Scuderia Bucci: historias de familia

Scuderia Bucci: historias de familia

Por Gonzalo Sánchez Segovia
“Un superdeportivo diseñado y construido íntegramente en la Argentina”. Así se presentó en la última edición del Salón Internacional del Automóvil al prototipo de la Scuderia Bucci, un vehículo impactante que tiene por detrás toda una historia: la de la familia Bucci, con una tradición de 100 años en el automovilismo nacional e internacional. “La invitación fue un honor. Por eso, con todo el equipo nos pusimos el mismo traje, la misma corbata y representamos a la industria nacional”, dice Pablo Bucci, presidente de la escuderia. Construido sobre un chasis tubular y con carrocería de fibra de carbono, el Bucci Special era el sueño de Clemar Bucci -tío abuelo de Pablo-, que lo diseñó y proyectó, pero murió en 2011 a los 90 años, antes de poder verlo terminado. Entonces Pablo se propuso terminarlo como homenaje. “Representó a la familia, cerró un ciclo de 100 años y abrió uno nuevo, en el que tenemos proyectos hacia adelante”, cuenta.

Domingo, el pionero
Domingo Bucci nació en San Carlos, Santa Fe, en 1894. Hijo de inmigrantes piamonteses, a los 17 años viajó a Italia para cobrar una herencia y quedó deslumhrado con la Escuela Caproni de Aviación, en Milán. Se anotó sin pensarlo. Allí conoció a Roland Garros -el torneo de tenis lleva su nombre en homenaje a su participación en la Primera Guerra Mundial- y se hicieron muy amigos. Con el dinero heredado compró un motor que trajo desarmado en varios bolsos a la Argentina. De vuelta en su provincia, Domingo construyó un avión junto a un carpintero de Zenón Pereyra, otro pueblo santafesino, y en 1913 empezó a realizar vuelos de exhibición, e incluso a llevar pasajeros. Pero después de varios accidentes, su novia le advirtió: “Si seguís volando, no me voy a casar con vos”. No lo pensó dos veces y se bajó del avión. Por suerte para él, había otra actividad sobre la superficie terrestre que lo apasionaba: el automovilismo. Montó su taller en Morteros, Córdoba, y desarrolló una importante carrera como piloto. Incluso Domingo construía los autos que usaba para competir. En total, ganó 58 de las 64 carreras e importantes competencias nacionales en las que participó, como el Gran Premio Nacional y las 500 Millas Argentinas. Desafió la velocidad hasta 1933, cuando murió en un accidente, a los 39 años.
Era el momento para que Clemar y Rholand -sus hijos- continuaran la tradición familiar. Mientras que Rholand siempre acompañó desde los boxes, Clemar decidió subirse a un Midget que él construyó y empezar a correr en 1938. “Quedaron huérfanos muy chicos. Trabajaron para otros mecánicos y empezaron una vida en el automovilismo desde muy abajo. Fueron autopartistas, fabricaban partes para terminales automotrices”, cuenta Pablo.

Clemar, el piloto
En 1947, Clemar ganó el Campeonato Argentino y conoció al presidente Juan Domingo Perón, quien después de felicitarlo lo consultó sobre qué se podía hacer para mejorar el automovilismo nacional. “Sería importante formar un equipo argentino de Fórmula 1. Me gustaría invitar a algunos pilotos: Osear Gálvez, Pascual Puopolo y Juan Manuel Fangio”, le sugirió Clemar, quien más tarde encabezó junto a otros pilotos el pedido al presidente para la construcción del Autódromo de Buenos Aires. En 1948 se convirtió en el primer argentino en viajar a Europa para correr Grand Prix, acompañado por el equipo que ayudó a formar. Más tarde, en 1954, debutó en la Fórmula 1. Participó en cinco carreras oficiales y corrió en circuitos legendarios, como Nürburgring, en Alemania, y Silverstone, en Inglaterra.

El sueño cumplido
Simultáneamente a su carrera como piloto profesional, Clemar continuó trabajando con Rholand en la fábrica Bucci. Además de autopartes para Ford, Chrysler, Siam y Di Telia, en 1953 presentaron el Bucci Special, el primer deportivo de la fábrica, y en 1969, el Dogo. “Un superdeportivo con tracción y motor trasero, freno a disco en las cuatro ruedas y puertas ala de gaviota. Lo llamó Dogo por el perro argentino. Fue el primer deportivo construido en la Argentina, pero las condiciones en el país no estaban para poder fabricarlo en serie”, cuenta Pablo. Hasta que en 2007, estimulado por su hijo, comenzó a delinear el Bucci Special, un proyecto que tuvo su cierre este año, con la presentación del auto. “La premisa era fabricar todo en la Argentina: las llantas, las butacas, los relojes, el parabrisas, las luces, todo. No fue fácil. Nos prestaron un taller para trabajar de noche y trabajamos sábado y domingo”, cuenta Pablo, que recuerda que en las sobremesas familiares sólo se hablaba de autos. Ahora, la Scuderia Bucci planea montar su taller en Zenón Pereyra y producir automóviles artesanales, sólo ocho unidades por año. “Lo más importante que me pasó con este auto, además del reconocimiento de la industria, fue llevarlo a Zenón Pereyra, contarle la historia familiar a los chicos y estimularlos a concretar sus sueños”.
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