04 Jan Recuerdos de Pepitito Marrone
Por Carlos Pacheco
La nueva camada de humoristas que comenzó a desarrollarse en Buenos Aires, a mediados de la década de 1980, tenía una constante: solían dedicar sus espectáculos a algunas de las grandes figuras del género como Niní Marshall, Pepe Biondi o Alberto Olmedo. Crecieron viéndolos en la TV y ciertas cualidades que definían la labor de ellos los marcó definitivamente. Entre aquellos artistas estaba el dúo Los Melli, que integraban Carlos Belloso y Damián Dreizik. Una intensa pareja creativa que, durante diez años, construyó espectáculos con una fuerte impronta de humor blanco, ingenuo y, a la vez, muy provocador para las jóvenes generaciones.
Belloso parecería estar volviendo a su mundo de infancia y adolescencia. Es que decidió, junto al periodista, dramaturgo y director Pablo Zunino, dar forma a una experiencia que rescata aspectos de la vida y, sobre todo, el trabajo de José “Pepitito” Marrone. Se llama Lo que me hizo Marrone y se estrenó en Gargantúa.
Aquel cómico que divirtió a numerosos espectadores, ya sea desde un escenario, el cine o la televisión, definió con fuerza el estilo de hacer humor de Belloso. Lo cuenta de manera muy apasionada porque, a la vez, asoma con fuerza el recuerdo de su padre, gran admirador de Marrone y quien le proponía verlo por televisión o lo llevaba a Once, donde estaba instalada la carpa de circo que tenía al cómico como figura central.
“Hay dos figuras que siento que han sido influencia directa en mi trabajo -explica-. Por un lado Lon Chaney (el intérprete estadounidense considerado “el hombre de las mil caras”) porque me interesa su manera de buscar la caracterización de los personajes, y el otro es José Marrone, con quien me siento muy identificado por su estilo cómico. Hay varios Marrone. Uno es el del humor pícaro, el chiste verde, prohibido para menores de 18 años. Está el actor teatral que deslumbró en obras como Cristóbal Colón en la facultad de medicina, que fue éxito durante cinco años, y luego aparece el que conduce un show televisivo como fue El circo de Marrone. Lo que intenté con este espectáculo fue divertir a la gente un rato, homenajeándolo a él y también a mi papá.”
El proyecto posee una estructura muy atractiva. Carlos Belloso no se propuso imitar al actor, aunque algunos rasgos de su gestualidad parecen haberse colado durante los ensayos. La idea es: el actor Belloso le pide a Juanita Martínez, segunda esposa de Marrone, que le enseñe algunas rutinas que su ex marido manejaba a la perfección. Así aparecen cuestiones como “el latiguillo” («Cheeeee!», expresión con la que Marrone solía cerrar una situación), “el aparte” («Ay, mamita querida»), “el retruécano” («me saco el saco me pongo el pongo») o “la morcilla” (el actor se corre del texto original y hace agregados inesperados).
“Hoy el morcilleo podés explicarlo como una cuestión ligada a la improvisación -señala Belloso- pero, en realidad, para aquellos actores la morcilla era la morcilla. Fidel Pintos fue un maestro en eso. Alberto Olmedo decía que sus grandes maestros habían sido Pintos y Ernesto Bianco, dos intérpretes casi opuestos, pero que a él lo influyeron. De alguna manera, siento que estoy contribuyendo a rescatar cosas de la tradición cómica nacional. Para que esa escuela no se apague. Insisto, no quiero imitar a Pepitito Marrone sino divulgar lo que hacía. Para algunos la imitación es un género chico y no es así. Descubrir los rasgos de otra persona es algo mágico. No soy imitador, pero me gusta rescatar algunos rasgos de ese ser que estoy recreando. Porque si no, sólo lo estoy pintando, lo estoy mostrando como una foto.”
-Ese estilo de humor se ha modificado mucho con el correr del tiempo. ¿Cómo analizás el proceso actual?
-Ahora todo está hiperfragmentado. Me pasa a mí, que dejo mis unipersonales para hacer una pieza como El cordero de ojos azules o Le prenom. La época exige fragmentar. Antes el cómico era “el cómico” y la gente iba a verlo para reírse. Y el artista lo sabía y lo vivía como una misión: “Tengo que hacer reír al público”.
-El origen del trabajo de Marrone se da en lo que se denominaba “la rascada” (los artistas hacían pequeños sketches en bares a cambio de un plato de comida) y vos empezaste en el Parakultural, una escuela también fuerte, a la hora del ejercicio actoral.
-Esas son experiencias inigualables. Lo que aprendés ahí, a la hora de relacionarte con el público, es impresionante. Hoy algunos cómicos ni se imaginan lo que era hacer la rascada, y a cambio de un plato de comida. Una escuela muy dura. Sin embargo, fíjate qué interesante en el caso de Marrone porque todo lo que aprendió en esos primeros años de trabajo en los que hacía dúo con Rosa, su primera mujer, después lo volcó en el teatro y fue de una gran intensidad interpretativa.
LA NACION