08 Jan Salón de Tokio: tecnología del futuro para el bien del planeta y la humanidad
Por Gabriel Tomich
Además de servir como vidriera para exhibir productos, lanzar modelos inéditos y poner a consideración prototipos y conceptos, todos los autoshows del planeta han reflejado las ideas-fuerza y tendencias que impulsaron a la industria en cada momento de la historia.
En otras palabras, cada salón del automóvil tiene un leitmotiv conceptual vinculado con las circunstancias económicas, tecnológicas y sociales de la época en que se desarrolla.
Este 43er. Salón de Tokio, que se desarrolló en noviembre, no fue la excepción. Los ejes conceptuales que dominarán la escena en los próximos años, claramente expresados por los presidentes de las principales compañías japonesas agrupadas en la Japan Automobile Manucafturers Association (JAMA) en la presentación de bienvenida al periodismo e invitados especiales (denominada Mobilityscape Tokyo), son dos: emisión cero y accidentes cero.
Lo de bajar o eliminar la emisión de contaminantes a la atmósfera no es nuevo. Esta tendencia, que tiene su cara visible en la cada vez mayor cantidad de modelos híbridos, eléctricos y, más tímidamente, con celda de combustible, viene de hace más de una década.
Más novedoso es el concepto de que no haya accidentes. Igual que cuando las normas antipolución europeas y norteamericanas impulsaron a los fabricantes de vehículos a trabajar en la reducción de las emisiones, también en el tema de los accidentes cero hay, por lo menos en Japón, una política de Estado para instar a las automotrices a incrementar la seguridad de los vehículos.
La respuesta está, otra vez, en la tecnología: reducir el poder de decisión del factor humano e incrementar la autonomía del vehículo. Parece ciencia-ficción, pero no lo es. Se trabaja desde hace tiempo en este tema.
El concepto accidentes cero involucra varios aspectos. Por un lado, el incremento de la tecnología en cada auto para evitar colisiones (cámaras, sensores, radares). Por otro, la comunicación entre los vehículos, con idéntico objetivo, y tercero, la interacción del automóvil con el entorno (semáforos, cámaras en estacionamientos y en las calles), que implica el desarrollo de tecnología en la infraestructura, en la que, obviamente, el Estado en sus diversas jerarquías también debe tener un rol fundamental.
CONDUCCIÓN AUTÓNOMA
Estas ideas, en suma, proponen lo que se denomina conducción autónoma. Es decir, un vehículo autónomo del conductor o presto a corregir errores sin intervención humana. Demostraciones prácticas de estas tecnologías pudimos probarlas y verlas en acción en el centro de investigación y desarrollo de Honda en Tochigi (Honda R&D).
Así, en el enorme predio de pruebas de la marca japonesa, que incluye una gran pista oval con curvas peraltadas de alta velocidad, LA NACION probó un Honda Accord dotado con dos dispositivos electrónicos para protección de peatones. Uno desvía el automóvil, corrigiendo la dirección en forma autónoma (aunque el conductor mantenga las manos en el volante), y el otro directamente frena a cero el vehículo si no tiene espacio para eludir el obstáculo o maniobrar.
En cuanto a la comunicación entre el automóvil y la infraestructura, un par de Fit de última generación ejecutaron un ballet de estacionamiento en lugares reducidos utilizando no sólo la tecnología on board, sino también la información que recibían desde cámaras ubicadas en los extremos del espacio.
Con otro Accord, Honda (que denomina Earth Dreams Technology a todos estos desarrollos) mostró cómo el manejo autónomo permite evitar choques en los cruces (en la prueba aparecían motocicletas de improviso) y la detección de otros vehículos (en especial, en el costado derecho) ubicados en los puntos ciegos de los retrovisores. El Accord en cuestión frenaba en forma autónoma al instante en ambas situaciones de peligro.
Sin embargo, los fabricantes no están del todo felices. Para ellos, el costado negativo de esta gran autonomía del vehículo la expresó con claridad el presidente de Mazda, Masamichi Kogai: “Los jóvenes están perdiendo el entusiasmo por los automóviles. Ya no sienten placer por manejar o tener un vehículo propio. La industria también debería trabajar en modelos que además sean divertidos de conducir”. Pasándolo en limpio, temen que las nuevas generaciones pierdan interés en los automóviles, con la subsecuente caída en las ventas.
UN PASO AL FUTURO
El Salón de Tokio tiene una impronta que lo caracteriza. Es el show de los concept cars. La mayoría muy visionarios y hasta extraños, en las fronteras más lejanas del diseño y la tecnología automotriz. Una vez más, Tokio 2013 (este autoshow se realiza cada dos años) no fue la excepción y, salvo algunos vehículos, los prototipos y ejercicios de diseño acaparan la atención en los stands, más allá de los lanzamientos mundiales (pocos) y de la exhibición de los principales modelos que las marcas tienen a la venta en los concesionarios.
Obviamente también aquí los fabricantes japoneses (Honda, Toyota/Lexus, Daihatsu, Mazda, Mitsubishi, Nissan, Subaru, Suzuki, y hasta Yamaha) juegan de local, aunque los europeos, con presencia en el mercado asiático, tampoco faltaron a la cita con algunos de sus últimos modelos globales. Así, entre ellos estuvieron Mercedes-Benz, Audi, BMW, Volkswagen, Renault, Peugeot, Citroën, Jaguar, Land Rover, Porsche, Volvo y MINI.
Otra diferencia sustancial de Tokio con otros salones es que no sólo los automóviles tienen su lugar bajo las luces del futurista Tokyo Big Sight, el gigantesco predio de exposiciones emplazado en una isla artificial creada en medio de la bahía de Tokio, que aloja por segunda vez este autoshow. También es un salón para las motocicletas, de las que se vio lo mejor de Honda, Yamaha, Suzuki, Kawasaki, KTM y BMW.
Casualmente, la primera edición en el Big Sight fue en 2011, año que quedó grabado a fuego en el espíritu de este país por los devastadores efectos de los terremotos, el tsunami y la destrucción de la planta nuclear de Fukushima.
En la presentación de la JAMA, todos los oradores recordaron el hecho, en especial por la destrucción parcial de varias fábricas (de Toyota y Honda, entre otras). Quizá por estas cicatrices el salón no tuvo espectáculos, artistas o shows especiales, más allá de lo que se mostraba en cada stand.
De todas formas, el camino al futuro sigue siendo la marca registrada de Japón, una nación que deslumbra por su modernidad, educación y cultura.