05 Mar Esa rubia debilidad
Por Javier Porta Fouz
Ahora, con la distancia que dan los años, podemos afirmar lo que era bastante obvio: en los ochenta y en los noventa no hubo actriz más grande en Hollywood que Michelle Pfeiffer. Una gran cantidad de grandes películas de géneros muy diversos (su versatilidad es tan evidente que es ocioso argumentar sobre ella) y otras que ella convertía en grandes, o al menos memorables, o que las dotaba de un encanto adictivo. Sus performances magnéticas pasaron al siglo XXI, pero con menos frecuencia, menos visibilidad, con películas más chicas, menos memorables. Desde mediados de los noventa, Pfeiffer comenzó a bajar el ritmo de trabajo mientras formaba una familia con David E. Kelley, el creador de Chicago Hope y Ally McBeal . El cine perdió así parte de su presencia, lo que ha implicado resignar una enorme cantidad de belleza, fotogenia, movimientos y facciones de una gracia inconmensurables (aunque alguna vez se hizo una medición de las proporciones faciales de las actrices de Hollywood y la más cercana al número perfecto fue ella).
En enero pudimos disfrutar de otro regreso de Pfeiffer -nunca se va del todo, pero la escasez de su presencia en el cine del siglo XXI nos hace ver cada papel como una vuelta- Familia peligrosa de Luc Besson, junto a Robert De Niro y Tommy Lee Jones.
Por supuesto, si hay algo excelso en esta película (sobre una familia mafiosa transplantada a Francia y protegida por el FBI) es Michelle Pfeiffer quien, a diferencia de De Niro, desconoce lo que es actuar “de taquito”. Pfeiffer siempre transmite una elegancia única, una actuación sin el más mínimo rastro de desgano, lo que quizás provenga de lo que siempre ha declarado: su miedo a estar haciendo las cosas mal, a pasar vergüenza. La seguridad aplastante en la pantalla proviene de su inseguridad injustificada.
Hubo un momento clave de la carrera de Michelle Pfeiffer que ahora, también con la distancia, revela aún más su importancia. Nunca ganó un Oscar: sólo tuvo tres nominaciones. En una de esas nominaciones, Pfeiffer venía cosechando todos esos premios previos que hay que ganar para conseguir un Oscar, o que indican que éste viene en camino. Pero no, su inolvidable trabajo en Los fabulosos Baker Boys no ganó el premio de la Academia. Lo ganó la veterana Jessica Tandy por Conduciendo a Miss Daisy, en lo que muchos vimos como una defraudación y nos hizo creer un poco menos en esos premios que nunca podemos abandonar del todo. Pfeiffer en Los fabulosos Baker Boys actúa, canta y seduce a los hermanos Bridges. Y su seducción en esta película debería estar categorizada científicamente. En los noventa, Pfeiffer fue elegida en primer lugar o en los primeros lugares en tantas listas de belleza, seducción y capacidad estelar que sería muy largo citarlas, pero esas caricias no compensaron ese premio no conseguido.
La carrera de Pfeiffer, si uno la mide con aquellas que la rodean, es difícil de igualar: tal vez solo Meryl Streep esté a su nivel. En cuanto a actores, compartió cartel con Harrison Ford, Robert De Niro, Sean Connery, Jack Nicholson, Bruce Willis, Alec Baldwin, John Malkovich, Jeff Goldblum, Kevin Kline, Daniel Day-Lewis, Michael Caine, Mel Gibson, George Clooney, Kurt Russell, Robert Redford, Johnny Depp, Sean Penn y Jeff Bridges.
Y faltan muchos nombres más. El de Al Pacino, por ejemplo, con quien hizo dos películas en dos momentos muy distintos de su carrera: una en los comienzos, cuando ella era “la rubia” que había hecho la secuela de Grease, cantando y bailando los musicales más absurdos (Grease 2 es una cumbre del cine ridículo, pero ese es otro tema). De esa película saltó a Caracortada (1983), y a las grandes ligas. Es conocida la anécdota de que Pacino no la miraba muy bien en los castings hasta que en una prueba ella le cortó accidentalmente la mano con un vidrio. Ese momento, según cuenta Pfeiffer, fue cuando él empezó a mirarla mejor. Volverían a trabajar juntos, ya ambos como estrellas más parejas, en la subvalorada (y encantadora) Frankie & Johnny (1991), poco después de Los fabulosos Baker Boys, que de alguna manera era un reverso para Pfeiffer: su Frankie pasaba por una seducción más terrenal, menos rutilante. Claro, también merecía un Oscar. Pero nada.
Con Caracortada, además, su carrera dejaría de estar amenazada por una sucesión interminable de papeles decorativos como “la rubia hermosa”. Con esa película tuvo su primer gran director: Brian De Palma. Luego vendrían John Landis (dos veces, su capacidad para la comedia más absurda brilla en Mujeres amazonas en la luna), Jonathan Demme, Mike Nichols, Robert Zemeckis, Tim Burton (dos veces), Stephen Frears (dos veces), George Miller, Rob Reiner, Martin Scorsese.
Estuvo muy cerca, con meses de ensayo y todo (pueden buscar sus demos cantados para el proyecto) de ser Evita, dirigida por Oliver Stone. Y más allá de la opinión que se pueda tener de Stone, al escuchar a Pfeiffer cantar da la sensación de que ese proyecto con ellos podría haber sido mucho mejor que la catástrofe perpetrada por Alan Parker -Madonna-Banderas.
Otra película que debería haber hecho Pfeiffer es la vida de Deborah Harry, la cantante de Blondie. Su parecido es notable (la propia Harry ha dicho que elegiría a Pfeiffer para que la interprete). Por otra parte, el papel de Pfeiffer en la remake de Hairspray (en donde también era lo mejor de la película) es el mismo -la villana Velma Von Tussle- que hizo Debbie Harry en la versión original de Waters. Y también queremos que alguna vez actúe con y dirigida por Clint Eastwood, y bajo las órdenes de su amigo Spielberg. Y tenemos muchos otros deseos, pero nos alegramos con sólo verla otra vez en la pantalla.
DE ARISTÓCRATA A GATÚBELA, DIEZ MUESTRAS DE SU TALENTO
Los momentos más altos de una carrera de tres décadas
1992 Batman vuelve
Tim Burton obtiene las mejores oscuridades de Pfeiffer, aquí y en Sombras tenebrosas. Su incendiaria Gatúbela es un hito irrepetible.
1989 Los fabulosos Baker Boys
La película de Pfeiffer seductora por excelencia, por la que mereció el Oscar y no lo ganó, y en la que volvió a cantar. Inolvidable.
1983 Caracortada
Su primer papel importante, en una película de una intensidad endemoniada. Entre tanto fuego alrededor, ella era hielo y quemaba igual.
1988 Traición al amanecer
Disputada por Mel Gibson y Kurt Russell y dirigida por el gran guionista Robert Towne, quizá sea la película en la que está más hermosa.
1988 Relaciones peligrosas
Dirigida por Stephen Frears y manipulada por la malvada Glenn Close, su actuación como Madame de Tourvel es desgarradora.
1987 Las brujas de Eastwick
Una maravilla del humor negro que nos ofrece un potente aquelarre de morocha (Cher), pelirroja (Susan Sarandon) y rubia (Pfeiffer).
1993 La edad de la inocencia
Otra aristócrata, la condesa Olenska, en la película más arrebatadoramente romántica de Scorsese ¿Por qué no se dio vuelta a tiempo?
1999 Nuestro amor
Gran comedia de matrimonio injustamente maltratada en su momento. La interacción con Bruce Willis es vibrante. Para recuperar.
2000 Revelaciones
Antes de que los fantasmas fueran plaga, Zemeckis demuestra que Pfeiffer es una gran actriz para el terror (y cualquier género).
1995 Mentes peligrosas
Lobo (1994) es mejor, pero aquí asistimos a un show-Pfeiffer, a la máxima demostración de su poder como estrella. Y fue un gran éxito.
LA NACION