11 May Horacio Guarany: “quizá no sea un gran artista, pero me siento como si lo fuera”
Por Alejandro Lingenti
Una historia de venganza basada en una antigua creencia popular. De eso se trata básicamente El grito en la sangre, película argentina con un protagonista inusual, el folklorista Horacio Guarany, que se estrena esta semana en todo el país. Hay una pequeña tradición local de películas gauchescas, y Guarany está involucrado en ella: una de sus escasas apariciones en el cine fue en La vuelta de Martín Fierro, largometraje que Enrique Dawi dirigió en 1974 (las otras fueron en películas relacionadas con la música: Si se calla el cantor y Argentinísima). A los 88 años, el creador de “Si se calla el cantor” goza de una vitalidad y un sentido del humor envidiables. Llega puntualmente al encuentro con LA NACION y no para de hacer bromas y rememorar anécdotas. Cuando se le pregunta si siempre tuvo esa memoria, replica al instante: “La pierdo cuando debo plata”, y de inmediato lanza una sonora carcajada.
-¿Cómo nació el proyecto de la película?
-A mí me gusta mucho escribir. En un libro que edité con historias criollas y creencias de los paisanos, había un relato sobre un gaucho asesinado a traición. Según la tradición, esa muerte debe ser vengada por el hijo mayor. En esta historia, el hijo sale a recorrer el campo con ese objetivo y vive muchas peripecias. Un día le alcancé el libro a la gente de San Luis Cine, a ellos les gustó mucho y nos ayudaron a hacer la película. Primero lo fui a ver a Leonardo Favio, amigo de muchos años, pero él no pudo hacerse cargo del proyecto, estaba con otras cosas. Fue Leonardo quien me recomendó a Fernando Musa. “Fernando te puede hacer una gran película”, me dijo. Y creo que lo hizo, aprovechó muy bien un libro humilde pero sincero.
-¿Cómo se sintió actuando?
Muy bien, tiene una magia especial trabajar en cine. Ya me había pasado antes. Es una sensación distinta a la que te provoca escribir una poesía o cantar en un escenario, son vibraciones diferentes. Pero uno siempre se eleva si siente el arte. Quizá yo no sea un gran artista, pero me siento como si lo fuera. Sin el arte no podría vivir, y creo que eso se nota en cada trabajo que hago. Acá no sólo actué, también hice la música. Tuve la suerte de encontrar una música que, aunque suene un poco engrupido, es muy buena. Me salió, alguien me la mandó de no sé dónde.
-¿Quiere trabajar de nuevo en cine?
Hacer una película es como conocer a una gran mujer, tener un gran amor y, de repente, no verla más. Ahora ya extraño esa emoción profunda que me provoca trabajar en cine. Sí, claro que quiero hacer otra.
-¿Alguna vez sintió que su trabajo artístico se volvía rutinario?
-Nunca lo sentí. Yo trabajo a mi ritmo, eso sí. Ahora estoy corrigiendo un libro que empecé hace seis años. Canciones no escribo más, hice tantas que ya no hace falta que haga otras. Me salen muy fácil, tengo como una maquinita interna para hacerlas, pero ya hice las suficientes.
-¿Cuántas escribió?
No llevo la cuenta. Es como si me preguntaras con cuántas mujeres estuve o cuántos vasos de vino me tomé en mi vida. Las canciones se hacen, no se cuentan.
-¿Hizo un balance de su vida artística?
Toda mi vida en general, no sólo la artística, ha sido una gran felicidad para mí. Vivir es una gran felicidad. Alguien me enseñó alguna vez que lo importante es saber vivir. No hace falta tener títulos, dinero o fama. Mejor es saber vivir en el sentido mas profundo del término. Los chicos aprenden matemática e historia, pero nadie les está enseñando qué es la vida. Antes que nada, uno debe saber para qué vive, insisto.
-¿No recuerda momentos amargos?
Sí, como todos, pero eso no me provocó odio. El odio es un veneno mortal. Cuando vos odiás a alguien, el veneno te mata a vos. Yo tuve la desgracia de nacer muy pobre. Mi viejo trabajaba como hachero de la empresa británica La Forestal, fue explotado ahí. Cada tanto, mis padres me entregaban a alguna familia para que me cuidara porque ellos no podían hacerse cargo. El dolor que me produjo eso se transformó en riqueza, finalmente. La falta de cariño, la falta de respeto al niño me terminó dando fortaleza y experiencia para escribir esas canciones que me llevaron a ser uno de los artistas más queridos del país.
-¿Quiénes son referentes importantes para usted?
José Hernández, Nicolás Guillén, Armando Tejada Gómez, Manuel Castilla… Pero el músico que más te inspira es el que llevás adentro. La riqueza de mi obra la logré observando a la gente, aprendiendo un poco de cada uno. Me he llenado de cosas importantes caminando por el país y el mundo. Y me he llenado de alegría, sobre todo. La risa es vida, el que no se ríe se está matando solo.
-¿Cómo ve la actualidad argentina?
La veo confusa, como se ve el mundo. Todo está distorsionado. El hombre, con una avaricia tremenda, ha destruido los valores naturales de la vida. Lo único que importa es el dinero. Hemos intentado cambiar la naturaleza con tal de obtener más ganancias. Veo una gran violencia y una gran confusión. Hay mucha crítica interesada y también mucho aplauso interesado.
-¿Qué cuenta pendiente tiene, qué siente que le falta conseguir?
Todo. Recién empiezo.
LA NACION