanza de mi maestro zen japonés, que aseguraba que no tomaba ninguna decisión hasta que no lograba reducir los movimientos respiratorios a siete por minuto. Con este ejercicio conseguía controlar la emotividad y los impulsos.”
Gere echó las bases de la Casa del Tíbet y apoya a la organización Survival International. La Gere Foundation, además, ayuda a la población tibetana. “Las acciones humanitarias no deberían aislarnos del trabajo que hemos elegido”, señaló tal vez aludiendo a su profusa actividad actual, con varios films en plataforma de lanzamiento. Entre ellos, la continuación de El exótico hotel Marigold, que protagoniza junto a Judi Dench, Maggie Smith y Bill Nighy. Ambientado en la India, claro que lejos de la India meditativa del Mahatma Gandhi.
LA NACION