26 Feb Ni tan feos, ni sucios, ni malos: la ciencia ya defiende a los gérmenes
Por Sergio Di Nucci
En las publicidades latinoamericanas de jabones o detergentes, los gérmenes son feos, sucios y malos. Reclaman a poderosos agentes del orden como Espadol o Mr. Músculo para acabar con tanta fealdad intrusa y delictiva. Así lo advierte una de las muchas páginas que informan en la red sobre la perversidad de los gérmenes: “La realidad es que el manubrio de los carritos de supermercado, las pistolas de los surtidores y las barandas de escaleras están sucias, por poco atractivo que parezca. Los microbios están en todas partes. Sin embargo, no se puede vivir envuelto en una burbuja de plástico. Debe usted ser prudente y tomar precauciones para ahorrarse un viaje a la sala de emergencias, o al quirófano.” La fábula sobre la suciedad tiene una limpia moraleja: el dolor, la enfermedad, la decadencia y la muerte aguardan a quienes no vivan para combatir a los gérmenes.
A este marketing monótonamente pavoroso se opone un extenso artículo publicado en The New Yorker, que fue comentado, ampliado y respondido con infecciosa fruición por otros en la prensa mundial. El semanario neoyorquino cuestionó la terrible maldad de los gérmenes y sus irreversibles perjuicios para la salud de los seres humanos. “Los gérmenes hacen que nos enfermemos. Pero todo el mundo hace foco en los daños. Y no es tan simple, porque sin la mayoría de estos organismos, el ser humano no podría sobrevivir.” Palabra de Martin J. Blaser, director del Departamento de Medicina y Microbiología en la New York University School of Medicine,
El doctor Jaime Lazovski, subsecretario de Relaciones Sanitarias e Investigación y director de ANLIS “Dr. Carlos G. Malbrán”, que depende del Ministerio de Salud de la Nación, asegura en que “en las últimas décadas se ha investigado mucho a nivel genético, con la expectativa de encontrar en nuestro ADN la clave para explicar y entender muchos de los problemas de salud que nos aquejan, sin embargo, la referencia a los aportes que realiza la flora principalmente bacteriana que coloniza el cuerpo humano es ya conocida desde hace tiempo. Por ejemplo, la flora saprofita del intestino descompone sustancias que pueden ser nocivas o incluso produce moléculas vitales para el ser humano como la vitamina D. Estos gérmenes además compiten en la luz intestinal por nutrientes con bacterias que sí pueden causar enfermedades e impiden de esa manera su acción patógena. Otro ejemplo es la flora residente de la piel, que puede ser estimulante para el sistema inmunológico. En resumen, el efecto simbiótico, es decir, de beneficio mutuo, entre microorganismos y seres humanos es bastante conocido. Lo que sí resulta novedoso, aunque en el artículo no se desarrolla, es el hallazgo de que estas bacterias pueden afectar químicamente el cerebro, modificando el humor o el comportamiento. Es decir, preguntarse cuánto de humano hay realmente en ser ‘humano’ resulta una cuestión bastante desafiante, y el hecho de que se esté investigando en esa dirección es muy alentador”.
DE LA REALIDAD A LA LEYENDA. Toda una batería de filmes y especiales de la televisión por cable explotan y reverencian el horror a virus y bacterias. Tienen su público, que los sigue con una devoción que no siempre se detiene a distinguir entre la exactitud científica y la superstición massmediática. Pero las bacterias representan una de las formas de vida vegetal más antiguas y resistentes del planeta Tierra, y al parecer solo se conoce el 10% de todas bacterias existentes. A estos datos se añade otro que sus divulgadores gustan de que luzca escalofriante: las investigaciones de los últimos años indican que en nuestro cuerpo hay tantas células humanas como células bacterianas. Sin embargo, buena parte de estas bacterias son benéficas, y nos hacen ser lo que somos (y seguirlo siendo) casi tanto como nuestro ADN.
A las bacterias presentes en nuestros cuerpos se suman virus y hongos. La mayoría de ellos ingresan por nuestra boca o por nuestras narices. Allí están, librando las batallas de la lucha por la vida en el interior de nuestros sistemas digestivos, en nuestras encías, en nuestras pieles. En nuestros cuerpos conviven diez mil tipos de bacterias diferentes y pesan algo así como dos kilos, si pudiéramos juntarlas a todas juntas en un mismo recipiente.
El autor de aquel artículo del New Yorker acumuló citas de fuentes académicas que alegan que este verdadero microbioma de bacterias juega un rol tan determinante en nuestras vidas que estos científicos comienzan a reconsiderar qué significa ser un “ser humano”. Es una nueva revolución científica. Nuestra salud se ve determinada por los genes, pero a su vez estos están determinados por nuestras bacterias, por las bacterias que se tocan con ellos. El diario británico Daily Mail publicó en abril de este año una nota en relación a este gran tema. Colocaba su foco en la revelación de que los gérmenes, además, influyen en el estado de ánimo de los seres humanos. Un estudio realizado con ratones alimentados con “baterías amistosas”, o lactobacillus demostraba que estos roedores se mostraban, por la leche, menos ansiosos e insatisfechos que el resto.
“El 90% de nuestro cuerpo son bacterias”, explica Philip Calder, experto en inmunología nutricional de la Universidad de Southampton. La mayoría de estas bacterias son inofensivas y beneficiosas, pero por cierto abundan las bacterias malas para la salud. Por ejemplo, las bacterias ‘malas’ pueden atacar las células del sistema inmunológico y afectar a los recubrimientos de los nervios causando síntomas de la esclerosis múltiple. Las alteraciones en las bacterias del intestino se han vinculado a la diabetes, la obesidad, el autismo, la psoriasis, el asma y otras condiciones inflamatorias del intestinon. Justamente, en la Argentina la doctora Marcela Alejandra Manghi, directora del Laboratorio de Modulación de la Respuesta Inmune, viene trabajando en las influencias de bacterias benéficas en el intestino. Consultada por Tiempo Argentino, coincidió en dos puntos: “Existen otros grupos, además del mío, que estudian otros microorganismos en modelos distintos y sí, como dice el artículo del New Yorker que citás, la investigación en bacteria se ha convertido en los Estados Unidos en un nuevo vasto campo de investigación, tan estimulante que los estudios del ADN, al punto que se está hablando de considerar a la microbiota de mucosa como otro órgano más del hospedador”.
“En los últimos años –añadió la doctora- nos abocamos a estudiar la actividad inmunorreguladora de un germen, una cepa aislada del medioambiente, que hemos probado con ratones. Administramos esa cepa y se adhirió e implantó en el intestino de ratones, sin que ello haga variar su flora de enterobacterias.” La cepa no dañó la mucosa intestinal y generó beneficios que es no es fácil entender sin apelar a términos técnicos, los que emplea la doctora. La cepa protegió a los ratones de Salmonella serotipo enteritidis.
TIEMPO ARGENTINO