La neuromagia revela sus trucos. El cruce entre la ciencia y el ilusionismo

La neuromagia revela sus trucos. El cruce entre la ciencia y el ilusionismo

Por Sebastián Campanario
Desde la sorpresa que generan con la “desaparición” de un objeto o de una persona en un acto de ilusionismo hasta la manipulación sutil de la mente de alguien de la audiencia para que elija una determinada carta de un mazo, los magos sacan provecho al límite de “zonas grises” de la atención, la percepción y la memoria de los espectadores. Una nueva disciplina, la “neuromagia”, se propone estudiar este cruce de conocimientos para aplicar los descubrimientos con fines terapéuticos y robustecer la teoría de la decisión. El cruce, insólito, tiene sus cultores en la Argentina, que aseguran que el mayor show de magia del mundo es el que ocurre en nuestro cerebro.
“Siempre me llamó la atención que en la literatura sobre toma de decisiones no hubiera casi nada sobre magia, siendo dos campos que naturalmente están tan ligados”, cuenta Andrés Rieznik, un físico de 37 años que desde hace un tiempo se viene dedicando a esta nueva disciplina. A los 10 años, Rieznik tomó clases con el mago Charly Brown (que en esa época era muy famoso y trabajaba en el programa Sábados de la bondad) y desde entonces practica trucos en forma amateur. Su llegada a la neuromagia se dio en forma casual. El laboratorio de electrónica de la UBA donde investigaba en 2011 es¬taba enfrentado al de neurociencia integrativa, que dirige Mariano Sigman. En charlas de pasillo, ambos imaginaron experimentos que vincularan a las dos áreas, consiguieron fondos para llevarlos a cabo y escribieron estudios al respecto.
Tanto en neurociencias como en magia, la Argentina es un outlier: tiene representantes con logros fuera
de serie, que están muy por encima de lo esperable sobre la base de su PBI. El país tiene cuatro campeones mundiales de magia, y Brasil ninguno, por caso. “Hay razones históricas. Aquí vinieron muchos magos de primera línea que escaparon de la guerra e hicieron escuela; en su momento el show de Fu Man Chú era considerado el mejor acto de ilusionismo del mundo; y hoy tenemos a figuras como René Lavand, Henry Evans o Adrián Guerra–cuenta Riez-nik–, pero creo que los argentinos nos las arreglamos bastante bien en este campo porque, en el fondo, somos buenos chamuyeros.” Años atrás, el físico fundó, junto a su hermano Martín y a un tercer socio, una “escuela de seducción” y vivió un tiempo de esa empresa, dando charlas sobre el tema por América latina.
“La magia y la neurociencia cognitiva se ocupan de lo mismo: ¿qué hace que elijamos una opción entre tantas? ¿Por qué algunos recuerdos se graban como en piedra y otros se desvanecen? ¿Cómo se construye una memoria? ¿Qué es la conciencia? ¿Cómo formamos una trama perceptual continua y coherente a partir de fragmentos en el espacio y en el tiempo? –dice Sigman–. Los magos son como los ingenieros de la conciencia. Hace milenios que se preguntaron cómo funciona para poder cimentar ilusiones efectivas. El mago hace que elijamos lo que él quiere, haciendo que pensemos que elegimos lo que nos da la gana. El mago sabe que si dirige la atención a un punto hay grandes fragmentos del espacio y el tiempo a los que somos, literalmente, ciegos”, agrega.
A nivel internacional, las mayores autoridades en el campo de la neuromagia son dos neurocientífcos unidos en matrimonio, Stephen Macknik y Susana Martínez-Conde, que investigan en el Instituto Neurológico Barrow (Estados Unidos). “Los trucos funcionan porque nuestros cerebros son hackeables en su proceso de atención y de memoria. Entendiendo cómo los magos hackean nuestros cerebros podemos comprender mejor los trucos cognitivos que se usan en estrategias publicitarias, negociaciones y tratamientos terapéuticos de personas con difcultades neurológicas”, cuentan Macknik y Martínez-Conde en su libro Sleights of Mind (un juego de palabras en ingles que remite a sleights of hand: prestidigitación, pero con la mente en lugar de con los dedos).
El abordaje científico de la magia no es nuevo. “El primer tratado escrito sobre magia se llama The Dis-covery of Witchcraft, de 1584, escrito por sir Reginald Scot. Es una recopilación de trucos para que la Iglesia no quemara a personas acusadas de brujería”, dice ahora Sebastián Tabany, mago desde 1999 y miembro de la International Brotherhood of Magicians (IBM). “Creo que la mejor herramienta para un mago, que tiene que ver con la parte neuro, es lo que el ilusionista Michael Close llamó «suposición o conjetura». Close sostiene que el público tiene varias suposiciones sobre la magia y el mago debe navegar en esos supuestos y darlos vuelta para lograr que el público crea lo imposible. Por ejemplo, uno de estos supuestos es: el truco empieza cuando aparece el mago. Algo que es falso, porque los magos ya tienen preparadas decenas de cosas antes de subir a escena”, cuenta Tabany, a quien le cuesta definir qué poner en su tarjeta personal, o en la categoría del monotributo, cuando declara impuestos: es guionista y realizador de cine, crítico del mismo arte, caricaturista y cuarto dan de si-palki. Actualmente está realizando un documental sobre la magia en la Argentina.
“El neurocientífco se acerca a la conciencia desde un camino más analítico. No recopila la historia de sus experimentos en trucos, sino en textos que relatan cómo funciona la memoria y la conciencia. Hoy, la magia y la neurociencia se encuentran”, afirma Sigman. Junto a Rieznik, Sigman realizó un experimento en el cual se midió el tamaño de una “zona de credulidad”. A varias personas
se las sometió a una manipulación común entre los magos, que consiste en lo siguiente: se les pasa muy rápido un mazo de cartas, pero en una de ellas, la mano del mago se las ingenia para exponerla unos milisegundos más. Una forma poderosa de “sesgar” la preferencia del espectador, que luego tendrá una tendencia a seleccionar esta baraja.
Sigman y Rieznik hallaron una región gris, entre los 120 y los 200 milisegundos, en los cuales el mago puede aumentar su probabilidad de engaño sin que la audiencia sienta que se la está forzando más. “Les pedimos a los encuestados que califquen del 1 al 10 cuán forzados se sintieron a seleccionar determinad alternativa, y de esa forma pudimos llegar al resultado”. La neuromagia de esta forma, puede ayudar a perfeccionar el trabajo de los profesionales de la prestidigitación, dándoles herramientas más precisas. Y a mejora técnicas que pueden usarse en infinidad de situaciones de la vida cotidiana: Tabany cuenta que, cuando era soltero, usaba estrategias de magia para conseguir teléfonos de chicas en las fiestas. Como diría René Lavand “No se puede hacer más lento”.
LA NACION