01 Jul Razones para soñar y preocuparse por una selección que tiene una oportunidad única
Por Pablo Hacker
Sol radiante, como si fuera Belo Horizonte. Nada de eso cambió para la selección, que, desde las 13, empezará su camino en los octavos de final de Brasil 2014, en el Itaqueirao de San Pablo, el estadio del partido inaugural, que se nota que se terminó de construir a último momento e incluso hasta ayer se ajustaban detalles para el encuentro de este mediodía.
Para la Argentina, empieza el verdadero Mundial, el que no acepta equivocaciones, el que provoca que un error se pague con la vuelta a casa. Alejandro Sabella finalmente se decidió por Ezequiel Lavezzi como titular para reemplazar a Sergio Agüero y Maxi Rodríguez ocupará un lugar en el banco. Por lo que mostró por ahora en la Copa del Mundo, la selección tiene más para preocuparse que para ilusionarse, pero los factores externos la ayudan. Aquí motivos para soñar y otros para tomarse la cabeza.
Los sueños
Rivales de menor jerarquía con un cuadro único
El cuadro de segunda rueda del Mundial es favorable para la Argentina. Hoy, se enfrentará a Suiza, equipo que por ahora mostró un rendimiento irregular. De pasar a cuartos, el rival saldrá del choque entre Bélgica y Estados Unidos, dos selecciones de nivel parejo, pero por debajo de la jerarquía del equipo argentino. Del otro lado de la llave, quedan cuatro equipos con más pegaminos, Brasil, Francia, Alemania, los tres campeones del mundo, y Colombia. En su parte del cuadro, la selección es el único que alguna vez levantó la Copa del Mundo, ya que el otro partido de cuartos lo disputan Holanda y Costa Rica. La llave rumbo a la definición es más favorable que otras veces. Desde la última vez que alcanzó las semifinales, hace 24 años, en Italia 90, donde en la rueda decisiva se enfrentó nada menos que a Brasil, Yugoslavia, Italia y Alemania en la definición, a la selección le vienen tocando caminos con más espinas que rosas. En las dos últimas copas del mundo, se topó con Alemania en cuartos, en Francia ’98 el camino fue Inglaterra (octavos) y Holanda (cuartos). En Corea-Japón 2002, no pasó a octavos y en Estados Unidos 94, con el golpe del doping de Diego Maradona, el camino no parecía tan complicado. Definía un lugar en la semifinales con Rumania (rival que lo terminó eliminando en octavos) y con Suecia o Arabia Saudita (en cuartos). Esta vez, el cuadro le hace un guiño.
Viajes cortos y el calor que no agobia
De los seleccionados que aún siguen en el Mundial, la Argentina es uno de los que menos desgaste tuvo con los viajes desde que el 15 de junio empezó a jugar en la Copa del Mundo. Con base en Cidade do Galo, en Belo Horizonte, la selección se trasladó 438 kilómetros hacia Río de Janeiro para medirse a Bosnia, 1350 km rumbo a Porto Alegre para enfrentarse a Nigeria y 582 km para el encuentro de hoy ante Suiza. En total, fueron 2370 km, porque el segundo partido ante Irán fue en el Mineirao, en Belo Horizonte. En cambio, Brasil ya fue de San Pablo a Fortaleza, Holanda de Porto Alegre a Fortaleza, Colombia de Río de Janeiro a Cuiabá, Costa Rica de Belo Horizonte a Fortaleza, Francia de Porto Alegre a Salvador, Alemania de Porto Alegre a Fortaleza, Suiza y Estados Unidos jugaron en Manaos, muchos con recorridos de norte a sur. Junto a Bélgica, el equipo de Sabella es el único que aún no jugó en ciudades del norte, donde el calor es un inconveniente extra, que hizo que muchos árbitros debieran parar partidos para que los jugadores se refrescaran.
Un Mundial en el que nadie se hace cargo
La selección argentina no ha mostrado por ahora su mejor nivel, pese a que ganó sus tres partidos en el Grupo. Tuvo en Lionel Messi, su gran figura para sostener la ilusión. Algo parecido les sucede al resto de las potencias, que alternaron buenas y malas durante la competencia en algunos casos con una estrella que brilla más que sus compañeros como son los casos de Brasil (Neymar), Holanda (Robben), Alemania (Müller) y Francia, que tuvo más repartido el protagonismo entre sus futbolistas. Más atrás en la consideración aparece Colombia, hasta con mejor nivel que estas selecciones y también con una gran figura como James Rodríguez. Es una Copa del Mundo en la que no hay un claro favorito de antemano.
Para preocuparse
El nivel del equipo
Salvo Lionel Messi, más las salvadas de Chiquito Romero, las ganas de Marcos Rojo y lo bueno de Ezequiel Lavezzi cuando ingresó, el equipo argentino tuvo flojos rendimientos individuales y colectivos, con algunas tareas preocupantes como las de Federico Fernández, Fernando Gago o Gonzalo Higuaín. Quedaron en observación Pablo Zabaleta, Ezequiel Garay, Javier Mascherano y Angel Di María. En el Mundial que no perdona equivocaciones, la Argentina no debería repetir errores que mostró ante Bosnia, Irán y Nigeria.
Los europeos, un karma
En los últimos mundiales, las selecciones europeas le mostraron la puerta de salida a la selección en los mundiales. Fue el caso de Alemania (2006 y 2010), Suecia (2002), Holanda (1998) y Rumania (1994). La victoria por penales ante Inglaterra en el Mundial de Francia fue la última ante un seleccionado del Viejo Continente en la fase final de una Copa del Mundo. Suiza en este Mundial le ganó a Ecuador sobre la hora (2-1) y a Honduras (3-0) y perdió ante Francia (5-2). Fue irregular, con agresividad en ataque, pero brindando ventajas defensivas.
Las dudas de Sabella
Pachorra es un hombre al que le cuesta tomar decisiones, según cuentan quienes más lo conocen. Es analítico y sufre hasta el último momento. En la selección, había dejado algunas de esas dudas atrás. Había confiado en el sistema 433, el que más le gusta a Lionel Messi y compañía. Desde que comenzó la preparación para el Mundial, el técnico se ha mostrado dubitativo como nunca antes. Probó y probó y debutó con un esquema 532 ante Bosnia, que generó polémica en el plantel, que se expresó a través de Messi, el capitán. Eligió el 433 ante Irán y Nigera. Ahora, contra Suiza, esperó hasta último momento para confirmar a Lavezzi como reemplazante del Kun y se verá si será un 433 o un 442. Por ahora, el equipo está lejos de seguir un patrón común.
LA NACION