Filosofía pública, ética privada: Heidegger, otra vez en debate

Filosofía pública, ética privada: Heidegger, otra vez en debate

Por Laura Lucchini
¿Fue el filósofo alemán Martin Heidegger antisemita? Y si lo fue, ¿sería ahora ne­cesario releer toda su obra bajo una luz distinta y quizás, en última ins­tancia, condenarla? Son éstas las preguntas que siempre rodearon al célebre autor de Ser y tiempo, uno de los escritores más prolíficos del siglo pasado y uno de los pensadores ale­manes más influyentes de siempre. Ahora vuelven a plantearse tras la publicación, hace dos semanas, de los treinta y tres Schwarze Hefte {Cuadernos Negros) del filósofo. En tres volúmenes y casi 1300 páginas de apuntes personales, se encuen­tran palabras explícitas de resen­timiento contra los judíos. Y, sin embargo, no es éste el único inte­rrogante que rodea los cuadernos. Para la publicación completa, falta todavía el tomo 34, acerca de los años 1945-46: la familia, que posee los derechos de publicación de toda la obra, pensó que se había perdido. En realidad, yacía misteriosamente en la casa de un profesor de la ciudad de Hildesheim.
La polémica, que en Alemania motiva la publicación diaria de pá­ginas y páginas a favory en contra de la tesis del antisemitismo de Heideg­ger, ya cruzó fronteras y se extendió a otros países de Europa. Mientras tanto, las repercusiones del debate en la academia son todavía difíciles de prever.
Se sabía que Martin Heidegger (Messkirch, Alemania, 26 de sep­tiembre de 1889-Friburgo, 26 de mayo de 1976) había estado afiliado al partido nazi. Su adhesión tiene la fecha del 1° de mayo de 1933, poco después de que fuera nombrado rec­tor de la Universidad de Friburgo.
“Sus declaraciones antisemitas se conocen hace tiempo”, aseguró a la nación Peter Trawny, filósofo, profesor de la Universidad de Wuppertal y editor de los Cuadernos. “Hay que reconocer que nunca pu­blicó en vida pensamientos antise­mitas y no hizo carrera gracias al antisemitismo”, añadió. “Esta relativización, sin embargo, no es sufi­ciente frente a lo que fue el drama de la Shoá”, denunció.
En los apuntes personales que se acaban de publicar queda definiti­vamente claro que, “por un lado, su pensamiento antisemita no se que­dó como algo personal, sino que se trasladó a su filosofía”. En segundo lugar, hay una inquietante cercanía temporal. “Sus pensamientos con­tra los judíos quedaron grabados en proximidad del Holocausto: Heideg­ger fue testigo de la eliminación [de los judíos] en Alemania. Vio cosas. Supo cosas.” Trawny denunció que, en Francia, donde Heidegger goza de una especie de culto, recibió enor­mes presiones para que no publica­ra su libro Heidegger y el mito de la conspiración mundial judía. ¿Cómo se explica tanto ruido? “Hay una conciencia común de que Heidegger jugó un papel fundamental en la his­toria de la filosofía. Por otro lado, la Shoá es parte central de la memoria colectiva de alemanes y europeos. Incomoda que este filósofo haya si­do antisemita”, asegura.

Un “nuevo inicio”
Las anotaciones de los cuader­nos comienzan en octubre de 1931. Es un año de crisis para Alemania, donde seis millones de personas están sin trabajo. Según el filóso­fo, el país necesita una revolución nacional que ofrezca un “nuevo ini­cio”. “El Führer ha despertado una nueva realidad que ofrece al pensa­miento el justo camino y la fuerza necesaria”, anota.
Ya en 1934, sin embargo, Heide­gger dimite del cargo de rector. En los cuadernos aparece desilusiona­do. El nazismo no es el nuevo inicio que él esperaba, no es el movimiento que “supera la edad moderna”, sino el que “la lleva a su cumplimiento”, ya que cede al “americanismo” de la radio y del cine, que corrompen a gente sana, como los campesinos.
Es a fines de los años treinta que aparecen los primeros apuntes contra los judíos, descriptos como personas que “no tienen territorio”, do­tadas de una destacada “capacidad de cálculo, de infiltración, de mezclarse con los otros”. En una ano­tación de los años 1938-1939, se lee que “los judíos viven, considerado su talento para el cálculo, desde hace más tiempo que todos bajo el principio de su raza, y es ésta la razón por la que se oponen a su aplicación ilimitada”. En Alemania se acaban de aprobar las leyes raciales que li­mitan las libertades de los judíos.
En 1939 aparece en los cuadernos la definición de “Weltjudentum”, judaismo mundial, que está representado por el filósofo como una fuerza ulterior en la Segunda Guerra Mundial: “El judaismo mundial, instigado por los judíos dejados salir de Alemania, es inalcanzable, y no tiene la necesidad, a pesar del despliegue de fuerzas, de participar en acciones militares. Mientras que nosotros tenemos que sacrificar la mejor sangre de los mejores hijos del pueblo”.
La polémica intelectual parece estar lejos de su solución. También porque otras publicaciones futuras podrían alimentarla. Como la del cuaderno 34, decisivo porque cubre los años 1945-46 y habla de la exclusión del filósofo de la universidad alemana. En diciembre, el semanario Die Zeit dio a conocer que estaba en poder de un profesor de literatura de Hildesheim, Silvio Vierta.
“Heidegger le encargó a mi madre, Dorothea Vietta, transcribir muchas de las lecciones y algunos de los cuadernos negros”, explicó a la nación. “A partir de esa relación laboral, desde los años cincuenta, mi madre y el filósofo desarrollaron una relación de amor más profunda. Entonces, Heidegger le regaló los textos que ella le había transcripto.” Dorothea rompió el matrimonio con Egon Vietta por esta relación con el filósofo. Cuando murió, en 1959, dejó el cuaderno 34, con otros escritos, a su hijo.
Vietta cedió, hace dos semanas y en el medio de este debate, el cuaderno negro al archivo de Marbach, donde está ahora para ser consulta­do por expertos. Es un tomo de 155 páginas, en el que Heidegger “escri­be que el retiro dé su autorización para la enseñanza en la Universidad de Friburgo tuvo lugar de manera deshonrosa y posiblemente sin una base jurídica válida. No hay rastro de comentarios antisemitas”, asegura Vietta. Quienes, como Trawny, ya tuvieron ocasión de ver los apuntes, no coinciden.
Vietta conoció al filósofo personalmente. Cuando trabajó como asistente de Werner Marx -sucesor de Heidegger- en la Universidad de Friburgo, lo frecuentó en su casa. A la luz de su experiencia, no tiene dudas: “Heidegger no fue nunca un antisemita de pensamiento racista. Durante su tiempo como rector, hizo muchos discursos públicos. Nunca hubo declaraciones antisemitas. Tuvo muchos alumnos judíos. Hasta su último asistente-Werner Brock-fue judío. Tuvo relaciones sentimenta­les con mujeres judías, como Elisabeth Blochmann y Hannah Arendt, y ellas mantuvieron su amistad con él después de la guerra”. Vietta reco­noce, tras leer las 1200 páginas, que hay críticas del filósofo hacia el “pensamiento calculador” de los judíos. “Quien quiera llamar esto antisemitismo que lo haga”, concluye.
LA NACION

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