25 Feb “El exterior del caballo… es bueno para el interior de las personas” (Churchill)
Por Antonio ROSSO
Winston Churchill, además de la relevancia adquirida en el mundo de la política internacional -resultó el gran estratega que Inglaterra tuvo en el Siglo Veinte-. También se destacó por su profunda inclinación hacia todo aquello concerniente a la raza del caballo de carrera; raza en la cual fue destacado propietario, y en algunas ocasiones, entusiasta criador con yeguas que defendieron sus colores en las pistas. Se dice que en los muchos encuentros que mantuvo con F. D. Roosevelt, gestor de la recuperación norteamericana tras la debacle económica de 1929, más allá de los álgidos temas de interés internacional que tuvieron que tratar, nunca faltó para los dos estadistas un espacio de tiempo -y necesidad espiritual-, para intercambiar comentarios referentes al caballo de carrera, por el cual -como dije- no disimulaban profunda admiración. En Thoroughbred -Racing y Breeding- libro norteamericano que data de 1945, descubrí una foto registrada en Syracuse en 1925; placa donde se observa, a Roosevelt, acotados sus movimientos por la parálisis que lo mortifico en gran parte de su vida, acariciando a Exterminador, el descendiente de Mogee y Fair Empress, elemento que a lo largo de su campaña, -que tuvo comienzo en 1917 y finalizó en 1924-, realizó 100 presentaciones donde obtuvo 50 triunfos, 17 segundos puestos y 17 terceros, y acreditó la particularidad (posiblemente un récord mundial) de ser entrenado durante su prolongado trajinar en las pistas, por 9 (nueve) preparadores distintos. Su propietario, Willis Sharpe Filmar, mantuvo desde siempre Roosevelt con Exterminator un sólido vínculo de amistad con Roosevelt.
El hacedor de la revolucionaria política social y económica de los años treinta nunca, a pesar de sus agobiantes responsabilidades, dejó de mantener contacto con los caballos de carrera; no siendo impedimento sus duras tareas, el poder visitar distintos establecimientos de cría. Winston Churchill, además de las satisfacciones que le dieron muchos de los ejemplares de los que fue propietario, como su amigo y aliado norteamericano, tuvo también inclinación por un ejemplar, en este caso se trató de un hijo de Hyperion. El ejemplar no era de su propiedad, pero sí de su Majestad Inglesa: Aureole. La derrota sufrida ante Pinza por el caballo real en el Derby de Epsom de 1953, causó desasosiego en el pueblo británico, al ver la frustración manifestada por su Reina, al no lograr el trofeo más preciado, ganado en otras épocas por la familia real; prueba considerada, por prestigio y “longevidad”, la más celebre del mundo hípico.. No faltará oportunidad para seguir comentando la atracción que, a través de sus centurias de historia, el pura sangre de carrera ejerce sobre los hombres de todas las nacionalidades, sin marginar condición social, cultural, política y religiosa.
Sí: comparto con el combativo inglés su pensamiento:
“El exterior del caballo… es bueno para el interior de las personas”.
Estudiando a fondo al prodigio de la Madre Naturaleza que son los individuos de la fina raza -más allá de los matices lúdicos que encierra la actividad a la cual pertenecen- fácilmente, mi querido amigo lector, podrás
comprobarlo.
PUROS DE CARRERA