Un homenaje gráfico a Landrú, el gran maestro del humor político

Un homenaje gráfico a Landrú, el gran maestro del humor político

Por Natalia Páez
Chistes de oficina: encontrar parecidos. Cuentan que a Juan Carlos Colombres (1923) le pusieron Landrú en 1945, en la redacción de Don Fulgencio, que dirigía Lino Palacios. En esa revista el dibujante había iniciado su carrera profesional mandando viñetas que hacía en sus ratos de ocio mientras vivía de un gris trabajo en Tribunales. La anécdota es así, según contó él mismo: “Estábamos una tarde en la redacción de Don Fulgencio cuando Jorge Palacio, Faruk, observándome detenidamente me dijo: ‘Tenés el perfil más parecido a Landrú que he visto en mi vida…'” Se refería al por entonces famoso asesino de mujeres francés, Henri Désiré Landru. Desde entonces firmó así sus dibujos. Y sobre esta anécdota se construyó otra: que había tenido que cambiarse el nombre por ser catalogado de antiperonista. Colombres, hoy de 91 años, escribió por entonces: “Landrú me parece más pegadizo, más contundente y más corto, por ende más cómodo que mi propio nombre.” Esta y otras anécdotas, testimonios, fotos, pero sobre todo el trabajo de seis décadas como humorista político, historietista –y las célebres tapas de la revista que él creara, Tia Vicenta– forman parte de Landrú! ¡El que no ríe es un maleducado! Un libro que en 460 páginas lo homenajea como uno de los grandes del humor político de todos los tiempos. Editado por Alpha Text, los materiales fueron seleccionados por el periodista Horacio del Prado, que en el prólogo escribe: “Es un maestro del absurdo; ese modo entre perplejo y al mismo tiempo indiferente de mirar el mundo y contarlo, criticarlo, dibujarlo. Se lo puede caracterizar como un genio por el modo en que construyó un estilo original y sorprendente de humor y de dibujo y fue capaz de sostenerlo vigente a través de las décadas, las modas, las hecatombes editoriales los distintos gobiernos, sus prohibiciones y clausuras.”
El 13 de agosto de 1957 salió a la calle la revista Tía Vicenta, que marcó un hito en la historia del humor político y social en la Argentina. Llegó a vender 500 mil ejemplares por semana. Allí se dieron a conocer jóvenes que luego serían ellos mismos parte de la historia del humor gráfico como Caloi, Hermenegildo Sábat y otros que ya por entonces eran célebres como Quino, Oski, Copi.
Dobal (Felipe Miguel Ángel Dobal), su compañero en Don Fulgencio, escribe en uno de los pasajes: “Landrú y yo nacimos en el mismo año, con apenas algunos días de diferencia, ya que ambos somos de enero. Pero lo conocí en 1945, cuando llegué desde Bahía Blanca a Buenos Aires convocado por Lino Palacio, lo que para mí era un sueño cumplido porque era un artista que yo admiraba mucho. (…) Pronto me di cuenta de que Landrú nació dibujante.” Años más tarde nace la revista Avivato. Allí Dobal y Landrú volvieron a compartir la redacción, desde el primer número que apareció en 1953. Landrú, según menciona Dobal, había absorbido un tipo de humor español “el que pregonaba Lino”, en el que por ejemplo un personaje le decía a otro: “Tenés la boca abierta” y el primero le respondía “Sí, ya sé, la abrí yo”. “Cosas difíciles de explicar, pero novedosas y diferentes para el humor que hacíamos nosotros. Su talento lo llevó después al diario El Mundo.”
En el 45 publica su primer chiste político firmado con sus iniciales J.C. Fue en la revista Cascabel que había salido a la calle en 1941, mientras se libraba la Segunda Guerra Mundial. En el dibujo se ve a un hombre escribiendo un grafitti que dice “Muera perónborini” haciendo mención a los políticos del momento, Perón que había llegado al poder y Tamborini que era su principal opositor. La broma era que el personaje notaba la presencia atrás suyo de un policía que, pareciera, fue quien inspiró a cambiar de sujeto a quien le deseaba el fin.
Según contó Landrú, el estilo de humor político de Cascabel fue inspirado en la revista italiana Bertoldo, en la época de Mussolini, cuando estaba prohibida cualquier disidencia en Italia. Ellos hacían un humor surrealista con cargadas al régimen fascista y lo hacían con una maestría y sutileza que no los podían censurar.
Recibió el Premio María Moors Cabot que entrega la Universidad de Columbia de Nueva York a la labor, el más antiguo premio internacional de periodismo, en 1971.
En uno de los capítulos del libro se destaca cómo su “talento mató a la censura”. Allí se muestra cómo Landrú hizo de la censura objeto y protagonista de sus creaciones, cómo apeló al absurdo para desconcertar y en tercer lugar cómo escribir una crónica de viajes. “Hoy puede decirse, con toda libertad, que más de la mitad de la carrera de Landrú se lee como una lucha entre su talento y la censura. Una censura que necesita ser descripta, caracterizada en sus alcances, porque probablemente, sería inimaginable para las generaciones del siglo XXI”, se lee en un pasaje. En la apertura de este capítulo Sendra escribe: “En los ’70 todavía las influencias de las señoras gordas de doble apellido, católicas, castradoras y eurocéntricas eran más fuertes.” “Y él supo plasmar a esa clase social, y a sus arrabales como una auténtica autopsia donde quedaban a la vista prejuicios, aspiraciones y frustraciones que estaban en el inventario de casi toda la clase media y alta argentinas.”
Uno de sus méritos también fue hacer grandes personajes que quedaron en el imaginario popular. Los hizo desde la gente que lo rodeaba. Así su tía Cora terminó siendo Tía Vicenta. Su compañero de trabajo Rogelio García Lupo fue Rogelio, el hombre que razonaba demasiado, hasta su propio padre que inspiró al discutidor Señor Porcel. Pero el ícono principal de esta edición la explica el propio Landrú: “el gato que siempre se ríe es, junto con Tía Vicenta, mi personaje favorito. Por muchas razones. El gato está en mis dibujos como una marca de estilo. Pero no es fácil precisar por qué. Como pasó con Tía Vicenta, los lectores empezaron a reclamar el gato cuando yo dejaba de dibujarlo, y así se convirtió en la yapa. Como el Gato de Cheshire, se ríe siempre, aún en las situaciones más ingratas y es una especie de testigo omnipresente que festeja los chistes antes de que nadie se ría.”
TIEMPO ARGENTINO