¿Cuánto nos dura el descanso?

¿Cuánto nos dura el descanso?

Por Sebastián Ríos
¿Una semana? ¿Diez días? Gabriel Mercado trata de estimar cuánto le duró el descanso y el relax obtenidos durante sus vacaciones. Tempranero, se había ido en diciembre y volvió el 2 de enero. Ahora ya casi nada queda de aquella frescura típica entre los que vuelven a la oficina con el color de verano en el rostro: “Es complicado reintegrarse, porque todo lo que uno dejó cuando se fue, todos los problemas y cuestiones laborales, lo esperan a uno a la vuelta -cuenta Gabriel, de 33 años, empleado del Ministerio de Justicia de la Nación-. Uno se desenchufa durante las vacaciones, no responde mails, trata de usar lo menos posible el teléfono celular, pero así todo se acumula y a la vuelta el escritorio está lleno de cosas apiladas”.
En tiempos de vacaciones fraccionadas, el regreso enfrenta a los ex veraneantes con la necesidad de reinsertarse en la rutina (laboral, familiar, social). Algunos lo hacen entusiasmados con nuevos proyectos por comenzar y otros con no muchas ganas, pero con energías renovadas. Pero en todos los casos, la pregunta persiste: ¿cuánto dura el descanso obtenido y cuándo el estrés de la rutina comienza a hacer nuevamente mella en nuestras ganas? Las respuestas son individuales y dependen en gran medida del contexto que espera a quien retorna, pero también de las estrategias que se ponen en juego para lograr un aterrizaje lo más amable y suave posible.
“La alegría -a veces euforia- y distensión posvacacional no duran más de dos semanas, a veces menos. ¿Por qué tan poco? Se espera de las vacaciones que permitan recuperarnos del año de trabajo, pero no siempre es así”, afirma Roberto Sivak, docente de Salud Mental de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que advierte que el logro de bienestar depende del tipo de vacación lograda, el aprendizaje de hábitos saludables y la gradualidad en retomar el trabajo. “El tiempo entre el retorno de las vacaciones y la vuelta al trabajo suele ser muy breve y habitualmente no se reflexiona para replantearse prioridades de modo más saludable antes de volver a trabajar -dice-. La reacción suele ser cargarse de ansiedad, angustia y tristeza.”
Es cierto que las responsabilidades no perdonan: están ahí, agazapadas detrás de la puerta de casa o de la oficina, esperando nuestro regreso. Pero, muchas veces, somos nosotros mismos quienes cedemos a nuestra propia vorágine interior que nos impulsa ciegamente a zambullirnos en la rutina y a dejar el descanso y el relax guardados en el armario, doblados junto con la ropa de playa.
“El tiempo que dura ese estado de descanso y relax con que uno vuelve de las vacaciones depende de factores propios y ambientales -retoma Sivak-. A veces, se acumula el trabajo durante esos días o se espera a que uno regrese para tomar decisiones delicadas, lo que puede llevar a un impacto con peso estresante que relativice el efecto benéfico de las vacaciones.” Claro que, fuera o dentro del trabajo o del hogar, la realidad de este verano presenta otros desafíos de alto tenor estresante: ola de calor, falta de electricidad, un dólar que trepa… Bastan cinco minutos de noticieros para querer irse de nuevo.
“En cuanto al peso de los hábitos poco saludables, éste es un factor personal que puede ser modificado”, agrega Sivak. Hábitos poco saludables, conductas estresantes… Hagamos una breve lista de viejos conocidos: irse de vacaciones dejando temas pendientes que irremediablemente deberán ser resueltos apenas uno vuelva, pero que podrían haberse cerrado los días previos a la partida; volver la noche anterior al día en que uno debe reincorporarse al trabajo, tratando de aprovechar hasta el último minuto; abrir esa misma noche la casilla de mail y revisar todo su contenido; llenar la agenda de las primeras jornadas laborales con todas las reuniones y actividades que quepan (¡y más!), aun cuando se trata de asuntos que pueden esperar unos días; posponer actividades sociales y encuentros familiares porque ahora, lo que hay que hacer, es ponerse a trabajar…
Sivak señala lo común que son “las exigencias de recuperar el tiempo o el dinero de manera obsesiva y con culpa, recargándose de obligaciones y desechando los planes de vivir mejor que se habían hecho a la orilla del mar”.
Estoy con las pilas recargadas y vuelvo con todo. “Esta actitud -afirma Enrique De Rosa, psiquiatra y psicoterapeuta cognitivo- es la peor de todas. La vuelta a la rutina inmediata consiste habitualmente en imaginar que uno ha acumulado un montón de descanso, cuando en realidad no acumuló nada: el descanso es un estado.”
Por el contrario, De Rosa propone hacer el ejercicio consciente de buscar aquellas cosas que hicieron de las vacaciones un momento de descanso, para tratar de reproducirlas o adoptarlas en la vuelta a la rutina. “Las vacaciones suelen tener en común un estilo más lento, aun cuando lo que se haga en ellas sean deportes de alto rendimiento. Uno se toma un descanso entre las actividades, las realiza en forma más consciente, las saborea y tiende a evitar el multitasking y la hiperconectividad”, plantea.
“Si uno, al volver, se tapona de estímulos y trata de hacer una multiplicidad de cosas a la vez, va a pagar un costo alto. Por el contrario -agrega-, si uno trata de rescatar aquello que le permitió descansar, que para alguno puede ser una actividad física y para otro una actividad intelectual o simplemente algo completamente diferente a lo que hace en su vida laboral, va a poder realizar un cambio de paradigma cognitivo o mental, que le producirá una sensación de descanso.”

UN ATERRIZAJE SUAVE
Las estrategias que se ponen en juego a la vuelta de las vacaciones para evitar el estrés inmediato son muchas, y cuánto más personales, mejor. Sin embargo, el denominador común es el concepto de soft landing o aterrizaje suave. “Desde hace unos años trato de no regresar al trabajo con todo de un día para el otro, sino tratar de hacerlo paulatinamente”, cuenta Florencia Sabatini, de 39 años, gerente de comunicaciones de Google Argentina, que el 12 de enero volvió de sus vacaciones familiares en Mar de las Pampas.
“Trato de no agendarme muchas reuniones en la primera semana, para ir incorporándome a mis tareas en forma progresiva -sigue-. Por otro lado, aprovecho que la ciudad está con menos tránsito y que mi viaje al trabajo es más corto para levantarme un poco más tarde que de costumbre. Además, como el día es más largo y hay luz hasta tarde, hago actividades con mis hijos cuando vuelvo del trabajo: ir a la pileta, a jugar a la plaza. Y los fines de semana, trato de organizarme programas fuera de la ciudad. Esto me permite seguir teniendo el sabor de las vacaciones durante el fin de semana; es una manera de prolongar su efecto.”
Como quien es poseedor de una fórmula exitosa, Emilio Sala, de 43 años, que se dedica a la comunicación institucional, comenta: “Cuando volví de las vacaciones, una de las cosas que me permitió mantener esa situación de relax que traía de la playa es que durante los primeros días, fuera del trabajo, apagaba el celular y me dedicaba a hacer deporte o a leer. Sabía que no había nada de urgencia en estos días que implicara estar conectado todo el tiempo, y eso me permitió estar un poco aislado de la rutina y mantener el relax”.
Otra estrategia que Sala considera que ha rendido sus frutos es no volver de sus vacaciones el día previo a la oficina. “Volví un sábado al mediodía, para reincorporarme el lunes siguiente”, dice, y señala que aprovechó ese interregno para poner en orden sus cosas y su casa. “Cuando vuelvo de vacaciones, siempre hago como una limpieza general de la casa, para verla despejada, sin cosas que estén de más. Tiene que ver con dejar más espacio para uno y no perder tanta energía en cosas superfluas. Después de todo, uno se va de vacaciones con un porcentaje ínfimo de sus cosas y puede pasar semanas sin necesitar el resto”, reflexiona.
Estefanía Castro, de 26 años, coincide en destacar los beneficios de interponer tiempo entre el fin de las vacaciones y el regreso al trabajo. “Es una buena técnica para volver relajada y no atacarte haciendo una vuelta superestresante con el tránsito de todos lo que vuelven el domingo a última hora”, explica Castro, que volvió el 5 de enero, tras vacacionar en Punta del Este, junto a su novio. En este regreso, Estefanía descubrió también el valor de no utilizar la noche previa a la vuelta al trabajo para chequear mails. “Me había propuesto abrir la compu el domingo para llegar el lunes más preparada, pero seguí con el descanso, con lo que evité hacerme mala sangre. Por otro lado, había dejado programado el asistente de «fuera de oficina» del mail para que la gente supiera en qué momento iba a volver al trabajo y tuviera paciencia para cosas que no son urgentes.”
Mercedes Rivas, de 35 años, directora de la agencia de comunicación Capítulo 2, dice que en la tarde previa a la vuelta al trabajo decidió no ver noticieros ni trabajar, para dedicar ese tiempo a su familia. “Llegué un lunes al mediodía a Buenos Aires, y esa tarde me la tomé para seguir en plan de vacaciones: vino mi mamá a casa, después mi papá, y pasé la tarde contándoles cómo habían sido mis vacaciones -cuenta Rivas, que pasó dos semanas en La Pedrera, Uruguay-. Esa noche, me acosté temprano y recién al día siguiente retomé el trabajo, leí los diarios y empecé a responder mails.”

LOS QUE VUELVEN, LOS QUE SE VAN
Vacaciones cada vez más fraccionadas a lo largo del año y un número cada vez mayor de personas que prefiere pasar las Fiestas por su cuenta son dos factores que confluyen en que esta temporada muchos hayan veraneado entre fines de diciembre y principios de enero. Así, aun antes de que hubiera concluido la primera quincena, ya era posible observar el contraste entre caras pálidas y tostadas, entre aquellos que cuentan los días para hacer las valijas y quienes también cuentan los días (o más bien semanas o meses) para volver a hacerlo.
Para estos últimos, las ganas de volver a irse -más en una semana como ésta, en la que el calor agobiante, las alertas meteorológicas constantes y las noticias económicas generaron una atmósfera asfixiante- conviven en muchos casos con la sensación de que todavía el año laboral está por empezar. “Por ahora, tengo una agenda de trabajo a medio tiempo, porque muchos de mis clientes están de vacaciones: para muchos recién empieza el verano”, dice Rivas.
“Uno termina de volver cuando todo el mundo regresó”, opina Florencia Sabatini, y concluye: “Es algo contagioso, cuando todo el mundo está en Buenos Aires existe un efecto viral, y ahí sí, el año arranca con todo”.
LA NACION