02 Jul La ciencia se puso de moda
Por Sebatián Ríos
“¿Estudiás física? Ah, como en The Big Bang Theory, ¿no?” Doctorado en física y con un posdoctorado en física aplicada en curso, Esteban Domené cuenta que la profesión que eligió hace más de una década fascinado por la lectura de Historia del tiempo, de Stephen Hawking, ya no genera la misma distancia entre los ajenos a la materia que cuando decidió dedicarse a las ciencias duras. “La mayoría de mis compañeros de secundaria seguía administración de empresas, y que yo prefiriera física era algo realmente raro en ese momento” , admite Esteban, de 31 años.
Hoy, las cosas han cambiado y decir “estudio física”, “biología” o “ciencias de la atmósfera” remite, en el imaginario popular, a algo mucho más cercano que aquel viejo estereotipo del científico de bata blanca escondido en su laboratorio. Ahora, por el contrario, estos temas despiertan curiosidad cuando no interés; incluso hay un guiño cool sustentado por el éxito de series como The Big Bang Theory -desde hace unos años número uno en los Estados Unidos, con una audiencia de más de 17 millones de personas en su último capítulo-, con sus estudiosos protagonistas siempre dispuestos a jugar al Boogle en idioma Klingon. O la remake de Cosmos, que ya en su versión original se convirtió en la serie más vista de la historia al haber sumado más de 750 millones de espectadores en 175 países y que, en su reestreno, fue presentada ni más ni menos que por Barack Obama.
Evidentemente, la ciencia se ha convertido en fenómeno de multitudes. Basta con citar a las 4000 personas que el último miércoles 16 de abril se reunieron -¡a las 4 de la mañana!- para ver un eclipse desde los telescopios del Planetario de la ciudad de Buenos Aires. O los 200.000 ejemplares vendidos por las 16 ediciones del libro Ágilmente, de Estanislao Bachrach, o, más terrenalmente, cómo han incrementado su matrícula muchas carreras ligadas a las ciencias. “Cuando empecé a estudiar física, éramos unos 70 alumnos en el primer año. Hoy, en Física I, podés encontrar a más de 200”, precisa Esteban, que mientras completa su posdoctorado da clases en Exactas.
“Los millenials perdieron ese miedo que teníamos nosotros a ser nerds. Creo que hoy, para las personas de menos de 30 años, el estudioso o incluso el nerd, aparecen como un aspiracional. Así, la ciencia que antes estaba dentro de un nicho comienza a cobrar protagonismo y aceptación”, opina Federico Fros Campelo, ingeniero que investiga los procesos emocionales y autor del flamante libro Mapas emocionales. Cómo llegamos a sentir lo que sentimos.
El boom editorial en torno a la ciencia -y muy especialmente en lo que respecta a las neurociencias- es uno de los signos más visibles del acortamiento de la distancia entre los intereses del común de los mortales y los “temas duros”. Pioneros de esta movida fueron Adrián Paenza, con su saga Matemática… ¿estás ahí?, y Diego Golombek, al comando de la colección Ciencia que ladra, con sus más de 50 títulos a la fecha.
Más recientemente, hay que citar el ya mencionado Ágilmente (ver aparte); Mentes brillantes, mentes entrenadas, del psiquiatra brasileño Augusto Cury; Por qué corremos, de los periodistas Alfredo Ves losada y Martín de Ambrosio; Todo lo que necesitás saber sobre ciencia, del periodista científico Federico Kukso (ver aparte), y Usar el cerebro, del neurocientífico -y gracias a su popularidad, ahora también político- Facundo Manes en coautoría con Mateo Niro, que en sólo dos meses vendió casi 50.000 ejemplares y cuya presentación en la Feria del Libro se realizó a sala llena y con gente que no logró ingresar. Las neurociencias y sus ahijados -neuromarketing, neuroeconomía, neuroeducación y otros- protagonizan un caso testigo del creciente interés por la ciencia apodado “neuroboom”.
“El interés por los grandes temas que hoy estudian las neurociencias siempre estuvo -afirma Manes, que hoy, a las 18, volverá a presentar su nuevo libro en el stand de LA NACION en la Feria del Libro-. ¿A quién no le interesa entender por qué los humanos somos como somos, cómo nos relacionamos unos con otros o cómo decidimos, si tenemos libertad para decidir? Antes estas preguntas eran abordadas sólo por filósofos o científicos que trabajaban aisladamente. Pero, en los últimos años, las neurociencias aparecieron como una nueva herramienta para intentar entender estos enigmas y eso sí representó una novedad. A partir de esto, se generó un interés creciente de la sociedad por estas disciplinas.”
Pero el neuroboom y, más generalmente, el creciente interés por los temas científicos provenientes de distintas disciplinas, se explica en buena medida por el advenimiento de nuevas y mejores formas de divulgar y comunicar el conocimiento, opina Máximo Soto, organizador del evento TEDx de la Universidad de Buenos Aires. “El formato TED, en el que se explican en unos pocos minutos ideas de manera entretenida y no banal, ha permitido encontrar una vuelta dinámica y didáctica que hace que la gente no sólo les pierda el miedo a los contenidos científicos de las ciencias más duras, sino que incluso les tomen el gusto”, afirma Soto, que señala que dentro de las charlas de TEDxUBA que más audiencia tienen aún hoy en YouTube (o en www.tedxuba.org ) se destacan muchas de temas, al menos a priori, bastante áridos.
Uno de los formatos más interesantes y exitosos a través de los cuales la ciencia hoy se viraliza en la Web es el de la llamada Ciencia Pop. “Estos micros de video, de 5 minutos o menos, se diferencian de las formas más formales de presentar estos temas, ya que tienen una estructura no lineal, en la que se mezclan imágenes y audios con un relato verborrágico y veloz, y en las que se atraviesan muchos conceptos para finalmente llegar a lo que se quiere explicar, lo que resulta sumamente atractivo para el público adolescente”, explica Fros Campelo.
Sea a través de libros, de programas televisivos de divulgación (basta citar Cosmos, pero también el local Científicos Industria Argentina, por ejemplo) o de micros en YouTube, lo que también ha cambiado es el lenguaje y la voluntad del científico de salir a comunicarse con el mundo exterior. “La idea que tiene la gente de los científicos ha cambiado, en gran medida por la decisión de los propios científicos de salir del laboratorio y contar, de una manera entendible para todo el mundo, lo que hacen ahí adentro”, opina Paola Corrales, de 23 años, estudiante de Ciencias de la Atmósfera.
CIENCIA EN EL PRIME TIME
“Series de televisión como The Big Bang Theory también ayudan a que la gente tenga una idea de qué hace un científico, al mostrar la curiosidad por descubrir nuevas cosas que tiñe a sus personajes”, agrega Paola, que admite que suelen hacerse chistes relacionados con la serie entre sus compañeros de estudio, con los que, admite, al menos una vez al mes se junta a jugar al TEG. En español, no en Klingon.
“Tanto The Big Bang Theory como Cosmos son enormes ejemplos de que desde la ciencia se puede llegar a los grandes públicos”, agrega Martín de Ambrosio, periodista y columnista de Científicos Industria Argentina, el programa de Adrián Paenza que hoy inicia su duodécima temporada.
The Big Bang Theory y Cosmos, emitidos en prime time y con audiencias globales, son incluso un buen ejemplo de que la ciencia también puede convertirse en entretenimiento. Un caso testigo local es el del Planetario de la ciudad de Buenos Aires, que hoy recibe unos 350.000 visitantes anuales, y que semanalmente da talleres de astronomía para no científicos a unas 500 personas. “Lo más interesante es que ha cambiado el perfil de los asistentes -dice Mariano Ribas, a cargo del área de divulgación científica del planetario porteño-. Nuestro público dejó de ser exclusivamente escolar, y hoy entre el 50 y el 60% de nuestros visitantes tiene entre 20 y 40 años.”
Ribas advierte una relación íntima entre las películas y las series de ciencia ficción y el interés por la ciencia: “Gran parte de nuestro público viene marcado por las fantasías de la ciencia ficción; nos cuentan que su interés por la astronomía se despertó con Viaje a las estrellas o La guerra de las galaxias”. Ateniéndonos a su relato, es de esperar que en los próximos años las aulas de física o de ingeniería se llenen de espectadores de The Big Bang Theory…
Mientras, la televisión explota con bastante éxito el creciente interés por la ciencia de la audiencia. Otro ejemplo fue La nave de Marley, emitida hasta hace unas semanas por Telefé en su prime time, y en la que unos estereotipados científicos de bata blanca hacían experimentos en vivo. Incluso el teatro no es ajeno al fenómeno: ayer se realizó a sala llena en el ND Ateneo la primera función de Ágilmente, en la que Bachrach abordó el funcionamiento del cerebro en una combinación de standup y herramientas interactivas.
Como objeto de entertainment, la ciencia incluso genera moda y su consecuente merchandising. Así, no es extraño encontrar en locales de decoración palermitanos cortinas de baño con la tabla periódica de los elementos, mientras que en los locales de ropa proliferan las remeras con motivos “científicos” y nerds como las que usan los protagonistas de The Big Bang Theory.
“Hoy la ciencia es moda, pero también es cierto que cuando algo se pone de moda es porque funciona -reflexiona Fros Campelo-. Si en algún momento ese gen cultural de información se divulga, se convierte en un meme, es porque tiene utilidad. Entonces, podemos encontrar una segunda razón, más profunda, por la cual hay un creciente interés por la ciencia. Y es que la gente está ávida por entender por qué nos pasa lo que nos pasa, y porque también está cansada de que le vendan ideas que en realidad están llenas de humo.”
LA NACION