21 Feb Turf: Ventanillas vacías y mesas llenas
Por Andrew Beyer
Nota que apareció en el Washington Post sobre la industria del turf en USA
Tal vez las carreras de caballos no estén muertas. A pesar de no haber ningún potrillo con chance para consagrarse como triple coronado, 73.857 personas asistieron al hipódromo para ver el Belmont Stakes y el rating de la televisión ascendió a un 44 por ciento más que en la última temporada. El Belmont S. tuvo también otros signos positivos, mantuvo el auge que ya habían creado el Derby de Kentucky y el Preakness entre los negocios paralelos y la televisión, asi como proyectó el libro Seabiscuit: Una Leyenda Americana, al tope de la lista de “bestseller”.
Sin embargo, la euforia del turf contrastó notablemente con la recaudación lograda, que estuvo dentro de parámetros medios. Esto es, por supuesto, algo previsto en estos nuevos tiempos del turf. Todo lo que hay que hacer es simplemente observar alrededor de la redonda en una reunión común, un día de carreras. Varios colegas describieron esta situación, por ejemplo Norman Chad, quien visitó varios hipódromos y sacó la siguiente conclusión: “Esto es lo que vi en todos, docenas de hombres, ninguno menor a los 40 años, generalmente gordos, con un pancho y nachos diet en la mano y un pack de cervezas. Las ventanillas de apuestas parecen una larga línea con destino de purgatorio. Si este es el futuro de las carreras de caballos, de pronto le doy más chance al soccer (fútbol).”
Estas descripciones no son demasiado exageradas, me siento deprimido cuando veo poca gente alrededor de Belmont Park, un hipódromo que da muchas facilidades para llegar y ofrece gran comodidad. Pero es engañoso medir sólo un aspecto del negocio de las carreras -asistencia de espectadores- y concluir que eso define el estado del DEPORTE. La industria del turf tomó una decisión en la última década para cambiar la naturaleza tradicional de sus operaciones. Incluso los puristas reconocieron que, en el mundo moderno, no ha sido un gran negocio pedirle a los aficionados que vengan de un lugar remoto la tarde de un día feriado para gastar su tiempo sentado por 30 minutos entre carreras. Últimamente el turf comenzó a ofrecer productos más interesantes y llevarlos más cerca de los consumidores. La gran figura de la nueva era ha sido el simulcast interestatal, carreras en vivo y televisión en casa, apuestas por teléfono y por internet. Amén de la popular creencia que la actividad hípica está en franca declinación, estos cambios han sido el combustible que hizo crecer a la industria. Durante los primeros años de los noventa, el total de apuestas en los Estados Unidos fueron básicamente planas. Cerca de 10 billones de dólares fueron jugados en 1994 y desde allí la tendencia fue levemente alcista. Las apuestas en el años 2.000 excedieron los 14 billones de dólares. La plata de juego, un indicador crucial de la salud de las apuestas, creció también acomodándose fácilmente a la inflación. El crecimiento vino precisamente porque los hipódromos cesaron de depender exclusivamente del tradicional producto vivo, ocupándose más de explotar grandes locales donde el público puede servirse a gusto y con precios bajos. Los clientes que alguna vez estuvieron en las tribunas, están ahora sentados en butacas viendo por televisión las carreras desde las agencias, poniendo muy poca atención a los caballos en sí mismos. O quizás estén en cómodos sillones jugando desde la casa. Los hipódromos tradicionales son tan grandes como anacrónicos, con estructuras lujosas en tiempos donde la mayoría de la gente prefiere shopping centers y agencias del vecindario. Pero estos cambios no significan que la industria de los grandes bancos estén muertos ni tampoco las carreras de caballos.
Uno puede esperar que la industria del turf tratará de poner la mayor fuerza en su propia salud, a pesar de que mucha gente sin coraje comercial siga teniendo un punto de vista pesimista. “Nuestra imagen se ha vuelto algo así como la de alguien que se lastimó a sí mismo” dijo Chip Tuttle, consultor en comunicaciones de la National Thoroughbred Racing Association, “tenemos gente que piensa que amenazando con cerrar el hipódromo, se logra una estrategia efectiva con el público”. Debido a que las apuestas son tan duramente reguladas con las cargas impositivas, los líderes de la industria a menudo ponen énfasis en lograr una ayuda legislativa. Esto es verdad en Maryland, donde lo dirigentes creen que esa malas noticias de mayores impuestos puede desembocar en una mayor chance para lograr colocar máquinas tragamonedas en los hipódromos. Los optimistas de la industria piensan que pueden construir un nuevo turf sobre el aumento de audiencia en televisión y el enorme suceso de la Triple Corona. “Estamos abriendo camino” señaló Barry Schwartz, gerente de la New York Racing Association , “y no creo que nadie en Belmont pueda pensar otra cosa. Tenemos una gran representación de gente joven y todos estamos pasando por buenos momentos. Por supuesto que he leído historias de un turf moribundo, pero estamos lejos de eso cuando en el Derby asistieron 150 mil personas y en el Preakness, más de 100 mil. El desafío para nosotros es poner un gran show que acerque 20.000 personas en un sábado común de carreras”. Aún cuando ese resurgimiento nunca ocurra (y probablemente sea así), una valoración realista de la salud del turf no necesariamente tiene que ser horrible. El sport tiene ciertos eventos que generan entusiasmo popular y grandes multitudes: la Triple Corona, la Breeder’s Cup, y los meetings de Saratoga y Del Mar. Una era que pone énfasis en simulcast y jugadas telefónicas no es tan atractiva como aquellos días donde 40 mil personas se acercaron para ver una corrida de Seabiscuit, pero tampoco es tan desastrosa ni triste como se puede pensar.
Washington Post en “TIEMPO DE TURF” Nº39