06 May A 95 años del nacimiento de Evita
Pocas veces un tema puede abarcar tantas aristas. Las historias y anécdotas son multitud y hacen difícil encontrar un foco. A 95 años del nacimiento de Evita (el 7 de mayo de 1919), reconstruir la relación entre ella y el movimiento obrero argentino es una tarea compleja, muchas veces dificultada por miradas sesgadas. Por ello, lo pertinente en términos históricos es pensar la relación entre Evita y los trabajadores a la luz de lo que generó –y aún genera– y de las cuestiones vinculadas a esa relación que, a pesar del paso del tiempo, tienen una llamativa actualidad. La mitología simplificó las cosas. Evita fue el centro de una relación casi maternal con los trabajadores y desde ese vínculo su personalidad trascendió la política para transformase en una figura prodigiosa. Se habla de la Dama de la Esperanza, de su energía de mujer dispuesta a todo, de una relación mucho más intensa afectivamente que la que generaba Perón. Como contrapartida, los detractores hablan de una mujer manipuladora, que propiciaba una suerte de socialismo primitivo y desprovisto de base científica y que, como síntesis de la irracionalidad, murió obsesionada con armar al pueblo trabajador para defender a Perón. Las dos miradas, más allá de los datos de la realidad en que puedan sostenerse y del valor indudable de la espontaneidad y honestidad intelectual de quien se comprometió sin especulaciones con su pensamiento, presentan la misma dificultad: le quitan a Evita trascendencia y la convierten en puro símbolo, cuya palabra y pensamiento no pueden tener valor en el presente. Sin embargo, hay ejemplos fundamentales que tienen una enorme significación para la Argentina de hoy, una presencia que es, sin duda, su mayor legado. El primer ejemplo tiene que ver con la posición de Evita en tiempos de crisis. Es indudable que a partir de 1949 los indicadores económicos de la Argentina comenzaron a debilitarse, resultado de medidas proteccionistas de Estados Unidos, malas cosechas y trabas internas que ponían las corporaciones argentinas para jaquear al peronismo con el objetivo de hacer fracasar al segundo Plan Quinquenal. A esas colecciones de adversidades se agregó que algunos sindicatos, alejados del gobierno, aprovecharan la situación para dejar en una posición de debilidad a los dirigentes más cercanos a Perón. En ese contexto, Evita, lejos de la imagen simplificada que se suele promocionar, asumió la coyuntura con madurez. Y exigió responsabilidad: “Tenemos que parar la carrera desenfrenada hacia la obtención de mejores salarios. Tenemos que buscar una dedicación constante de los obreros a sus tareas. Mejoremos la producción. Ha llegado la hora de que todos los dirigentes se sacrifiquen. Con mayor producción lograremos la baja de todos los precios.” No le importó que se acercaran las elecciones de 1952 ni que algunos gremios insinuaran crecientes acciones de protesta. Puso por delante, por sobre todas las cosas, el éxito del proyecto nacional. Y eso demandaba productividad y esfuerzo para un sector que podía hacerlo porque venía de varios años de crecimiento, desarrollo y obtención de nuevos derechos. En relación con esto hay otro punto fundamental: el de la defensa de un modelo. Con su salud quebrantada, Evita es propuesta por el movimiento obrero como candidata a vicepresidenta. Su histórico renunciamiento del 31 de agosto de 1951 es resultado de su situación personal, pero también de un complejo entramado de conflictos que no dejó de tener en cuenta. Por eso, pese a que a su estado era cada día más desesperante, dedica los últimos días de su vida a defender no sólo a Perón sino a advertir que detrás de los detractores se esconde la lucha por un modelo de país diferente. Dice Evita en su discurso por el Día del Trabajador de 1952: “Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de adentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma.” Una vez más, el pasado y el presente comparten desafíos comunes.
TIEMPO ARGENTINO