San Antonio Spurs empieza a buscar más que otro anillo

San Antonio Spurs empieza a buscar más que otro anillo

Por Diego Morini
Aeropuerto. Arribo del vuelo 1029. Las 9.55 y mucho silencio. Sector D para retirar las valijas. Un diálogo con un acento familiar se multiplica en el lugar. “Dale, retiremos las valijas que nos vienen a buscar”, dice ella en un tono que connota nerviosismo. Él, con paso calmo por un problema en el ciático que lo tiene preocupado, se acerca y le dice: “Ya va, ya va”. Retiran el equipaje y resulta inevitable observarlos; en ellos hay algo especial, un aire familiar. “Te digo que no voy a ir al estadio, porque sufro demasiado, la paso mal. Estoy acá y aprovecho para conocer a Luca [su nieto], porque lo vi sólo por Skype”, comenta ella. Y él, con una sonrisa enorme, responde: “Yo no me pierdo ni loco el partido. Si no estoy yo, no se juega”.
Una carcajada inunda el lugar y muchos se dan vuelta para mirarlos. Nadie reparó demasiado en ellos, pero Yuyo, o Jorge, y Raquel, los papás de Manu Ginóbili, fueron los dueños de la escena por un rato. La final de la NBA entre San Antonio Spurs y Miami Heat perfumó el ambiente de una manera especial. Y para coronar la escena, familiares de Marianela, la esposa de Manu, llegaron a buscarlos con un vehículo adornado con dos banderas que decían “Go Spurs”. Un pintura exacta de lo que aquí se vivirá esta noche, desde las 22 de la Argentina, en el AT&T Center.
El calor golpea con fuerza aquí; unos 30 grados cocinan las calles. Por eso Jorge Ginóbili asegura que no hará polenta a la tabla, la comida preferida de su hijo. Tampoco lo dejarán los nervios, porque esta noche estarán enfrente LeBron James, Dwyane Wade, Chris Bosh y Ray Allen, los verdugos en la final de 2013, cuando Miami se quedó con el anillo en el séptimo juego y golpeó con fuerza a los Spurs. No fue fácil para Tim Duncan, Ginóbili y Tony Parker reponerse, pero lo lograron. Cada uno de los integrantes del “Big Three” de San Antonio tiene sed de revancha y algo por qué estar esta noche en el campo. En Manu, que quiere su cuatro anillo, se advierte en sus palabras: “Sé que no tengo ya 27 años, pero me siento mejor que la pasada temporada, tanto con mis piernas como con mi confianza. Lo he dicho 3000 veces. En los playoffs del año pasado estaba bien físicamente, pero mentalmente no era el de siempre. No estaba a gusto. Pero cuando escuché que realmente me querían y que seguía siendo una pieza importante del equipo dije: ‘Ya está’. Quería escucharlo. Una vez que lo escuché, no había más dudas”.
Pero hay más en juego. En el centro del AT&T Center, que arde de periodistas, habla Duncan. Detrás de una mirada calma, casi inexpresiva, pero tan profunda que intimida, el líder del equipo afirma: “Queríamos que fuera Miami, era lo que necesitábamos. Todavía nos dura ese mal sabor de boca”. Y unos minutos más tarde, LeBron James recoge el guante para aumentar el calor (heat) de Miami y darle a la NBA la explosión que necesita: “Siento que se menosprecia lo que hicimos en el último año y es un insulto que haya una percepción de que tuvimos suerte en la final de 2013. ¿Ellos nos querían? Aquí nos tienen. No les gustamos, puedo percibirlo por los comentarios de Tim de los últimos días”, irrumpe el crack.
En esta final, los Spurs pretenden borrar de sus mentes aquel triple de Allen que los dejó sin aliento. Ahora, a diferencia de hace 12 meses, cuentan con la ventaja de localía por haber sido los números uno de la etapa regular. Para este año se cambió la secuencia de encuentros: del formato 2-3-2 se pasó al 2-2-1-1-1, el de todas las demás series de playoffs. Esta vez, de haber un séptimo y definitorio capítulo, será en Texas.
Es curioso cómo detrás de una ciudad que emana calma y ofrece las imágenes características del paisaje estadounidense de película romántica, a unas pocas cuadras, en la zona de Eastside, donde está el AT&T Center, hay tanta adrenalina que resulta inevitable no contagiarse. Porque el anuncio de que Tony Parker evolucionó en el tobillo derecho alimenta la confianza, y entonces algunos aseguran que en esta final, la sexta en la historia de la franquicia (la quinta para Ginóbili), festejará San Antonio, como en 1999, 2003, 2005 y 2007.
Del otro lado, Wade parece relajado. Ante una pregunta en la conferencia de prensa sobre cómo estaba físicamente para la serie, el escolta de Miami contestó con una sonrisa: “Me siento mejor… Éste es mi momento Popovich”, aludió al entrenador rival. Es que detrás de esa postura descontracturada, su equipo guarda el deseo de emular al Minneapolis Lakers de los años cincuentas, el Boston Celtics de los sesentas, el Chicago Bulls de los noventas y el Los Angeles Lakers de 2000 a 2002, los únicos que ganaron tres o más títulos seguidos.
Esa voracidad del adversario, LeBron y el recuerdo de 2013 motorizan a los Spurs, por eso Manu señala: “Los playoffs del año pasado fueron duros, pero pese a que no jugué bien estuvimos cerca. Eso fue lo frustrante. Haber estado tan cerca, no que no haya jugado genial. Esta vez espero hacerlo mejor y que el equipo gane, que en definitiva es el objetivo final. No me importan los puntos ni los porcentajes; quiero ayudar a ganar”.
Todo está listo. El escenario tiene listos a sus actores. El aire está caliente en Texas. La revancha entre Spurs y Heat es la cita. El fantasma de 2013 anda por el aire. Todos quieren un nuevo anillo. Y hasta Manu, el domingo último por la noche, sorprendió a sus padres y hermanos con la invitación a esta gran final… Llegó el momento del show.
LA NACION