09 Feb Los palacios porteños del dinero
Por Fabio Grementieri
La zona de la City porteña, con epicentro en el convento de La Merced, ha sido reconocida como sector de concentración del poder financiero y económico del país, pero también es una de las áreas con más carga patrimonial de Buenos Aires.
Hasta mediados del siglo XIX, la zona con mayor poder fue el barrio sur, del otro lado de Plaza de Mayo. Todo cambió a partir de la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Por esos años se consolidó el perfil bancario y administrativo comercial de la City, que se ubicó al lado del primitivo puerto y de la Estación Central del ferrocarril, el borde de la actual avenida Alem entre Mitre y Corrientes. El área fue definiendo su perfil con la construcción de varios edificios para entidades públicas y privadas, y oficinas para empresas que ya se habían comenzado a instalar una década antes en antiguas casas recicladas.
En la década de 1880 empezó una verdadera renovación y revolución arquitectónica para Buenos Aires y se desató la competencia por erigir edificios monumentales. La calle Reconquista pasó a ser el eje del distrito y sobre ella se levantaron edificios de estilo renacentista, el predilecto del historicismo para representar a las instituciones nacidas en Florencia en el siglo XV.
Esos primeros “palacios del dinero” fueron diseñados por arquitectos e ingenieros ingleses y alemanes. El Banco de la Provincia de Buenos Aires y el de Londres y América del Sur fueron proyectos de los arquitectos Hunt y Schroeder, mientras que el Alemán Transatlántico fue diseñado por el ingeniero Moog. Todos fueron reemplazados por otros edificios más grandiosos; el único supérstite fue el Banco Central, sobre la calle San Martín, originalmente construido como Hipotecario provincial.
Después del crac de 1890 se adoptaron otros estilos del repertorio ecléctico, entre ellos el neogótico en versiones simplificadas. Pero fue a partir de 1900 cuando estalló el furor constructivo con proyectos realizados por profesionales de diversa procedencia para inversores de distinto origen que también operaban con las colectividades.
Las casas matrices inversoras transforman los nombres en la Argentina pero siguen el repertorio de su arquitectura institucional y compiten por ofrecer la imagen más confiable e impactante, y a la vez moderna y progresista. Incluso reconstruyen su sede en el mismo predio o en otros terrenos del área, y contratan a arquitectos de renombre: Morra, Agote, Prins, Conder, Follett, Palanti, Gianotti, Christophersen, Prins, Sackmann, Zucker.
Si bien el tipo edilicio siempre se compone de los mismos elementos arquitectónicos -fachada monumental, vestíbulo, gran hall de operaciones, áreas de oficinas y bóvedas- y se construyen de similar manera -estructuras metálicas y de mampostería, fachadas en símil piedra y revestimientos interiores de mármoles y estucos-, se recrean todos los lenguajes estilísticos europeos en boga y en sus diversas declinaciones. El neobarroco puede ser eduardiano inglés o guillermino alemán; el clasicismo renacentista aparece en versiones italianas del risorgimento o del “novecentismo”; el clasicismo dieciochesco puede ser francés o argentino.
No les van a la zaga las estructuras construidas para compañías aseguradoras, navieras, comerciales, industriales o agrícolas y ganaderas que componen angostos edificios en altura, precursores de los rascacielos y que también recrean muchos repertorios estilísticos. En medio de la Primera Guerra Mundial aparecen piezas singulares como la Bolsa de Comercio o la galería Güemes -experimento clasicista uno, Art Nouveau el otro-, que buscan montar pisos de oficinas sobre grandes espacios al utilizar estructuras de acero y de hormigón armado, respectivamente.
La década de 1920 ve la expansión de la City a través de Diagonal Norte. Allí darán comienzo los ensayos en los estilos en boga: el neocolonial o el Art Déco, que continuarán codeándose con los eclecticismos trasnochados. Y seguirán los grandes nombres de los diseñadores: Chambers, Newbery Thomas, Le Monnier, Sánchez-Lagos-De la Torre, Calvo-Jacobs-Giménez, Virasoro, Bustillo.
En la esquina de Florida se alzan el hispanizante Banco de Boston, la zigzagueante Equitativa del Plata y los dos barroquizantes edificios Bencich. A pocos pasos, sobre Bartolomé Mitre, se codean la osada estructura déco del originalmente llamado Banco El Hogar Argentino y el Banco Tornquist, sofisticada obra donde resuena el “estilo George V”, esa mezcla de París y Londres bien aporteñada. Otro par déco se impone en la esquina siguiente: la versión norteamericana que hoy ocupa el Citi y la casa matriz del Provincia en versión monumental inspirada por la Expo Universal de París de 1937.
Los años 30 inyectan modernidad en la City con los primeros rascacielos racionalistas -que la Bauhaus no logró construir-, como el Safico y el Comega, sobre el ensanche de Corrientes, proyectos que abrirán las puertas al desarrollo de la metrópolis en vertical y horizontal.
En la década de 1940 se afirmará la grandiosa vocación del área con obras sobre la Plaza de Mayo. La mole del Banco Nación pretenderá sintetizar la argentinidad a través de una síntesis imperativa germano-francesa. Y el Ministerio de Hacienda y el Banco Hipotecario Nacional intentarán armar el otro flanco de la Casa Rosada, inspirándose en los diseños del régimen italiano del período.
El final de los aportes al patrimonio del área vendrá en los años 60 con la obra maestra del Banco de Londres de Testa y Sepra, una revolución internacional en materia de arquitectura bancaria y una lección de inserción de obra nueva en un área histórica. Suman al período algunas piezas, como el brillante reciclaje de la sede central del Banco Ciudad en Florida y Sarmiento, o elegantes diseños dentro del estilo internacional como el edificio de la esquina de Perón y San Martín.
Pocas ciudades tienen una City histórica como la de Buenos Aires. La de París y la de San Pablo son muy pequeñas. En Shanghái se preservó muy poco. Las de Londres y Nueva York son más grandes pero no tienen la variedad y riqueza de espacios, tecnologías, estilos que reúne la arquitectura de este sector central de la capital argentina.
En los últimos años, sobre la base de estrategias de planeamiento urbano erróneas, se perdieron varias piezas muy valiosas -como el Banco Español, ubicado en diagonal al atrio de La Merced- y se hicieron reciclajes inapropiados. Ahora parece haber una oportunidad de preservar y revitalizar la zona, que desde hace dos años es parte del Área de Protección Histórica denominada “Catedral al Norte”. Es de esperar que la gestión patrimonial sea eficiente y duradera. La muestra de Casa FOA que se realizará este año en el edificio del Banco Tornquist es una buena señal.
LA NACION