24 Feb Con cuatro medidas se evitaría hasta un 20% de los infartos
Por Fabiola Czubaj
Prevenir es mejor que curar. Consumir apenas un gramo menos de sal por cada cien de pan (algo así como cuatro rebanadas) evitaría en una década alrededor de 60.000 muertes cardiovasculares. Además, de paso, se podrían ahorrar casi 1,5 millones de pesos.
Si se le suman a ésta otras tres medidas sencillas y económicas, se podría reducir hasta el 20% la mortalidad y la discapacidad que producen los infartos cardíacos y cerebrales en el país.
Son el uso de una terapia combinada, como una “polipíldora”, en los mayores de 35 años con alto riesgo cardiovascular: controlar la hipertensión y el colesterol alto en las personas sin tratamiento, y promover la cesación tabáquica a través de una campaña mediática.
Todo esto es lo que revela el primer análisis local sobre el impacto sanitario de las seis principales intervenciones recomendadas para cuidar el corazón y las arterias.
“Poner en práctica estas medidas nos costaría alrededor de 300 millones de pesos para disminuir entre el 10 y el 20% la mortalidad por infartos o accidentes cerebrovasculares (ACV). Hoy, el costo de tratar las complicaciones asociadas supera alrededor de 1500 millones de pesos”, precisó ayer a La Nacion el doctor Adolfo Rubinstein, presidente del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) y autor principal del estudio que acaba de publicar la revista BMC Public Health .
El objetivo de este relevamiento sobre la carga de la enfermedad cardiovascular atribuida a factores de riesgo modificables, como la hipertensión, el tabaquismo, la obesidad o el sedentarismo, entre otros, es “comunicar con evidencias científicas y económicas” cuál es el impacto social, sanitario y financiero de estas estrategias en nuestra población, así como conocer dónde las autoridades deberían invertir más dinero en salud pública.
“Los resultados demuestran acabadamente que prevenir es más barato que curar”, señaló Rubinstein, que también dirige la maestría en Efectividad Clínica de la Facultad de Medicina de la UBA y el Centro de Excelencia en Salud Cardiovascular para el Cono Sur (Cescas), que funciona en el IECS, con apoyo del Instituto Nacional de Corazón, Pulmón y Sangre de los Estados Unidos.
Una epidemia
En nuestro país, los problemas cardiovasculares son una epidemia.
Una de cada tres muertes es por una enfermedad del corazón o las arterias. El infarto y el ACV lideran esa lista de afecciones, que causan el 34% de las 304.525 muertes anuales en el país, según cifras del Ministerio de Salud para 2009. También provocan casi el 13% de las discapacidades a partir de los 35 años.
La presión alta, por encima de 140/90 mmHg, es uno de los principales factores de riesgo: causa más de un tercio de los infartos cardíacos y cerebrales en hombres y mujeres. Una verdadera epidemia.
Sin embargo, uno de cada dos hipertensos ignora que lo es o lo sabe, pero no recibe tratamiento alguno. Algo similar ocurre con el colesterol alto (más de 240 mg/dl).
De hecho, la politerapia que adaptó y evaluó el equipo del IECS para las personas con más de un 20% de riesgo de tener un infarto o un ACV en los próximos 10 años incluye cuatro fármacos económicos para normalizar el colesterol en sangre y la presión. Son un diurético (25 mg de hidroclorotiazida), un antihipertensivo (10 mg de enalapril), una aspirina (100 mg) y una estatina (10 mg de atorvastatina).
“Estimamos que el costo total de darle gratuitamente la politerapia a todo el que la necesite alcanzaría los 35 millones de pesos por año. Y eso, en el escenario más conservador, es decir que muchos no la tomen, reduciría por lo menos el 2-3% de la carga de la enfermedad cardiovascular. Pero, según nuestro modelo analítico, podríamos disminuirla un 17% si la intervención llega al 50% de la población que la necesita, la usa correctamente la mitad y el 75% de los médicos”, señaló el autor.
Por otro lado, por cada gramo menos de sal en el pan se reduce 1,33 milímetros de mercurio la presión sistólica (el valor máximo de lectura). “Una diferencia que no se detectaría siquiera con el esfigmomanómetro -afirmó Rubinstein-. Pero nos ayudaría a salvar 60.000 vidas.”
Para el estudio, realizado con una beca de investigación Carrillo-Oñativia, del Ministerio de Salud, el equipo utilizó los resultados de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo y el estudio Carmela, y elaboró un modelo analítico. Los datos se complementarán con los resultados del estudio Cescas I y un seguimiento en curso a 5 años de 8000 personas de cuatro ciudades de América latina (dos argentinas).
LA NACION