Terminó el Mundial pero empezó el pase de facturas

Terminó el Mundial pero empezó el pase de facturas

Por Laura Reina
Desde el Mundial Japón-Corea 2002, convirtió su asistencia a la Copa en una cita casi obligada. Hizo de la presencia en los mundiales una causa. Su causa. Y se lo dejó en claro a su novia -hoy su mujer- cuando se conocieron hace ocho años. “El Mundial no se negocia”.
Tal como lo había prometido, Esteban F. estuvo en Alemania y en Sudáfrica. Y acaba de volver de Brasil, donde se instaló un mes y vivió la más dulce de las experiencias mundialistas, con la Argentina llegando al último partido. Pero a la vuelta se encontró con el sabor amargo del reproche, algo que no había experimentado en los mundiales anteriores. Claro, antes no había hijos que preguntaran por él o que lloraran porque extrañaban a su papá. Y los mellizos, esos que nacieron entre Sudáfrica y Brasil, quedaron a cargo de su mujer, que no tardó en reprocharle no sólo la ausencia, sino el dinero familiar gastado en darse un gusto personal. Con las vacaciones de invierno a punto de empezar, es imposible pensar en irse a algún lado. No hay plata. Adiós al descanso en familia.
A Joaquín S. no le importó que su novia, con quien convive desde hace dos años, le dijera que no estaba de acuerdo con que se gastara más de $ 100.000 en un fin de semana para viajar a Brasil y ver la final en el Maracaná. Profesionales exitosos ambos, manejan cuentas separadas e independientes. Su respuesta (“es mi plata”) y el recuerdo de que él no le hizo ninguna objeción cuando ella se fue de vacaciones con sus amigas a Miami, lo absolvieron de culpas. Pero no de los reproches cuando llegó, casi sin dormir, el lunes por la mañana.
Terminó el Mundial pero para muchas parejas empezó el pase de facturas. De uno y otro lado. Las mujeres, dolidas por el “abandono”, reaccionan desde lo emocional. Y los hombres les contestan desde la racionalidad: un Mundial sucede una vez cada cuatro años y es (casi) el único gusto que se permiten dar, contrariamente a lo que las mujeres hacen en forma permanente y en pequeñas cuotas a lo largo del año. Pero en algo coinciden: tanto unos como otros se sienten solos e incomprendidos frente a ese fanatismo por el fútbol.
Según la licenciada Adriana Guraieb, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), el Mundial “es sólo la excusa de la que se valen algunas parejas para pasarse facturas pendientes, un campo propicio para que se manifiesten conflictos guardados, que ahora salen a la luz”. La clave para evitar llegar a este punto, es la negociación previa. Sentarse a conversar antes, buscar el punto de contacto entre los deseos y necesidades de unos y otros.
Para la psicóloga Daniela Lanchini, en cada pareja existen contratos tácitos, implícitos, que son permanentemente renegociados. “Hay cosas que se pueden y otras que no. Lo importante es renegociar, no quedarse con el «yo te dije» de hace años porque probablemente lo que se pactó cuando se tenía 25, no puede sostenerse siempre. En el medio suceden cambios económicos o llegan los hijos que hacen necesario un nuevo pacto. De todas maneras, estas situaciones no deberían generar un conflicto si la pareja está consolidada”.
En esta disputa posmundialista, unos y otros mostraron sus desacuerdos: “A muchas mujeres les fastidia el gasto desmedido del dinero, especialmente si no abunda o se gastó a cuenta o se dejó de pagar algo para viajar. A otras les produce dolor la falta de sostén ante problemas que haya tenido que enfrentar sola si es que se fue un tiempo prolongado y están las celosas que se enojan cuando sus parejas se escapan de su control”, describe Guraieb.
A ellos, en cambio, les fastidia tener que rendir cuentas al regreso. Y suelen sentirse incomprendidos frente a la importancia que le dan al Mundial. “Lo importante no es tratar de entender ni explicar las pasiones, que no tienen mucha lógica. En todo caso sirve buscar o llevar a cabo las propias, para poder ponerse en el lugar del otro”, dice Lanchini.

Recalculando
En el caso de Joaquín, el Mundial fue el disparador para que empezaran a aflorar temas más profundos, como replantearse un proyecto de vida en común donde la plata no fuera de uno u otro sino de ambos, y donde las decisiones de qué hacer con ella se tomen de a dos.
Tuve que prometerle que a partir de ahora íbamos a decidir juntos y consultar con el otro cuando se quiera hacer un gasto grande de dinero -dice Joaquín-. Y tal vez abrir una cuenta conjunta para ahorrar para algo que sea importante para los dos, como una casa propia”, reconoce Joaquín, técnico en sistemas, que de todas maneras dice no arrepentirse de haber gastado ese dinero para ir a ver la gran final en el Maracaná.
Esteban, que antepuso un proyecto personal a uno familiar sin medir consecuencias para el con¬junto, tuvo que prometer que a Rusia 2018 irían todos. “Yo no voy a dejar de ir a los Mundiales, eso se lo dije desde que nos conocimos y ella lo aceptó -se defiende-. Pero reconozco que dejarla sola con los mellizos un mes fue algo egoísta. Por eso intentaremos ir todos al Mundial que viene”.
Director de una consultora de comunicación, Esteban insiste en que no se vio venir el problema. “Mi mujer siempre me apoyó, por eso para mí fue una verdadera sorpresa su planteo -asegura- En Sudáfrica no sólo no se había quejado, sino que me alentó a ir. Y tampoco me manifestó su malestar ahora mientras hablábamos vía Skype. Pero creo que lo que más le molestó fue que al llegar se me vino todo el trabajo encima. En Brasil estuve online con mi equipo, pero acá me quedaron varias reuniones pendientes”.
Y como para ilustrar su desconcierto, Esteban repite, como si fuera un latiguillo, una frase que leyó en una revista destinada al público masculino: “¿Quién las entiende? Las mujeres se enamoran del Che, y después, con los años, quieren afeitarle la barba”.
LA NACION