¿Río estás?

¿Río estás?

Por Constanza Coll
Nicolás Bolso, montevideano, pregunta por Skycrapercity, el foro donde se diserta sobre cuestiones de arquitectura y urbanismo: “¿Por qué Buenos Aires le da la espalda al río?”. El interrogante desata una catarata de respuestas desde la costa argentina del Río de la Plata, posteos entre los que se mezclan explicaciones históricas, sociológicas y económicas, algunos argumentos más profesionales y elaborados, otros, del sentido común porteño. Esta frase interrogante tan repetida, casi poética, tal vez desconsoladora, fue dicha por primera vez hace más de 80 años por el arquitecto suizo Le Corbusier, y continúa vigente en nuestros días. Las razones mencionadas en el foro van de las crecidas e inundaciones que se producen cerca de la costa con cada sudestada; el trazado de la ciudad y la red ferroviaria como un abanico desde el puerto hacia adentro; la tierra ganada al río para la creación de reservas naturales; la contaminación progresiva del agua; hasta, para los más románticos, las olas de inmigrantes que llegaron a principios del siglo XX y decidieron dar la espalda al pasado, al lugar por donde llegaron: el Río de la Plata. Lo cierto es que, salvo desde las dársenas de Puerto Madero, hoy en día hay que trazar caminos ingeniosos para llegar al río más ancho del mundo.

Le da la espalda, pero lo espía desde lo alto
Uno puede ir del Obelisco al Teatro Colón o al antiguo Mercado del Abasto, puede recorrer todas las líneas de Subte y las avenidas más importantes de Buenos Aires, sin siquiera sentir la brisa que trae el río. A diferencia de otras metrópolis costeras, como Montevideo, Rio de Janeiro o Nueva York -esta comparación también es posible-, Buenos Aires pone los pies en tierra firme, bien adentro, y crece hacia los costados y para arriba. Con edificios de más de 170 metros, como la recién inaugurada Torre Renoir 2 en Puerto Madero, y el ya mítico Le Park sobre Figueroa Alcorta, la silueta de Buenos Aires trepa alto y regala algunas panorámicas imperdibles, que en algunos casos incluyen una lonja de río. Con entrada gratuita y organizado por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico, el programa “Miradores de la Ciudad” ofrece visitas programadas -con inscripción previa- a distintos rascacielos cada año. Entre los más imponentes se destaca el Palacio Barolo, Monumento Histórico Nacional, en el corazón de Avenida de Mayo; el Hotel Panamericano, con un bar en la terraza sobre el Obelisco y la siempre transitada 9 de Julio; la Galería Güemes, con su estilo Art Nouveau; y el Edificio Comega. Este último merece una mención especial, ya que desde su 21* piso, sobre Corrientes al 222, se puede ver cómo trabajan las grúas en el puerto, la reserva ecológica atrás de los diques de Puerto Madero, y, justo antes de la línea del horizonte, unos centímetros de río abierto. El encargado del edificio, Juan Manuel Pucheta, adelantó que este mes arranca una obra para abrir un restaurante en el último piso: “Queremos un espacio nuevo que esté a la altura de semejante vista”.

Y viceversa: la ciudad desde el rio
Hubo épocas mejores, evidencia de ello son los recortes de diario e imágenes en sepia de la inauguración del Balneario Municipal en 1918, donde hoy se encuentra la Reserva Ecológica Costanera Sur. En las fotos se ve una playa amplia repleta de gente en traje de baño “completo”, mujeres con mamelucos y hombres de pantalón y saco, a la moda de la época. Esta cercanía con el río tuvo su época de esplendor en los años ’40 y ’50, y sobrevivió hasta principios de los 70, cuando se aprobó un proyecto para “ganar tierras al río” y rellenarlo para crear un área verde. Más allá de las playas (sin río pero con duchas) que creó el Gobierno de la Ciudad en los últimos años, existen varias alternativas para recuperar el contacto perdido con el Río de la Plata. Y si acaso el avión está por despegar o aterrizar un día de sol en el Aeroparque Jorge Newbery, mirando por la ventana se puede comprobar que en nuestra costa se navega a vela, se rema, se pesca, se hace windsurf, kitesurf, kayak, stand-up paddle y su nueva versión zen, el stand-up yoga, que implica hacer una serie de posturas clásicas del yoga pero sobre una tabla, en el agua.
Federico Ezcurra, uno de los Instructores de Wind Experience, cree que el común denominador de los porteños no aprovecha el Río de la Plata por tres cosas: “Primero y principal, acá -Buenos Aires, Argentina- no hay cultura de disfrutar de la naturaleza, creemos que la naturaleza está muy lejos, cuando en realidad, es súper accesible. El río es inmenso y está pegado a la Ciudad, al alcance de cualquiera, pero tapado, escondido. Por otro lado, hay muy poca difusión de las actividades que se puede hacer y se presupone que es caro, inaccesible”. Federico da clases en el río desde hace once años, enseña windsurf, kitesurf y stand-up paddle a grandes y chicos desde los 6 años: “En cuanto lo descubrís -digo: el río, la adrenalina, el contacto con la naturaleza y la desconexión con todo lo demás- ya no lo querés perder, se te hace costumbre. Como cualquier deporte, se transforma en un hábito, un buen hábito. Por lo menos desde mi experiencia, la gente tiende a mantenerlo a través del tiempo”.
De norte a sur, una ruta náutica por la Ciudad podría arrancar con los cursos de óptimist y láser que dictan en los clubes de la Bahía de Núñez, podría seguir con las regatas que se corre todos los fines de semana frente a Puerto Norte, y terminar con la remada de rutina que ofrece Puro Remo en Puerto Madero y aprovechan algunos oficinistas en su hora de almuerzo. Ahora, todas estas opciones, desde las más deportivas y adrenalínicas hasta la versión dominguera de la náutica, con picada y siestita incluidas, tienen algo en común, y no es un detalle. Según Juan Dordal, capitán del Tangaroa, con el que organiza paseos a vela por el Río de la Plata, es una cuestión de perspectiva: “Cuando cruzamos el Río hasta Colonia del Sacramento, en Uruguay, la mejor vista del atardecer es desde tierra, porque el Sol cae en el agua. En Buenos Aires pasa todo lo contrario, el mejor atardecer es desde el río, porque el Sol cae en la Tierra y recorta el perfil de la ciudad sobre un cielo increíble, siempre distinto. En verano especialmente, el mejor lugar para esperar la noche es el Río de la Plata”.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS