Hoteles en el corazón de la Quebrada

Hoteles en el corazón de la Quebrada

Por Fernando Bello
Corría el invierno del año 2000. El clima estaba frío y el cielo plomizo. A la hora de la siesta, Tilcara estaba más que tranquila, inmóvil. Un grupo de cuatro jóvenes caminando hacia la nada por la margen Este del río Grande llamaba la atención de algunos perros y otras tantas gallinas. Un banco como de camping, a dos kilómetros del pueblo, frente a una pequeña lagunita, servían de escenario para un alto, unos mates y charlas sobre nada.
Unos años más tarde, algunos de los mismos caminantes se largan por la misma senda. Ya la tarde no es tan inmóvil y en el trayecto aparecen construcciones que no recordaban. Y el paraje donde iban a hacer un alto ya era entonces parte de “lo del francés”, uno de los alojamientos que en los primeros años de este siglo florecieron como una primavera hotelera en Tilcara y sus alrededores.
“Lo del francés” es el hotel Cerro Chico, ubicado a sólo dos kilómetros al Norte de Tilcara, sobre la ladera del Cerro Negro y frente a la Laguna de Los Patos. Nourredine, su dueño, era ingeniero de la petrolera Total y se quedó prendado del lugar, al que transformó con terrazas de cultivos, huertas sembradas con alfalfa, avena y cebada en un sitio en donde habitaban ya molles, churquis, quebrachos, algarrobos y cardones.
Como éste surgieron otros hoteles. Es difícil precisar cuál fue el factor desencadenante; si el crecimiento del turismo post devaluación, si la declaración de la Quebrada de Humahuaca como sitio UNESCO, si la inversión inmobiliaria. Lo cierto es que entre 2002 y 2005, Tilcara cambió completamente su fisonomía hotelera. Y así es como, pasado el tiempo, donde no había nada, crecieron aquellas nuevas hosterías que hoy ya son clásicos imperdibles, responsables de que el lugar indicado para hacer base y recorrer una de las regiones más bellas e interesantes del país sea este pequeño pueblo junto a la montaña.

Los clásicos
Todas las clasificaciones son arbitrarias, pero no puede pensarse en una selección de alojamientos en Tilcara sin incluir sitios como Quinta La Paceña, Rincón de Fuego o Posada de la Luz.
La primera está ubicada en la entrada misma del pueblo. Sin dudas, es una joya de la arquitectura local, producto de que sus creadores son profesionales del rubro. No basta con decir que se utilizaron materiales nobles, típicos de la región. Una de sus entradas emerge blanca y elegante en medio de un externo muro de piedras sin argamasa, como los de hace siglos. Luego, en la casa, los anchos muros de piedra y adobe, techos de álamo, caña y barro mantienen el espíritu de una vieja quinta del siglo XIX. Y en la aridez del entorno, los árboles frutales completan un escenario que, en los interiores, continúa con elegancia a través de detalles como las camas de hierro con baldaquín o las pinturas de la escuela cusqueña.
Si uno anduviera distraído podría confundirse las paredes de la Posada de Luz con su entorno; ese tono terroso del adobe se combina a la perfección en un edificio que se nota moderno pero con identidad. Habitaciones confortables, restó-bar, piscina y solarium completan un excelente lugar.
Entre las varias alternativas locales, la que más se asemeja en su aspecto a un alojamiento típico del lugar es Posada con los Ángeles. La fachada con base de piedra, las puertas de madera sobre la línea municipal, esa sencillez tan propia de las casas tilcareñas remiten a viajes anteriores al boom turístico, cuando para ubicarse uno decía que había dormido en lo de fulana de tal, una puerta verde frente al hospital, por ejemplo. Claro que una vez dentro de la posada, las cosas cambian. El hogar a leña que domina el estar se agradece en las noches de invierno, cuando el termómetro baja. Y el nombre del lugar se debe a las pinturas de ángeles que dominan cada cuarto.
Entre los clásicos debiera contarse también a Rincón de Fuego, que se diferencia del resto por su cocina a la vista, aunque también por el pasillo que une las habitaciones, todo revestido en piedra y con un techo que permite el paso de la luz.
Los cuatro son alojamientos pequeños, con un excelente nivel de servicios, bien ubicados y con énfasis en la arquitectura tradicional.

Más elegidos
Lo mejor del caso es que Tilcara sigue generando nuevos hoteles que se mantienen en esta misma línea. Tal el caso del Hotel boutique Las Marías, ubicado en la calle Sorpresa, nada más apropiado. No solo es un alojamiento de buen nivel, sino que además combina detalles de lujo como la copa de bienvenida, la limpieza constante y la atención personalizada con precios razonables que permiten que una familia tome sus comidas en el hotel sin que eso descalabre el presupuesto del viaje. Si a eso se suman jardines prolijos, inmejorables vistas de los cerros, piscina, spa, horno de barro y parrilla, habitaciones con balcón terraza casi tan grande como el propio cuarto, todo conspira para que Las Marías ingrese a este grupo de perfectas alternativas tilcareñas.
Lo mismo puede decirse de Las Terrazas, un sitio que, como su nombre sugiere, está construido siguiendo el desnivel del terreno. El valor de este alojamiento no solo reside en su pintoresca arquitectura, sino también en la calidad de la atención y en los detalles como las pequeñas cascadas, los cactus que decoran los jardines o las vistas de los cerros. Las nueve habitaciones son amplias, con vestidor, antebaño y baño. Cómodas en exceso, uno puede quedarse allí y requerir lo necesario, porque el hotel cuenta con room service las 24 horas. Detalles que hacen la diferencia.
EL CRONISTA