Otra clase de liderazgo

Otra clase de liderazgo

Por Ernesto San Gil
¿Por qué algunas organizaciones, algunas comunidades y algunas naciones mantienen posiciones de relevancia sostenidas en el tiempo, mientras que otras no lo hacen?
Las respuestas son diversas y las causas, múltiples. Generalmente se pone el acento en los contenidos de las decisiones tomadas. Pero también se podría prestar atención al proceso social y organizativo por el cual se llega a ellas y a los estilos de liderazgo predominantes.
En este sentido, vale la pena destacar un valor que en inglés se denomina stewardship , que podría representar la clave para responder estas preguntas.
La palabra stewardship significa “administración” y alude a la responsabilidad que tiene una persona de entender su tarea como un servicio a los demás: a sus pares, a sus subordinados y a quienes la sucederán en esa función en el futuro.
Esta conducta puede observarse en diferentes segmentos de la sociedad (empresa, organización, comunidad o nación). Se pone de manifiesto en aquellos con responsabilidad de gestión que privilegian el largo plazo por sobre el corto; ponen el interés general por encima del individual; consideran conceptos de justicia intergeneracional y fomentan la conducción con una mirada trascendente. Esta filosofía de gestión no significa el descuido del presente. Por el contrario, trata de asegurarlo para que exista el largo plazo.
La teoría de stewardship surgió como respuesta a comportamientos oportunistas orientados a satisfacer intereses individuales, típicamente condicionados por el corto plazo.
El stewardship considera factores estructurales (de autorregulación o control y de recompensa) y factores psicológicos (mecanismos cognitivos y afectivos) que conducen a acciones orientadas a ejercer un impacto positivo en otras personas, en todos los niveles de las organizaciones.
La presencia de este valor se advierte en quienes tienen la responsabilidad de gestionar y se comprometen a generar, para quienes los sucedan, iguales o mejores condiciones que las que ellos recibieron al acceder a esa posición.
Estos líderes suelen actuar en un contexto donde existen normas institucionalizadas que limitan la duración de los mandatos y sienten la obligación de dejar algo mejor que lo que encontraron, así como también favorecer la igualdad de oportunidades para un desarrollo íntegro de las personas a quienes lideran. Finalmente, esto presupone la utilización responsable de los recursos, para no comprometer los que preceden el desempeño de quienes ocuparán después los cargos de conducción. El stewardship representa entonces una acción pro social, orientada a tener un impacto positivo en otros y a desarrollar conductas que tienden a favorecer el bienestar de generaciones futuras.
Esta actitud no es creada por reglas formales específicas, sino más bien facilitada a través de estructuras organizacionales e institucionales que les permiten a los líderes generar confianza, dar claridad sobre la estrategia de la organización y favorecer los procesos de motivación en sus seguidores, de quienes a su vez se espera que actúen al servicio de la causa organizacional. El poder para llevar adelante estas acciones se origina desde abajo, ya que deriva de quienes aceptan libremente ser liderados.
En esencia, se trata de dar prioridad al conjunto por sobre el individuo y al futuro por sobre el presente. Así, el mayor poder que tienen las generaciones actuales debería obligarlas a actuar con más responsabilidad respecto de las siguientes. Así planteadas, las conductas de stewardship parecen contribuir a crear confianza, mejorar el compromiso de las personas en las organizaciones, crear bienestar a largo plazo para todos y construir ventajas competitivas difíciles de igualar.
La acción positiva de valores compatibles con esta modalidad ha sido comprobada en el campo de los negocios (incluyendo compañías familiares, firmas de servicios profesionales y hasta algunas sociedades que cotizan sus acciones en los mercados de valores internacionales); en el campo de la preservación del medio ambiente, en numerosas organizaciones no gubernamentales de bien común y en el sector público (en establecimientos educativos y centros de salud, entre otros). En este último caso -el sector público en sentido amplio- el stewardship se ve favorecido a través de Constituciones modernas que prevén la rotación periódica en los cargos, la responsabilidad de los funcionarios por sus actos y la división de poderes.
Para construir una nación que prospere en forma sostenida, que construya capacidades diferenciales sustentables y que mejore la calidad de vida de sus ciudadanos, debemos anteponer el interés general sobre el individual, no descuidar el largo plazo por las urgencias coyunturales, considerar la justicia intergeneracional -evitando dejar herencias negativas para quienes nos sucedan- y gestionar con una mirada trascendente.
Todo esto, que supone un valor muchas veces ausente, nos permitirá aspirar a un futuro mejor no sólo para nosotros, sino también para nuestros hijos.
LA NACION

Tags: