Nirvana y el abrazo de la reconciliación

Nirvana y el abrazo de la reconciliación

Por Rafael Mathus Ruiz
Courtney Love se acercó al micrófono y desoyó los abucheos que despuntaron de algunos rincones del Barclays Center, repleto de fanáticos de Nirvana. “Ésta es mi familia, a la que estoy mirando ahora”, dijo. Luego se dio vuelta y se fundió en un abrazo con Krist Novoselic y Dave Grohl. “Sólo me gustaría que Kurt hubiera estado acá”, cerró.
Fue un momento único, de esos que luego despuntan en las citas históricas. Grohl y Love, que entablaron durante años una pelea ácida y, por momentos, bastante sucia por el legado de Cobain, dejaron todo de lado para honrar a uno de las voces más influyentes de la historia del rock.
Nirvana se unió a una lista corta de íconos, como Led Zeppelin y Neil Young, que ingresaron en el Salón de la Fama del Rock & Roll en el primer año posible, esto es, 25 años después del lanzamiento de su disco debut.
“Nirvana captó una voz que anhelaba ser escuchada. Nirvana pateó contra la corriente principal. Ellos hablaron con la verdad y muchos escucharon”, dijo el cantante de R.E.M, Michael Stipe, amigo y admirador de Cobain, y encargado de presentar a la banda. “Eran singulares, fuertes, melódicos y profundamente originales. Y esa voz, esa voz. Kurt, te extrañamos. Te echo de menos. Esto no es sólo música pop. Esto es algo mucho más grande que eso”, cerró.
Lo que siguió es algo que no se volverá a ver jamás: Dave Grohl, acostumbrado ya a liderar su banda, Foo Fighters, volvió a sentarse detrás de la batería para volver a tocar con Novoselic, esta vez, acompañados por cuatro mujeres que se turnaron detrás del micrófono: Joan Jett, Kim Gordon (cantante y bajista de Sonic Youth), St. Vincent y Lorde, la neozelandesa de 17 años que ni siquiera había nacido cuando Cobain se suicidó.
El regreso de Nirvana al escenario fue el momento cúlmine de una noche que reunió a Peter Gabriel, Cat Stevens, Kiss; la banda que viene acompañando a Bruce Springsteen, The E Street Band; el dúo Hall & Oates y Linda Ronstadt. Todos ellos se sumaron al Salón de la Fama.
La primera estrella en irrumpir en el escenario fue Gabriel. Vestido con una polera y un gran campera verde, sin pelo ni la excentricidad de antaño, se las ingenió para desplegar su voz metálica con uno de sus grandes éxitos, “Digging in the Dirt”.
Luego de Gabriel llegó el turno de una de las bandas más aplaudidas de la noche. “Kiss es una banda que hizo que yo y millones como yo amáramos el rock and roll. Su influencia está en todos lados, desde Metallica hasta Lady Gaga”, dijo Tom Morello al presentar a la banda que se encargó de aportar algo de drama este año la ceremonia. Descontentos porque el Salón de la Fama decidió honrar sólo a los miembros originales de la banda, Kiss sólo se presentó de traje y sin caras pintadas. No hubo “Rock & Roll All Night” ni mucho menos, pues la banda no tocó.
“El espíritu del rock es seguir tu propio camino, sin importar lo que digan tus pares o tus críticos”, dijo Paul Stanley, el último en hablar, y el encargado de hacer público el malestar de la banda: criticó el proceso de selección y dijo que “los fanáticos no quieren ser alimentados en la boca por las elecciones de un puñado de personas”. Luego honró a sus fans al señalar al público y afirmar: “No nos olvidemos que éstas son las personas que hacen que esto sea posible”.
Con su tradicional barba, ahora ya canosa, Cat Stevens, quien cambió su nombre a Yusuf Islam, recibió su premio y marcó el contrapunto de la noche. Le dedicó el premio a la “primera mujer” de su vida, su madre, y se dio margen para la broma al afirmar que los jueces habían elegido a alguien que “no fuma, no arroja televisores por la venta de su cuarto de hotel y duerme sólo con su esposa”. “Fue una decisión muy valiente”, dijo antes de tocar “Father & Son”, “Wild World” y “Peace Train” (junto a un coro) y retirarse en medio mientras era ovacionado con la gente de pie.
Bruce Springsteen presentó The E Street Band, con un largo discurso, íntimo y emotivo, en el que honró a cada uno de los integrantes de la banda, y le dedicó especial homenaje al fallecido Clarence Clemons”.
Entre discursos y canciones, Sprinsgteen y su banda monopolizaron el escenario por más de una hora y caldearon los ánimos de los miles de fanáticos de Nirvana que esperaban el momento anhelado, que llegó sobre el filo de la medianoche, luego de casi cinco horas de espectáculo.
“Al mirar a sus héroes, uno no debería sentirse intimado -dijo Grohl, uno de las últimos en hablar-. Al mirar el póster en la pared, no hay que pensar que uno no puede ser así. Debería pensar, quiero ser esa persona.”
LA NACION