18 Jan Rutas emblemáticas
Por Mariana Jaroslavsky
Cuando subirse al auto ya significa vacaciones y la alegría de ver el cuentakilómetros marcar camino recorrido significa emoción, hay rutas que aportan al acelerador historias, cultura, paisajes y la posibilidad de conocer desde el camino un mundo distinto. Cuatro opciones de rutas bien distintas que comparten una pasión: el volante.
Argentina de punta a punta
La selección de música llevó trabajo, pero está lista. El mate está en el asiento del copiloto. En la primera estación de servicio habrá que cargar agua caliente. La aventura necesita de sus ingredientes, pero lo que está definido desde hace tiempo es el itinerario: la Ruta 40, de punta a punta. Son 4874 kilómetros de pura Argentina, desde Paicone en Jujuy (un proyecto en marcha la extenderá hasta la Quiaca y llegará a los 5200 kilómetros de extensión) hasta Cabo Vírgenes en Santa Cruz. Días, semanas o meses, según cómo se encare el camino, se viven sobre la mítica ruta argentina, tesoro preciado por los amantes de las cuatro ruedas de todo el mundo.
Si se arranca por el norte, lo mejor es planear el viaje para la primavera o el otoño: en verano las lluvias hacen impenetrables a algunos tramos y en invierno pueden congelarse. Es bueno llevar en el baúl cadenas para pasar zonas que puedan estar muy embarradas.
Anteojos negros y los cinturones bien abrochados son requisitos indispensables para disfrutar de los colores y zigzags, subidas y bajadas que este camino regala. Desde la puna, los pueblos de Jujuy y Salta, pasa por Catamarca y esa altura sale del NOA para entrar en Cuyo, la segunda región que recorre, donde la Cordillera de los Andes ya se muestra imponente y de puntas blancas. Hay que atravesar 236 puentes, 18 ríos, 13 lagos, salares, 20 espacios protegidos (entre reservas y parques nacionales) y 27 pasos cordilleranos a lo largo de tres regiones y 11 provincias: Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén, en la Patagonia; Mendoza, San Juan y La Rioja, en Cuyo; y Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy en el NOA.
La avenida de los Estados Unidos
“Bueno es ir / sé que tú planeas ir / por la autopista del oeste hasta su fin / andarás bien por la 66”, rezaba Norberto “Papo” Napolitano, el gran fierrero argentino. Ruta de recios y fugitivos, de campesinos que escapaban de las tormentas de polvo que acompañaron a la gran depresión del 30, de prostitutas y moteles de ruta, esta vía es un símbolo del siglo XX, del cine, la literatura y de los Estados Unidos. Señalizada en 1927 y totalmente pavimentada desde 1938, este enlace del este al oeste norteamericano ya no es el principal camino para atravesar el país del norte. Su época de oro terminó en 1956 y en 1985 quedó fuera de las rutas oficiales del país y fue reemplazada por la red de autopistas interestatales. Desde Chicago hasta las playas de Santa Mónica hay que seguir los carteles que aclaran “Old Route 66”, la antigua, la que conserva su mano y contramano para los nostálgicos, los que alguna vez leyeron “En el camino” de Jack Kerouac y escuchando bop se imaginaron a toda velocidad, con la cabeza fuera de la ventanilla aireando pensamientos y noches de alcohol.
Este corte horizontal americano atraviesa Illinois, Missouri, Kansas y Oklahoma. Allí, gira hacia Texas, Nuevo México y Arizona para hacer su último tramo y morir en California. La “mother road” (carretera madre), como la bautizó el escritor John Steinberg, recorre 4000 kilómetros entre el desierto, con su punto más alto en el Cañón del Colorado y Las Vegas, y vive en los pueblos que quedaron en el tiempo, al igual que en las estaciones de servicio que están abiertas las 24 horas y pueden ser un descanso donde comer algo y seguir. Es importante llevar abrigo y ropa liviana, porque es muy grande la amplitud térmica en la “América profunda”. No hace falta reservar hotel con anticipación, no suele haber problemas para conseguir una habitación, son económicos y rústicos, y le aportan ese toque de polvo al viaje. Con una visa válida y registro de conducir internacional alcanza para lanzarse a la aventura americana.
África mía
Si existe fantasía para verdaderos aventureros, esa es adentrarse en África y atravesar el desierto. Al desafío del viento, los espejismos del sol sobre la arena eterna, el calor del día y el frío de la noche se suman los problemas políticos, así que antes de partir hay que asegurarse de que se va a poder cruzar todas las fronteras de los países que se quiera visitar a través de esta red de rutas: la Carretera Transahariana. Con 56.000 kilómetros y un 85 por ciento de los caminos asfaltados, este entramado conecta casi todos los países del continente. De todos modos, el recorrido vedette va desde Argel, en Argelia, hasta Lagos en Níger, y desde allí se puede combinar con otras rutas y seguir el recorrido por el continente.
En Argelia, las guerras civiles y la militarización contrastan con el paisaje virgen de este país que fue colonia francesa. Entonces, el viaje arranca sobre el mismo Mediterráneo y el paisaje se va transformando en desierto en pocos kilómetros, con la cordillera de Atlas como referencia cada vez más lejana del límite con Marruecos. Los hospedajes no siempre son los más confortables y también existe la posibilidad de acampar y dormir sobre las dunas. Hay empresas que organizan el road trip en 4×4 con buenos servicios.
Pero hay algunos detalles que hay que tener en cuenta. En cualquier ciudad del norte de África se puede alquilar un auto y es recomendable que tenga una traducción al inglés de la licencia de conducir. ¡Atención! Hay países donde se conduce del lado derecho, como Marruecos, Túnez, Camerún, Cabo Verde, Ghana y Congo, y otros sobre el izquierdo, como en Sudáfrica, Namibia, Kenia, Mozambique, Zambia y Zimbawe. Además, en la mayoría de las estaciones de servicio no se aceptan tarjetas de crédito, así que es importante tener a mano siempre dinero en efectivo.
Por la costa australiana
La Great Ocean Road de Australia tal vez ofrezca menos aventura fierrera pero es un abanico de vistas inolvidables. Construida en 13 años por 3000 solados después de la Segunda Guerra Mundial, se inauguró en 1932 y es un paseo de un día o un camino para disfrutar y parar en cada una de sus atracciones.
Atravesar los 500 kilómetros de esta carretera del estado de Victoria, que recorren desde Grelong hasta Portland por la costa del Océano Antártico, bien al sur del país de los canguros, significa adentrarse en playas ideales para surfistas, con grandes acantilados, bosques templados y maravillas naturales de un gran interés turístico. Manejar a lo largo del zigzag del camino, mirando como olas furiosas rompen contra los acantilados naranjas y la arena blanca frente al verde del bosque es sólo una parte del camino. A lo largo de la ruta hay pueblos con servicios de primera como Torquay, Anglesea o Lorne. Se puede arrancar en Melbourne, para tomar la ruta en Greelong después de una visita al National Wool Museum Visitors Centre para informarse un poco sobre la región y tomar un descanso en la Eastern Beach. A la altura de Apolo Bay un desvío lleva hacia Otway National Park y desde allí al faro Cape Otway Lightstation que ofrece una vista que bien corrobora la fama de esta ruta de ser de las más bellas costeras del mundo.
La atracción más famosa son “Los 12 apóstoles”, formaciones de roca caliza producidas por la erosión del mar y el viento que quedaron en medio del océano. Un poco más allá, el Loch Ard Gorge es una pequeña bahía que sale al mar por una angosta garganta y hay algunas cuevas naturales para visitar. Distintas aventuras, culturas y caminos multicolores hacen del auto el pasaporte para viajar con libertad.
EL CRONISTA