“No soy filósofo, tan sólo un historiador”

“No soy filósofo, tan sólo un historiador”

Por Sara Cohen
Vivaz, curioso e interesado por el diálogo, durante su última visita al país, con motivo de la presentación de su libro Paul Ricour. Los sentidos de una vida (1913-2005), el historiador François Dosse expuso en la Asociación Psicoanalítica Argentina acerca de Ricour y el psicoanálisis. El autor manifestó sentirse emocionado de estar en Buenos Aires, ciudad que calificó de “tierra de elección para el psicoanálisis”. “No soy psicoanalista y nunca estuve en un diván -confesó- pero he tenido siempre una relación muy estrecha con los psicoanalistas en virtud del trabajo que vengo realizando desde hace años”. En efecto, según recordó, la elaboración de su Historia del estructuralismo lo acercó a diversas escuelas, en especial la lacaniana, y su investigación sobre Ricour en parte también lo aproximó al psicoanálisis. Actualmente, trabaja acerca Cornelius Castoriadis, filósofo y psicoanalista, fallecido en 1997.
Aunque Dosse haga hincapié en sus supuestas incompetencias (“Otra incompetencia más es que no soy filósofo. Tan sólo soy un historiador”, dijo). podríamos utilizar lo que él mismo ha dicho acerca de la elección de los personajes de sus extensas y medulosas biografías intelectuales, para aplicárselo a él mismo, que se define “tan sólo como un historiador”:
Si hay un punto en común, algún enigma, en las figuras elegidas para mis biografías -Michel de Certeau, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul Ricour- es que, si bien de maneras diferentes, ellos han tenido un carácter no académico, han asumido una cierta transversalidad, atravesaron los saberes y fronteras. Los filósofos no se han contentado con el corpus filosófico, sino que han extraído de lo no filosófico, del psicoanálisis, de la antropología, de la sociología.
Al leer lo escrito por François Dosse también ubicamos en sus obras un cruce de saberes, entre los cuales el de la filosofía ocupa un lugar importante.
-¿Cómo trabaja usted la biografía en cada caso? En Gilles Deleuze, Félix Guattari. Biografía cruzada, parte de un encuentro de dos personajes, del cual surge una obra en común. En cambio en Paul Ricour. Los sentidos de una vida (1913-2005), si existen los cruces, son de otra índole y el personaje que biografía es uno.
-Yo no tengo una grilla de lectura previa cuando me lanzo a hacer una biografía intelectual. Hay un dispositivo de escritura que tiene que ver con la situación en la que me encuentro. Con Ricour, yo estaba en sintonía con sus posturas filosóficas pero no lo conocía personalmente. Ricour me dijo que no tenía ningún inconveniente en que yo realizase un trabajo sobre él -estamos hablando de los años 1992, 1993, después de la publicación de mi historia sobre el estructuralismo- pero me advirtió que no quería de ninguna manera estar implicado en eso. Tenía por lo tanto la puerta cerrada y no podía acceder a sus archivos personales. Eso podría haber hecho imposible esta biografía pero yo estaba muy convencido de hacerla. Tuve que compensar esa desventaja multiplicando las entrevistas y buscando testigos de la vida de Ricour y de su trabajo. Realicé ciento noventa entrevistas y respeté hasta el extremo el pacto implícito. Él conoció mi trabajo biográfico una vez que el libro estuvo editado. Hay un cruce de testimonios y obra. El dispositivo fue diferente para el libro sobre Deleuze y Guattari, porque Deleuze ha tenido una concepción muy bergsoniana acerca de la biografía: para él, un filósofo nació en tal lugar en tal año y murió en tal otro, y entre los dos polos está la obra. Otro problema es que Deleuze ha destruido todo, toda traza personal que no fuese su obra. En cuanto a Guattari, tenía archivos cuantiosos. Esto ofrece configuraciones diferentes. El entrecruzamiento de Deleuze y Guattari fue un colectivo de enunciación, dispositivo de trabajo muy singular, porque no son Deleuze y Guattari, uno más uno, sino que crean un dispositivo de producción conjunto. No es muy interesante diferenciar lo que proviene de uno o de otro porque es una gestación en común. No tuve, por supuesto, ese tema con Ricour, sin embargo, me confronto a la pluralidad, como sugiere el subtítulo de mi libro, Los sentidos de una vida, una vida y una obra tienen sentidos plurales.
-¿Cómo surgió el interés de Ricour por el psicoanálisis?
-Ricour fue un filósofo del hacer, de la praxis, de la hermenéutica, del sujeto, y el inconsciente se le presentaba como un obstáculo, un desafío. El joven Ricour quedó sensibilizado tempranamente por la obra de Freud gracias a su maestro Dalbiez. Él le enseñó a no rodear el obstáculo. Para Ricour era también un obstáculo su creencia, él era cristiano protestante. Extrajo de Freud la idea de la inmediatez de la conciencia y lo ubicó, junto con Nietzsche y Marx, como uno de los maestros de la sospecha, como un pensamiento capaz de traer a la luz verdades ocultas para la conciencia. Así fue como después de Husserl y del desarrollo de la fenomenología y de su tesis sobre la voluntad, que termina en un segundo volumen, Finitud y culpabilidad, Ricour empezó a explorar en alemán el corpus de la obra freudiana.
– Ricour fue invitado al Colloque de Bonneval en 1960. ¿Qué podría decirnos al respecto?
-Sí, en efecto, Ricour fue invitado al Colloque de Bonneval, organizado por el psiquiatra Henri Ey, un coloquio sobre el tema del inconsciente. En 1960 Paul Ricour comenzó un proceso de inmersión en el corpus freudiano, en ese momento la gran vedette era Jacques Lacan y el gran acontecimiento era su seminario, que aún daba en el hospital Sainte-Anne. Lacan buscaba un aval por parte de los filósofos y tenía su mira puesta en Merleau-Ponty, compañero de Sartre antes de la ruptura, y en Ricour. Merleau-Ponty había dado muestra de su interés por el psicoanálisis al publicar Signos. Pero Lacan se vio decepcionado respecto de sus expectativas, al manifestar el filósofo que experimentaba malestar cuando veía que la categoría del lenguaje ocupaba todo el lugar. Lacan cifró, por lo tanto, su interés en Ricour, quien terminó su exposición con la cita de Freud: “Donde ello era, el yo debe advenir”. Ricour centró su desarrollo en tres puntos: en el cuestionamiento de la noción de conciencia, en la necesidad imperiosa de una epistemología del psicoanálisis y en la posibilidad de una antropología filosófica capaz de asegurar la dialéctica del consciente y del inconsciente.
-¿Ricoeur asistió al seminario de Lacan?
-Sí. Lacan retuvo a Ricour y lo invitó a su seminario. Pero ahí se inició un malentendido radical entre la expectativa de Lacan y el camino que llevaría a cabo, con Freud, Ricour. Este último compartía más lo dicho por Jean Laplanche en Bonneval que la posición de Lacan, según la cual, “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. Sin embargo, Ricour, como buen alumno que era, acudió al seminario de Lacan y se esforzó. Lacan lo saludó contento, pensando que Ricour lo seguiría y lo mencionaría. Una vez Lacan lo llamó por teléfono y le preguntó: “¿Qué le ha parecido mi discurso?”. Ricour respondió con su franqueza habitual: “La verdad es que no entendí nada”. Lacan colgó. En otra oportunidad, lo llamó y le dijo: “Ricour, ya no viene usted a mi seminario, lo he extrañado [silencio]. tan poco”.
-¿Cómo recibió Lacan el libro de Ricour sobre Freud?
– En 1965 salió el libro de Ricour De l’interprétation. Essai sur Freud. En él, el filósofo traza la historia de la obra freudiana y defiende una epistemología propia del psicoanálisis, que no tiene nada que ver con las ciencias experimentales. La sitúa del lado de una práctica, centrada en la transferencia. Lo que hace que el psicoanálisis sea verificable es la experiencia psicoanalítica. Tiene que ver con la verdad, no la tangible, verdad que según Lacan sólo puede emerger en el après-coup. En su seminario, Lacan tomó el libro de Ricour, lo mostró y dijo: “¿Qué haremos con esta basura? ¡Es espiritualismo!”. Y copió en el pizarrón la dedicatoria que le había escrito Ricour. También ridiculizó lo dicho en el libro respecto de lo energético en la obra de Freud, haciendo un ruido de motor.
-¿Por qué, a su parecer, ocurrió esto con el libro de Ricour?
-Ricour fue descalificado, marginado del escenario intelectual francés, y existió una fuerte negativa al diálogo. A mediados de los años sesenta, la época era bastante propicia para el terrorismo intelectual. Lacan marcó la tónica a sus discípulos y Ricour quedó ubicado como representante de una corriente espiritualista que no había entendido nada sobre la revolución estructuralista en curso. Aparecieron críticas muy duras en dos revistas de prestigio: Critique y Les Temps Modernes. En Critique, Jean-Paul Valabrega sostuvo que el maestro (se refiere a Lacan) había sido apenas citado y además había sido plagiado. En Temps Modernes, Michel Tort escribió contra “la máquina hermeneútica” un largo artículo que ocupa dos números de la revista. Ricour no esperaba esto y para él fue un momento muy duro. Dejó de hablar de psicoanálisis, no volvería a hablar de ello sino tiempo después. Para nosotros, los historiadores, hay otro enfoque que proviene de la lectura de Freud realizada por Ricour en La memoria, la historia, y el olvido, libro publicado en el año 2000. Para hablar de la memoria, debe atravesar la reflexión freudiana y les dice a los historiadores que no hay que abusar del “deber de la memoria”. Pone el énfasis en “trabajo de memoria”, término extraído de “trabajo de duelo” en Freud. En cuanto a Lacan, a partir de ese momento, él, que había sido hombre de palabras a través de su seminario, decidió publicar sus escritos. Desde 1963, François Wahl le venía proponiendo sin éxito publicarlo en Seuil, pero luego de la salida del libro de Ricour, decidió hacerlo. Lacan reaccionó frente a lo que él consideraba que era un desvío de su discurso.
-Usted dice en el prólogo de su biografía que luego de publicada, Ricour le escribió una carta, se conocieron e iniciaron una suerte de amistad hasta el 2005, año de su muerte. De hecho, la actual edición es una edición revisada y aumentada de aquella primera biografía.
-Sí, yo le envié la obra con cierta aprensión y recibí como respuesta una carta que justificaba con creces todo mi trabajo. En el prólogo figuran algunos extractos de ella que dicen así:
¿Cuál debe ser mi gratitud a usted a la medida de la que usted expresa en su dedicatoria? Me siento reconocido por usted, con mis excesos de juventud y mis errores de juicio, con mis desvíos sinuosos, pero también con mi búsqueda obstinada de veracidad. He apreciado que en ocasión de la presentación de mis obras usted haga lugar a su recepción variada y que haga escuchar la voz, distinta de la mía, de los investigadores que han trabajado bajo mi dirección o conmigo. Usted produce de este modo un efecto de dispersión conforme a la manera, según la cual interpreto mi influencia.[.] Su libro refleja también la mezcla de alegría y tristeza que constituyen mi humor. Por todo ello, gracias.
Y la consiguiente posdata: “Usted ha escrito este libro sin haberse encontrado conmigo. Ascetismo recíproco. ¿No ha llegado el momento de que nos encontremos”. Así fue como, a partir de la escritura de la biografía, mantuve un diálogo con Paul Ricour. Además de gran filósofo, era un hombre de una gran simplicidad y humildad.
LA NACION