04 Apr Por el cambio climático, habrá más inundaciones y sequías
Por Nora Bär
Aumento de lluvias en el centro y norte del país, incremento de la duración y frecuencia de sequías en el Oeste y el Sur, multiplicación de eventos climáticos extremos e incrementos en las enfermedades de los cultivos de granos . Éstos son algunos de los efectos que ya se están haciendo sentir en la Argentina y que podrían repetirse con intensidad creciente en los próximos años o décadas, según el nuevo informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático que se presentó ayer en Yokohama, Japón.
El trabajo pasa revista a todo el conocimiento reunido sobre el tema , detalla las consecuencias del proceso en marcha y los escenarios futuros para todo el planeta. Para la Argentina prevé cambios en las precipitaciones, retroceso de los glaciares y caída de los rendimientos de la producción agrícola.
“El gran hallazgo de este informe es la conceptualización de la situación de riesgo. Nosotros puntualizamos que se debe no sólo a los fenómenos climáticos adversos, sino a su combinación con la vulnerabilidad y la exposición de las poblaciones”, explica desde Yokohama el argentino Vicente Barros, que copresidió el grupo responsable del estudio.
Para Barros, “La intersección de estos tres aspectos genera el riesgo de impacto. Como [por ahora] no podemos cambiar la dinámica climática, tenemos que actuar a través de la adaptación para incidir en la vulnerabilidad y la exposición. Parece trivial, pero nadie lo estaba planteando.”
Otro punto muy importante es que el trabajo logra identificar más de 120 impactos concretos atribuibles al cambio climático. En lo que no tuvieron éxito, confiesa, es en cuantificar los costos de la adaptación.
Aunque aclara que trataron de ser “lo más conservadores posible” , Barros subraya que “los riesgos se van a incrementar con el aumento de los gases de efecto invernadero”.
El calentamiento global es la elevación de las temperaturas medias del planeta que se desencadena por la emisión de gases como el dióxido de carbono, que se mantiene en la atmósfera durante un siglo.
El nuevo documento del IPCC, que analiza alrededor de 10.000 trabajos científicos y compila la información en una síntesis de 49 páginas para líderes políticos y 32 volúmenes de estudios, fue aprobado después de varios días de sesiones agotadoras por 309 autores principales de 70 países, que a su vez solicitaron la ayuda de 436 autores contribuyentes y 1729 revisores.
“Hay distintos escenarios, según si es mayor o menor el aumento de las emisiones -dice Barros, que venía de dirigir la maratónica reunión final para acordar el texto del informe, que se prolongó desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde del día siguiente-. A más emisiones, más riesgos… que no siempre se pueden neutralizar con adaptaciones. Si la mitigación es más efectiva, los riesgos serán menores”. Pero enseguida subraya: “Cualquiera sea el escenario, ya hay impactos”.
Las predicciones climáticas tienen mayor o menor robustez de acuerdo con el número de estudios que corroboran los resultados, explica el licenciado Osvaldo Girardin, de la Fundación Bariloche. “En la zona del Comahue y de Cuyo está lloviendo menos -afirma-. Eso está bastante probado y es probable que esa tendencia siga. En el Chaco y la zona pampeana llueve más. El tema es saber si esto se va a profundizar en el futuro. Otro aspecto que hay que tomar en cuenta es: ¿llueve parejo o se exacerban los fenómenos extremos? Esto incide en el impacto que sufren las personas.”
Para Ricardo Villalba, director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), este informe respalda los anteriores. “Hay mayor cantidad de datos, más contribuciones científicas y cada vez queda más claro el impacto en los sistemas naturales -comenta-. En los glaciares, este proceso es muy evidente. El IPCC lo define como «de alta confianza»; quiere decir que hay consenso. En la Cordillera, particularmente en Mendoza, hay retracción de los glaciares y disminución de las precipitaciones de hasta un 50%. La situación es crítica con sequías en el norte de la Patagonia y tiene una incidencia muy marcada en la disponibilidad de agua de la región.”
Entre otros impactos, el especialista destaca las grandes sequías e inundaciones. “Nos ha llamado enormemente la atención que las sequías de 1998 en el norte de la Patagonia y ahora en El Calafate y El Chaltén fueron tan marcadas que llevaron a la muerte de árboles que tenían 300 o 400 años -detalla el científico, cuyo instituto contribuyó con varios de los estudios que integran el nuevo informe-. Quiere decir que el sistema climático se está desplazando fuera de los rangos históricos.”
Aunque todavía resta concluir el inventario de glaciares, se estima que entre 1984 y 2004 hubo reducciones de entre el 10% y el 20% en la mayoría de los cuerpos de hielo, fundamentalmente en los Andes centrales. “Los glaciares son los grandes reguladores del ciclo hidrológico -dice Villalba-. En años de gran precipitación, agrandan su masa, y la entregan cuando hay menos nieve. Esa capacidad amortiguadora está desapareciendo como consecuencia del cambio climático.”
Los efectos del cambio climático serán heterogéneos. Los riesgos serán grandes y chicos. Algunas regiones tendrán demasiada agua; otras, no la suficiente. Y cualquier cambio en el clima aumentará la vulnerabilidad de los más desprotegidos.
Pero el proceso es tan complejo que no todas sus consecuencias son negativas, y tampoco dependen solamente de los factores climáticos.
“El aumento de las precipitaciones multiplica la frecuencia de inundaciones, pero también permitió la extensión de la frontera agrícola hacia el Oeste y hacia el Norte, y el gran aumento de la producción del campo -dice Girardin-. Cada vez se puede analizar menos el cambio climático sin tener en cuenta las acciones humanas, ya que hay decisiones que exacerban el impacto del clima.”
En estos momentos, los mayores emisores de gases de invernadero son China, Estados Unidos y la India, en ese orden. “Hay 35 o 40 países que emiten el 80%. Nosotros no superamos más del 0,8% del total mundial -dice Girardin-. Pero aunque «hagamos todos los deberes», igual tendremos que adaptarnos. Sin embargo, hay que desterrar la visión catastrófica: parece que los dioses nos castigaran y no pudiéramos hacer nada. Hay mucho que todavía se puede hacer para que el impacto sea el menor posible.”
En este sentido, los especialistas coinciden en que el trabajo es muy importante por su enfoque. “Es una estimación de las consecuencias que se completará en mayo con una propuesta de las medidas de respuesta -dice el embajador Raúl Estrada Oyuela, factótum del Protocolo de Kyoto-. Los informes tienen que influir decisivamente para la negociación de fin de año en Lima y de 2015 en París. En los años noventa se produjo un informe que dio origen a la convención [de cambio climático]; en el 95, otro nos permitió llegar al Protocolo de Kyoto. En 2007 se produjo otro informe que no llegó a cuajar como hubiera debido en la reunión de Copenhague. Y ahora nos estamos aproximando a la reunión de París, donde este informe debería ser definitorio.”
LA NACION