Escándalo en el banco de Dios

Escándalo en el banco de Dios

Por Ralph Atkins
El 28 de junio pasado, la policía italiana arrestó a un cura canoso, Monseñor Nunzio Scarano, en Roma. El clérigo, apodado “Monseñor Cinquecento” por los 500 euros que habitualmente llevaba consigo, fue acusado de fraude y corrupción, junto con un ex agente de servicio secreto y un corredor financiero. Los tres hombres son investigados por intentar introducir ilegalmente 20 millones de euros por avión privado desde Suiza.
Los fiscales alegaron que el cura, un ex banquero, estaba utilizando el Instituto para las Obras Religiosas, el nombre formal del banco del Vaticano, para enviar dinero a empresarios de la región de Nápoles. Lo que es aun peor, apenas un mes antes, Scarano (quien negó haber cometido delito alguno) había sido jefe de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, el tesoro del Vaticano.
El arresto, y los titulares que resonaron fuertemente en la prensa italiana, fue el último sobresalto para la Santa Sede. En lo que va del año, ya había habido agitación emocional en la Iglesia con la renuncia en febrero del Papa Benedicto XVI: la primera vez en 700 años que un papa renunciaba voluntariamente. Pero esta crisis exigía una resolución fría y firme. Para los reguladores y políticos de Europa que había propugnado el cambio en el banco del Vaticano salpicado por el escándalo en los cuatro años anteriores -desde el Banco de Italia presidido por Mario Draghi hasta los funcionarios del gobierno de Mario Monti y de Bruselas- esto puso de manifiesto sus preocupaciones. Dichas preocupaciones también sacudieron a algunos financistas internacionales decididos a presionar para obtener una reforma.
A comienzos de julio, Peter Sutherland, presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International y ex fiscal general de Irlanda, viajó a la ciudad del Vaticano. Su misión -si bien algunas personas con acceso a información confidencial la describieron simplemente como una “pequeña parte” del impulso más amplio de cambio- fue iluminadora. Reformadores de la iglesia habían pedido a Sutherland, católico practicante y consultor ad honorem del tesoro del Vaticano, que hablase con el consejo de cardenales, los consejeros más importantes del papa. Su mensaje a los hombres que se congregaron en una habitación cerca de la Casa de Santa Marta, la residencia del papa Francisco, fue respetuoso pero directo.
El banquero se sumó al pedido de las numerosas personas dentro y fuera de la iglesia de que el Vaticano cambie su operatoria. “La transparencia es importante y necesaria”, afirmó Sutherland, según dos personas que supieron de la reunión a puertas cerradas.
Los cardenales, conocidos por sus extensas y pensativas consultas, fueron sorprendentemente receptivos. Luego de una década de escándalos de pedofilia, era posible que las acusaciones de desajustes financieros desatasen otra tormenta de críticas y el asunto debía tratarse. Auditores externos y consultores de riesgo financiero ya habían comenzado a llegar al Vaticano, pero el arresto de Scarano hizo que el asunto de la reforma se tornase inevitable. “No podemos permitir más escándalos. Es una vergüenza”, dijo un integrante de la administración financiera del Vaticano.
Que el banco de Dios este año terminase como un arrepentido financiero es un capítulo rico en la historia de las reformas financieras que surgieron luego de la crisis crediticia de 2008. Paraísos intocables como Suiza y Liechtenstein debieron abrir sus palacios a las investigaciones de reguladores internacionales. Este año se desafió el poder de los papas.
Las reformas en curso en el Vaticano se implementaron en parte debido a la presión sobre bancos como Deutsche Bank, JP Morgan y UniCredit, que se vieron expuestos a los reguladores dadas sus relaciones comerciales con la Santa Sede. Alrededor de 35 bancos, incluso algunas de las instituciones financieras más grandes del mundo, durante años fueron bancos “corresponsales” del Vaticano, y prestaban servicios cuando los negocios del papa traspasaban los límites de la ciudad del Vaticano. Los bancos corresponsales movían hasta 2.000 millones de euros al año del banco del Vaticano a otras cuentas del mundo. El temor de verse afectados por sus vínculos con el Vaticano después de la crisis crediticia los llevó a tomar medidas que obligaron IOR a poner sus asuntos en orden. Varios profesionales de finanzas hablaron en detalle con el FT de sus operaciones con el personal del Vaticano y suministraron documentos sobre la estructura del banco. Ninguno quiso hablar oficialmente, pero todos dijeron que decidían hablar para ayudar a que el banco cumpliese su programa de reforma.
Reguladores interrogaron a ejecutivos senior de algunos bancos y muchos de ellos expresaban lo mismo en cuanto a las operaciones con el banco del Vaticano: operaba en forma distinta de cualquier otro banco que conocían: había muy poco control del flujo de caja… y mucha menos documentación de la que se esperaba. Había poco personal -112 personas-, mayormente italianos y los cardenales se encargaban de la supervisión. Muchos empleados parecían no ser muy duchos en materia de debida diligencia de clientes, según algunos.
El Instituto para las Obras Religiosas (IOR) emitió su primer informe anual a principios de octubre. Según dicho informe, el banco tiene 19.000 clientes, de todo el mundo, 33.000 cuentas y 5.000 millones de euros de activos. Se otorgan pocos créditos; el banco tiene depósitos, transfiere dinero y realiza inversiones. La mitad de los clientes del banco pertenecen a órdenes religiosas, 15% son instituciones de la Santa Sede, 13% son cardenales, obispos y clérigos, y 9% provienen de diócesis católicas. El resto de los clientes se dividen entre los que tienen, o deberían tener, alguna “afiliación a la Iglesia Católica”, indica el informe.
Personas con acceso a información confidencial del Vaticano también revelaron que el banco estaba inundado de donaciones y efectivo, provenientes de colectas dominicales y donaciones caritativas. Un 25% de los negocios del banco se realizan en efectivo: lo que alertó a los reguladores de la posibilidad de lavado de dinero. Un tercio de sus negocios proviene de donaciones caritativas.
Laura Pedio, una fiscal anti-mafia de Milán que se especializa en delincuencia de cuello blanco, fue una de las pocas fuentes dispuestas a hablar públicamente con el FT. Pedio, que había investigado la quiebra de un hospital católico en 2011 y precisaba acceso a información del banco del Vaticano, dijo que se sorprendió al encontrar un sistema complejo de apoderados, las autorizaciones otorgadas a representantes para realizar transacciones en nombre de beneficiarios de cuentas, no identificados.
Descubrió que incontables personas tenían apoderados, pero los detalles de estos últimos aparentemente no estaban registrados en ningún sitio. Algunos de ellos, según Pedio, fueron verbalmente identificados solo por unas pocas personas del banco del Vaticano.
Un consultor del Vaticano, dice que la búsqueda llevada a cabo por fiscales y reguladores en el Vaticano generó un cambio de humor entre los banqueros en relación con la Santa Sede. Bajo la presión de que reguladores europeos aplicasen medidas drásticas, los bancos ya no estaban abiertos a hacer negocios con un Vaticano hermético. “Los bancos adoptaron un enfoque sensato”, sostiene este consultor. “No teníamos intención de cubrir las espaldas del Vaticano”.
La ciudad del Vaticano, un estado soberano que protege la privacidad con uñas y dientes, tiene algunas de las características de una ciudad, pero su banco natal tiene la dirección más paqueta posible: el Palacio Apostólico.
Los papas Benedicto XVI y Juan Pablo II tenían su habitación dos pisos encima del banco. Se instaló un ascensor en el Palacio Apostólico para Juan Pablo II cuando tenía poca estabilidad para subir las escaleras. La entrada de planta baja del ascensor está al lado de la puerta trasera del banco.
El debate sobre lo que los papas sabían de quienes entraban y salían por las puertas del banco ha ocupado a generaciones de observadores del Vaticano. El banco fue creado en 1887 como “una administración” dedicada a recaudar y utilizar dinero para obras religiosas, pero con Pio XII cambió de rumbo.
El IOR debió desde ese entonces velar por “la custodia y la administración del dinero (en bonos y efectivo) y los bienes transferidos o confiados al Instituto mismo por personas jurídicas o fiscales a los efectos de obras religiosas y obras de devoción cristiana”.
Un libro de 1996, Su Santidad, escrito por Marco Politi y Carl Bernstein, reflejó un panorama benévolo del flujo de caja del Vaticano en la década de 1980: el Papa Juan Pablo II había enviado dinero sistemáticamente a Solidaridad, el movimiento de resistencia polaco, mediante una cuenta discrecional, para intentar acabar con el comunismo en Europa oriental.
La publicidad más infame envolvió revelaciones relacionadas con las transacciones del Vaticano con el Banco Ambrosiano de Milán. El banco del Vaticano era el principal accionista del Ambrosiano. Luego de su quiebra en 1982, su presidente, Roberto Calvi, lo encontraron colgado debajo de un puente de Londres. Los fiscales de Roma llegaron a la conclusión que lo había asesinado la mafia siciliana, pero nunca se condenó a nadie.
En los últimos años, el banco ha vuelto a aparecer en informes de los medios por su financiación de actividades religiosas y humanitarias en todo el mundo. Funcionarios actuales y pasados del Vaticano confirmaron al FT que el banco se había utilizado para enviar dinero en efectivo a grupos cristianos vulnerables de Cuba y Egipto.
Pero personas con acceso a información confidencial del Vaticano, banqueros y fiscales admiten que un sistema destinado a enviar dinero rápidamente a sitios difíciles también ha estado potencialmente abierto a abusos por parte de evasores fiscales y el crimen organizado.
Una persona con acceso a información confidencial del Vaticano: dijo que “No había reglas. De modo que si a eso agregamos una persona con motivación criminal, estamos listos”.
Hasta casi 2008, según un ex bancario senior del Vaticano, la regulación del banco del Vaticano era “indulgente”.
Pero la crisis del euro cambió todo eso. La presión de la OCDE, el Consejo de Estabilidad Financiera de Europa y el GAFI llevaron a medidas drásticas en estados que no cumplieron con las normas internacionales. Al mismo tiempo, fiscales de Roma investigaban transacciones sospechosas que aparentemente salían de la Santa Sede e ingresaban en el sistema bancario italiano. Su foco de atención era una sucursal de UniCredit, el activo más grande de Italia en activos.
Una investigación de rutina del Banco de Italia sobre el lavado de dinero en dicha sucursal había detectado inconsistencias en las operaciones con el banco del Vaticano, y el asunto se derivó a fiscales de Roma. Según una fuente, en la sucursal se encontraron talones de pago de titulares no identificados de cuentas del banco del Vaticano, lo cual encendió la alarma a investigadores en materia de lucha contra el lavado de dinero. La investigación se cajoneó más tarde ese año, sin consecuencias para el Vaticano. UniCredit afirma que cortó todo vínculo con la Santa Sede. No sería el último banco que lo haga.
Forzar el cambio era un desafío. Parte del problema fue que la Unión Europea no tenía poder regulador sobre el banco del Vaticano. En consecuencia, se decidió que el Banco de Italia, presidido por Mario Draghi, presionaría a los bancos que operaran con el Vaticano. Un ex ministro italiano con información de primera mano afirmó: “Así se manejan las cosas en estos casos, cuando se tiene un estado sobre el cual no se tienen poderes de regulación, pero se quieren cambios”.
En 2009, el IOR fue descubierto en el centro de varios escándalos financieros. Mientras los fiscales continuaban con suinvestigación, el Banco de Italia ponía presión complicándoles la vida a los bancos corresponsales.
El Vaticano, con un Benedicto cada vez más frágil, trató de poner su propio sello en las investigaciones mediante el nombramiento de Ettore Gotti Tedeschi, un banquero conservador bien contactado, como presidente de la entidad. También hizo una petición al Consejo de Europa para que se investigara a Moneyval, el Comité de Expertos del Consejo sobre la Evaluación de Medidas contra el Lavado de Dinero y el Financiamiento del Terrorismo. El papa incluso dio su bendición a la creación del cargo de supervisor financiero dentro del recinto del Vaticano.
Gotti Tedeschi había sido jefe del Banco Santander de Italia y se lo consideraba hombre de confianza de Emilio Botín.
Sin embargo, Gotti Tedeschi fue visto con desconfianza entre algunos miembros del consejo de cardenales, al cual trató de animar a ser más transparente. Las batallas personales con la jerarquía del Vaticano tuvieron su impacto: en mayo de 2012 fue expulsado de la presidencia después de un voto de no confianza.
Ese año, los bancos corresponsales también se preocuparon más. El fracaso del Vaticano para cumplir con las normas internacionales contra el lavado de dinero tenía el potencial de afectar a sus propios negocios. Como los reguladores castigaron a evasores de impuestos en paraísos fiscales como Suiza, los bancos temían que los reguladores se volvieran contra ellos por trabajar con el Vaticano que seguía guardando sus propios secretos bancarios.
En marzo de 2012, JP Morgan cerró la cuenta bancaria que tenía el Vaticano porque no proporcionaba información suficiente sobre los fondos.
Moneyval de la UE reforzó la idea de que el Vaticano estaba en aprietos en su informe de julio de 2012. Dijo que la Autoridad de Información Financiera, establecido con la bendición de Benedicto, carecía de las facultades legales y la independencia necesarias para supervisar y sancionar a las instituciones financieras del Vaticano. Se consideraba que el banco del Vaticano cumplía sólo 9 de 16 normas fundamentales.
La crisis se produjo cuando los reguladores se volvieron a Deutsche Bank Su filial italiana había manejado los 80 cajeros automáticos y los servicios de pago con tarjeta de crédito de la Ciudad del Vaticano desde 1997. En el verano de 2012, el Banco de Italia comenzó a cuestionar si Deutsche poseía una licencia para operar cajeros electrónicos para el Estado Vaticano. El banco central dijo que el Vaticano no cumplía las normas internacionales; ¿Deutsche violaba la ley al operar los cajeros automáticos? El Banco de Italia envió otra carta que ordenaba al Deutsche Bank que cerrara sus cuentas del banco del Vaticano.
El 1° de enero de 2013, plena temporada alta, no había cajeros automáticos que funcionasen en toda la Ciudad del Vaticano. Las colas de visitantes a la Capilla Sixtina no podían ingresar, salvo que pagasen en efectivo.
En los últimos días de su pontificado, Benedicto XVI quiso algún tipo de resolución financiera. Nombró a René Bruelhart, ex jefe de la unidad de inteligencia financiera de Liechtenstein, como jefe del regulador financiero del Vaticano y a un nuevo jefe del banco del Vaticano, Ernst von Freyberg, un banquero especializado en fusiones y adquisiciones.
Bruelhart estuvo involucrado en la devolución de los bienes de propiedad del régimen de Saddam Hussein al nuevo gobierno iraquí. También ayudó a destapar el escandaloso contrato de Siemens de 2006, que implicó sobornos de funcionarios públicos.
Bruelhart trabajó con rapidez para restablecer los servicios de cajeros automáticos en la Ciudad del Vaticano.
En marzo de 2013, con la asunción de l nuevo Papa, Bruelhart rápidamente impuso un nuevo estilo. El Papa habló en contra de la “idolatría del dinero”, “la corrupción que lo abarca todo” y “la evasión impositiva que había alcanzado dimensiones mundiales”. Y envió otra señal: Francisco mudó su residencia lejos del Palacio Apostólico y el banco del Vaticano.
También empezó a emitir decretos papales que ayudaron a acelerar las inspecciones y produjeron cambios entre los cardenales de alto rango. Según fuentes del Banco de Italia, el nuevo Papa “dió pasos importantes hacia una verdadera reforma del marco jurídico e institucional”. Con el respaldo de Francisco, la Autoridad de Información Financiera se fortaleció con poderes más amplios de supervisión.
El Papa también había pedido una revisión de las actividades del banco y nombró dos consejos compuestos por miembros del alto clero y laicos banqueros, para brindar asesoramiento sobre el futuro de la institución de modo que “estuviese en armonía con la misión de la Iglesia Católica”, según declaraciones del Vaticano.
Hasta ahora, Bruelhart y von Freyberg se han complementado mutuamente en su enfoque de la reforma, dicen los conocedores. Bruelhart armó un equipo de gestión de crisis para revisar las cuentas y realizar un seguimiento de las transferencias de dinero. Pocos meses después de que llegasen los dos foráneos financieros, Sutherland viajó desde Londres para debatir las virtudes de la transparencia con los cardenales.
Antes de la reunión, Sutherland entró en el comedor de la Casa de Santa Marta. El Papa Francisco también estaba allí, desayunando, según un testigo. “No podía creer lo que veía”, afirma esta persona. “El papa en una esquina y uno de los banqueros más reconocidos del mundo en la otra”.
Ese verano, von Freyberg había buscado a Promontory Financial, un grupo global de control de riesgos que se especializa en temas regulatorios y de cumplimiento. El contrato de Promontory, según von Freyberg, cuesta “muy por encima de siete dígitos”.
Una mañana a fin de octubre, nueve empleados de Promontory Financial se sentaron en una oficina, a clasificar copias escaneadas de pasaportes de titulares de cuentas. Verificaban manual y metódicamente los nombres y rostros con formularios bancarios recién cumplimentados. Los empleados de Promontory ya conforman el 25% de la nómina de empleados del banco del Vaticano, según este último.
Al lado se ubicó Rolando Marranci, ex director financiero de la filial italiana de BNP Paribas y ahora nuevo director general del banco del Vaticano. Fue contratado tras la detención de Scarano, el contador del Vaticano.
Para el próximo año, se espera que estos nuevos empleados hayan cerrado cientos de cuentas bancarias que figuran en los libros contables del Vaticano. Los funcionarios del banco del Vaticano dicen que revisar todos los libros demorará hasta bien entrado el próximo año. Las cuentas pasan a estar en la mira cuando pertenecen a un cliente que ya no tiene vínculos con la Santa Sede. Toda vez que se descubrió que faltaba información básica de una cuenta o que un cliente ya no mantiene dichos vínculos, se enviaron dichas cuentas a Bruelhart y su equipo. Bruelhart decide si hay que cerrarlas examinándolas a la luz de las nuevas y estrictas normas contra el lavado de dinero del Vaticano.
Bruelhart y von Freyberg trataron de calmar los temores internos sobre los presuntos vínculos del Vaticano con el lavado de dinero. Su volumen de transacciones -cerca de 2 mil millones de euros que ingresan y egresan al año- es demasiado pequeño para representar una gran amenaza. Pero siguen habiendo sospechas de que el banco puede haber sido un refugio para evasores de impuestos procedentes de Italia.
Los banqueros familiarizados con la transición entre los papas describen el año pasado como un año que marcó un cambio de época. La jerarquía del Vaticano está tomando medidas para designar a reguladores experimentados para encabezar un nuevo supervisor prudente, afirman allegados al Vaticano. Los auditores de Big Four están mirando sus cuentas. El personal del banco del Vaticano supo estar dominado por italianos y ahora está abriendo sus puertas a banqueros extranjeros con experiencia a nivel mundial.
La limpieza se extendió también a aumentar la supervisión del tesoro del Vaticano, conocida como la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que controla la cartera de bienes raíces de la Iglesia Católica y supervisa las tenencias de bonos del gobierno. Sutherland y su compañero financista internacional Bob McCann, director ejecutivo de UBS Americas, figuran como dos de los cinco “consultores” o asesores de Apsa, según un directorio de 2013 del Vaticano. El Vaticano anunció en octubre que sus consultores pasarían a formar parte de un consejo de vigilancia de reciente creación. Ninguno de los dos respondería a las preguntas sobre el Consejo, pero allí hay trabajo por hacer.
Recientemente se descubrieron algunas cuentas corrientes dentro de Apsa -para sorpresa de los auditores y los funcionarios del Vaticano- y están en proceso de ser transferidas al banco del Vaticano, según personas con conocimiento directo de los acontecimientos. La mera existencia de estas cuentas es otra señal, afirman estas personas, de cómo operó el sistema financiero durante años sin ningún tipo de reglas claras.
Se vienen más cambios. Bruelhart firmó un memorando de entendimiento para intercambiar información sobre transacciones sospechosas con EE.UU., Italia, España, Bélgica, los Países Bajos y Eslovenia, y tiene otros 15 a 20 en espera. También se puso en contacto con el Grupo Egmont, una red informal de unidades nacionales de inteligencia financiera que intercambia información sobre operaciones sospechosas, según el Vaticano.
Hay un clima de cauteloso optimismo entre los consejeros técnicos de Roma y más allá. Sin embargo, admiten que todavía hay tensión entre los sumos sacerdotes de las finanzas y el Vaticano. “En definitiva, se trata de voluntad política”, sostiene un asesor del banco. “Aunque lo que está sucediendo aquí es sorprendentemente apolítico. Se trata de informática y manuales, y de capacitación de personal, procesos y comprobación de hechos”.
El alcance que pueden llegar a lograr las reformas del Vaticano depende del hombre que esté a la cabeza. Bautizado con el nombre de un santo que era llano y feliz con actividades simples, el enfoque del Papa Francisco hasta la fecha ha inspirado a los investigadores del banco a trabajar largas horas. Para ellos, sus primeras reflexiones sobre lo que la banca debe ser -en esta ciudad enjoyada de santos y pecadores o en cualquier lugar del mundo- son dignas de meditación. “Algunos sostienen que lo mejor es tener un banco, otros dicen que debería ser un fondo de ayuda, otros recomiendan que se cierre”, dijo el Papa Francisco en julio. “Yo confío en la labor que está llevando a cabo el equipo (del banco del Vaticano). . . “Pero ya sea un banco, un fondo, o lo que fuere, debería basarse en la transparencia y la honestidad”.
En Italia, se cree que el Papa Francisco, nativo de Argentina, fue elegido en parte por ser un foráneo. Él entiende que la naturaleza insular del Vaticano ha herido la imagen de la Iglesia Católica y ha manifestado preocupación sobre su importancia. Su papado será una misión para demostrar que la iglesia sigue siendo el estandarte de la moral -y, según algunos observadores, ha considerado el escándalo del banco como una oportunidad.
Massimo Faggioli, académico y autor de Bolonia que estudia el Vaticano desde hace 20 años, afirma que otros pontífices jamás encontraron motivos para pensar que el banco era importante para el mundo exterior. Pero ahora lo es -y Francisco, al hablar sobre ello enseguida, ha señalado su importancia. “El Papa Juan Pablo II no tocó el banco porque le sirvió a su propósito de financiar la Solidaridad del Vaticano. El Papa Benedicto no lo tocó porque no le interesaba controlarlo”, dice Faggioli. “El Papa Francisco es diferente porque sabe del daño que se ha causado a la credibilidad de la Iglesia por este pequeño banco y su historial de escándalos”.
EL CRONISTA