La escasez de agua, un desafío cadavez mayor para la minería de cobre

La escasez de agua, un desafío cadavez mayor para la minería de cobre

Por John W. Miller
Dos años atrás, Freeport-McMoRan Inc., una de las mayores mineras de cobre del mundo, le pagó a Richard Kaler, un vaquero de 69 años, US$1,3 millones por 113 hectáreas de terrenos rocosos en el desierto de Arizona.
Freeport, sin embargo, no estaba interesada en sus minerales, sino en sus derechos a agua dulce, la cual necesita para elevar la producción en la mayor mina cuprífera de América del Norte, que se extiende por 26.000 hectáreas. Para 2016, Freeport tiene como meta extraer cerca de 450.000 toneladas de cobre al año -37% de la producción anual de Estados Unidos en 2013- de su mina en Morenci.
El éxito de la minera con sede en Phoenix, que el año pasado obtuvo una ganancia de US$2.700 millones sobre ingresos de US$20.900 millones, dependerá de su capacidad de conseguir y mantener suministros de agua en las zonas áridas donde se encuentra el cobre. Esto requiere de un enorme gasto y delicadas negociaciones para minimizar potenciales conflictos con agricultores locales y otros grupos que también necesitan agua.
En momentos en que las mineras exploran áreas remotas en busca de minerales cada vez más escasos, están invirtiendo miles de millones de dólares para tener acceso a agua. Moody’s Investors Service estima que las compañías mineras gastaron US$12.000 millones en 2013, el triple de lo que destinaron en 2009, en la gestión de agua, incluyendo plantas de tratamiento y acueductos.
Se trata de un asunto especialmente crucial para el cobre. Alrededor de la mitad de todo el cobre mundial proviene de un cinturón que se extiende desde Utah, en EE.UU., hasta Chile en zonas montañosas y áridas, y los costos del agua están en alza. El Congreso chileno considera exigir a las mineras que construyan plantas de desalinización, en lugar de usar agua dulce subterránea y superficial para sus operaciones. BHP Billiton Ltd., otro gran productor cuprífero, y sus socios acordaron construir una planta de desalinización de US$3.430 millones para su gigantesca mina de cobre en el desierto de Atacama, en Chile. Por su parte, Freeport completó hace poco su propia planta y acueducto de US$315 millones en Chile y está construyendo una planta de tratamiento de aguas residuales de US$340 millones en Perú.
“El agua es un tema crítico en lugares como el norte de Chile y el sur de Perú, y aquí en Nuevo México y Arizona”, señaló Richard Adkerson, presidente ejecutivo de Freeport.
Los costos de gestión del agua están aumentando la presión sobre las mineras de cobre en medio de una caída de 32% en los precios del metal desde los máximos alcanzados en 2011 debido a una débil demanda, en especial en China. A cerca de US$3 la libra, los precios siguen siendo más altos que los costos de extracción de Freeport en Norteamérica, de US$1,87 por libra, frente a alrededor de US$1,50 la libra en los años 90. Los analistas afirman que los precios del cobre son bastante resistentes, debido a que los depósitos de calidad son limitados y el metal es esencial para una amplia variedad de bienes, desde tubos de agua hasta teléfonos celulares. Freeport no corre el riesgo de tener que cerrar minas por falta de agua, dicen expertos, pero el aumento del gasto en ese frente podría elevar los costos de la minera.
China, el segundo mayor productor de cobre con 1,65 millones de toneladas al año en 2013, ha triplicado la producción desde 2003. El país no tiene problemas relacionados con el agua en sus zonas cupríferas. Chile, el mayor productor con 5,7 millones de toneladas anuales, aumentó su producción apenas 17% en ese lapso.
EE.UU. es el cuarto productor global con 1,22 millones de toneladas en 2013, detrás de los 1,3 millones de toneladas de Perú. Sin embargo, la producción estadounidense, dos tercios de la cual proviene de Arizona, no ha crecido durante la última década.
La mina de Morenci y las otras cuatro que opera Freeport en Arizona generan 30% de la producción de cobre de la empresa, y todas están bajo riesgo de perder los suministros de agua hoy disponibles. Si sucede, la compañía se vería obligada a “restringir operaciones”, indicó en un documento presentado en febrero ante la Comisión de Bolsa y Valores estadounidense.
En EE.UU., la extracción de minerales consume cerca de 15.000 millones de litros de agua al día. En comparación, el sector industrial usa casi 69.000 millones de litros, los hogares 111.000 millones de litros y la agricultura 485.000 millones de litros, según datos del Servicio Geológico de EE.UU. de 2009, sus cifras más actuales. “No es que las compañías mineras usen un montón de agua, sino que tienden a extraer en lugares rocosos sin mucha agua”, explica Mike Lacey, director de recursos hídricos de Arizona.
El agua es necesaria para controlar el polvo que se levanta en actividades mineras a cielo abierto y para extraer minerales de rocas usando varios métodos para hacer que los minerales floten o se hundan. Debido a que gran parte de los minerales disponibles ya han sido extraídos, lo que queda suele ser de menor calidad, lo que significa que se deben extraer más rocas y usar más agua para procesarlos.
Morenci, un pueblo minero de 4.000 habitantes situado entre cactos y mezquites, recibe un promedio de apenas 25 centímetros de lluvia al año. Sus residentes dicen que todas las propiedades de esta pequeña comunidad, menos una -un pequeño bar-, pertenecen y son controladas por Freeport. No hay un alcalde.
Freeport dice que dos de sus principales estrategias en Arizona son comprar terrenos privados y conseguir derechos de agua con tribus indígenas. En los últimos cinco años, la empresa ha gastado casi US$81 millones por 9.300 hectáreas “con el primer objetivo de adquirir derechos de agua”.
Kaler, el vaquero, había comprado su rancho en 2002 tras jubilarse como técnico telefónico en Illinois. Montaba a caballo y aprendió a arrear ganado. “Después de soñar con eso toda mi vida, al fin me convertí en un vaquero”, cuenta.
En 2009, cuando los precios del cobre se dispararon, Freeport le preguntó si quería vender su tierra. Kaler estaba indeciso, pero después de la muerte de su esposa en un accidente de auto en 2011, aceptó. Freeport le pagó US$1,3 millones, según registros del condado, dinero que utilizó para comprar otro rancho. También le paga a Freeport un alquiler por su viejo terreno y utiliza ambos ranchos para criar unas 200 cabezas de ganado orgánico Angus. “Aún soy un vaquero”, señala.
-Chuin-Wei Yap contribuyó a este artículo.
LA NACION