El lado B de la televisión: entrevista a Diego Capusotto

El lado B de la televisión: entrevista a Diego Capusotto

Por Esteban Ulrich
Peter Capusotto y sus videos, según recuerdan los memoriosos, comenzó como un compacto de media hora para el canal Rock & Pop TV. Luego, un año más tarde, fue comprado por Canal 7 para editar seis capítulos de una hora cada uno. Ahora, ocho temporadas más tarde, el único programa de humor televisivo en la Argentina regresa al ruedo catódico luego de un año sabático dedicado al estreno en salas de la película “Peter Capusotto y sus 3 dimensiones”. Un año de abstinencia para sus fans, que ya comenzaban a presentar efectos secundarios graves ante la ausencia de la dosis necesaria de lucidez que aportan sus personajes, tan desopilantes como indagadores.
La cita es en Barracas. Llegamos en punto al ya mítico bar que funciona casi como oficina para el cómico. Justamente apenas unos minutos después acaba de entrar quien es considerado el mayor capocómico actual con su cabellera electrizada. Por un segundo todo parece perecer: nos percatamos que el bar está por cerrar temprano por alguna razón especial y nos preocupamos porque es el propio Capusotto quien había pedido hacerlo aquí; pero la sonrisa de la encargada nos tranquiliza… El actor ya se instala entre saludos amigables de los clientes… “Que no me preocupe, que si se trata de Diego la casa siempre está abierta”, nos avisa la encargada. Nos sentamos en el fondo. Mientras nos dejamos duplicar por un espejo a nuestro lado, la charla arranca con toda naturalidad. Pero pronto nos percatamos que el desafío será más arduo de lo pensado. A lo largo de la charla su voz se irá transformando esporádicamente: por momentos entrarán en escena distintos personajes del mundo real que nos harán muy difícil la tarea de contener la carcajada para que la entrevista no se desmadre. Porque hacia eso apunta el humor de Diego Capusotto, a entrar voluntariamente en el caos.
Por momentos, delante nuestro, él se transforma en la televisión, la encarna a golpes de palabras y gestos, invocando tanto a las voces conocidas como a las otras, las de la calle.
-¿Cómo anduvo el programa de anoche? (lo entrevistamos en días posteriores a la emisión del primer programa en la TV Pública)
-Las repercusiones las tomo a partir de la devolución que me da la calle; al rating no le doy tanta bola porque el programa también se desparrama mucho por Internet. Finalmente termina teniendo más miradas ahí que en el propio aire. Con el rating pasan los años y siempre va a ser igual. Nunca se va a modificar, a menos que vayas a un canal con más convocatoria en donde pasas automáticamente de 3 puntos a 10, cosa que ni a Pedro (Saborido) ni a mí nos interesa. Queremos hacer el programa sin ningún filtro, sin ninguna negociación o charla con los directivos para ver “cómo marcha todo”.
-¿Siempre trabajaste con esa metodología?
-No siempre trabajé así, pero cuando se lo hace desde una autogestión de las ideas sí, como en “Cha Cha Cha”; pero incluso en ese momento teníamos que pasar por alguna reunión con directivos. En el caso de “Cha, Cha, Cha” el productor era el canal y en “Todo por dos pesos”, el productor era Marcelo Tinelli, que como empresario sabía que ese programa lo hacíamos nosotros y que era para Canal 7. Con él teníamos una charla por semana que después, con el tiempo se fue diluyendo hasta desaparecer. Una vez que el programa se instala la cosa va sola. Hubo gente que pensó que podía haber algún tipo de antagonismo en eso, pero Tinelli también produjo “Okupas”. Es decir, tiene claro lo que va a hacer con su sello y lo que va a producir por afuera. Eso es diferente ahora que sí realmente trabajamos sin ninguna reunión con nadie, sin ninguna bajada de ningún directivo.
-Yendo a los inicios, a lo que pasaba en el Parakultural y lo que más tarde se plasmó en “De la cabeza” y “Cha Cha Cha”, ¿cuáles eran las cosas que te gustaba ver?
-El Parakultural reunió a un montón de gente que tenía la posibilidad de hacer algo por afuera del circuito comercial. Muchas de las cosas que se hicieron allí fueron caldo de cultivo de lo que hicimos nosotros después. Pero generacionalmente también veníamos con toda una información de cómicos de acá y de afuera; en ese momento fue importante la irrupción de los Monty Python: nos influenciaron, así como hoy un montón de series lo hacen con la generación actual en cuanto a cómo realizar humor. En los ochenta veíamos “El show de Benny Hill”, por ejemplo, en donde nos encontramos con otra forma de contar el humor, con otra estética, donde se veía a un tipo que estaba al frente pero que tenía un elenco muy sólido y muy gracioso a su alrededor. Acá en general se trabajaba más desde el capo cómico, algo que empezó en los setenta. Ahí empezó la picaresca, el doble sentido, las minas medio en bolas, más como una adaptación del teatro de revistas para la tele. Antes, en los sesenta, uno tenía programas como “Telecataplúm”, que era como lo que hicimos en “Cha Cha Cha”. Con otras formas, claro, pero con esa misma lógica coral.
-¿Cómo es el proceso creativo con Pedro Saborido antes de lanzar el programa? -Es como un circuito cerrado entre Pedro y yo, y después viene la etapa de adaptar, casi disciplinarnos para entrar en la rigurosidad de la grabación. Muchas cosas tienen que estar medianamente en orden para que el proyecto salga a la luz. Y después, creo que produce más anarquía el programa cuando finalmente sale que mientras lo hacemos. Cuando sale es un disparador de algo que puede conmocionar o no. Y ahí es emoción pura. Cuando lo hacemos lo sentimos más como una banda que está ensayando en una terraza.
-¿Cuál crees que es la particularidad de hacer humor para la televisión?
-Nosotros usamos mucho la impronta del día de la grabación. Si bien todo está guionado, hay algo que está muy relacionado con lo emotivo del momento. Sobre todo porque no tenemos el proceso de ensayo que tiene el teatro. Entonces tomo lo que aporta Pedro sobre los personajes que construimos -algunos son creados por él y otros por mí-, cruzamos mucha data y entonces empiezo a conectar con el personaje un par de días antes del rodaje, voy viendo cómo se mueve, cómo habla, el vestuario. Y algunos se resuelven directamente ahí, en el momento de máxima concentración.
-¿El medio televisivo nunca te plantó ningún tipo de autocensura?
No, no… Alguna vez apareció algún tema que pensamos que podía herir sensibilidades, pero en el fondo nos dimos cuenta que lo que pasaba era que no terminaba de causarnos gracia; ese es nuestro verdadero límite. Después puede haber algunas diferencias entre nosotros, en el sentido que a mí me gusta más el humor negro que a Pedro, pero tampoco es definitorio. Los límites que nos ponemos tienen que ver más con hasta dónde nos llega un personaje, hasta dónde lo sentimos humorísticamente, y no simplemente por el tema en particular que esté tocando en ese momento. Porque, convengamos, uno siempre está haciendo humor tocando cuerdas sobre el lado desagradable de la vida.
-El lugar del cómico puede ser muy vulnerable, la risa es lo único que lo protege…
-Sí. Cuando no te reís, lo tenes que matar…
A veces al humor se lo encara como a un juego de niños que transforma la realidad, pero cuando sos adulto sos más consciente de a dónde estás apuntando. Muchas veces sale del propio juego que tiene que ver con la transformación de lo cotidiano en un opuesto que genere gracia, como colocar algo que te parece normal en otro lugar más desmadrado, fuera de control, porque, además, la vida suele ser más interesante desde lo ficcional, no sólo con nuestro programa, a veces lo veo en otras cosas. Incluso, uno mismo es más interesante haciendo esos personajes de lo que en realidad es; a mí me pasa eso también, independientemente de que el programa nos permite una trascen¬dencia personal, al permitirnos hacer algo que está buscado, que nos da un sentido de existencia… A mí no se me ocurriría decir “Esto lo hago para mí”, nunca entendí eso… Esto lo hago desde mí, no para mí, es para ser compartido… Me reconforta cuando mucha gente es feliz viendo el programa: es como compartir una idea en común que también nos une, una misma manera de ver la vida.
-Pensando en los Umitas del humor y la critica política, recordé la película da Dustin Hoffman Lenny”, an que representa la vida da un humorista estadounidense que termina en una lucha tremenda con el sistema,..
– Sí, la vi. De Bob Fosse. No hay que olvidarse que en esa época Lenny Bruce, el verdadero humorista al que encarna Hoffman, hacia eso porque lo formateaba el entrono. Al tipo lo empezaron a perseguir, a coaccionar, se lo llevaban detenido, ahí empezó la provocación a tal punto que dejó de ser un discurso humorístico y empezó a ser una trinchera contra todo lo que el tipo odiaba, contra todo lo impuesto, contra el discurso estafador del poder. Si comparamos la coyuntura de esa época con hoy, en que cualquiera logra una hora de pantalla y dice cualquier barbaridad, que después va a ser reemplazada por otra barbaridad y después otra, no lo podes creer… Nuestro programa es un poco el lado B de la televisión, no es el tipo de programa que repercute en la propia televisión con la dinámica de la provocación y el escándalo, que es hoy el estandarte de la publicidad. En ese sentido, “Peter Capusotto y sus videos” pasó a ser un programa para los que saben que está.
Y es cierto que a veces la propia vida te puede desbordar y llevarte a lugares en donde la comicidad te empieza a resultar un lenguaje de fragilidad, en donde uno entra en combate con la realidad de otra manera. En definitiva, hacer humor también es entrar en combate con la propia realidad, con la realidad que te molesta.
-Es muy interesante la manera en que el programa ha retomado al revisionismo histórico que viene desde la política para devolverlo desacralizado, ¿cómo llegaron ahí?
– Sí, sobre todo el peronismo. Es una proyección de nuestro propio deseo, de colo¬car algo que nos convoca, aquello por lo que fuimos atravesados y ponerlo ahí para que se expanda, aunque nunca se sepa del todo qué va a pasar. Para el peronismo más sacralizado puede ser otra cosa. Para el que militó, un personaje como Bombita Rodríguez lo resignifica, porque pone a ese personaje que fue demonizado en una situación ficcional, y lo humaniza con respecto a la idea que la sociedad tenía de las organizaciones políticas que decidieron armarse. Si bien nosotros no venimos de la militancia de los setenta por edad -teníamos doce años cuando se produjo la vuelta de Perón-, toda la conmoción que vivimos en ese momento fue muy fuerte, Perón era una especie de superhéroe, en ese momento parecía como que los que estaban con Perón eran los buenos y todos los que estaban en contra eran los malos. No había dudas. Después, el peronismo tuvo muchas interpretaciones, todo lo que generó la figura de Perón, el gran papá nacional… Ahí lo plasmó Miguel Rep, con sus 200 años de peronismo, es como si la Argentina hubiera siempre estado atravesada por la idea del peronismo, que a esta altura significa un montón de otras cosas.
-La ficcionalización del peronismo…
-Se volvió una especie de relato fantástico y lo tomamos, y combinamos a Perón con el rock, como si Perón fuera el creador del Rock Nacional, también. Y Bombita sale de un juego, el de imaginar a un montonero inverosímil, cantante y que baile como Palito Ortega, sacar esa imagen de Palito Ortega para la familia y ponerlo a cantar “Armas para el pueblo ya”: eso salió con Pedro, tomándonos un vino, y nos morímos de risa, pero después el personaje te empieza a convocar porque ves algo más, se convierte en otra cosa con respecto a la primera imagen que te pareció graciosa, empieza a tener una historia… Y una vez puesto en pantalla, el personaje de ñcción empieza a tener una relevancia en lo social propia, porque de golpe aparece en una manifestación una bandera con la cara de Bombita Rodríguez, como si fuera un personaje que realmente existió, como un capital simbólico… Ciertas cosas a veces se te van de las manos… -Me remita de alguna manera al personaje nuevo, “La vos del pueblo”, que cambia de opinión a medida que lo interpelan…
-Si, eso me pasó en una verdulería; un tipo dice: “¡Cómo está destapando todo Lanata, eh…!” y le digo: “Pero escúchame, si éste hace un año estaba puteando a Clarín y ahora labura ahí”, “Sí, es verdad, es verdad…”, me dice. ¡Te lo juro…! [risas].
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