El arte de criar caballos

El arte de criar caballos

Por Diana Alsina
El arte de criar y preparar caballos de carrera, ha sido siempre el tema favorito de muchos escritores entendidos en la materia; y los libros publicados sobre este asunto, formarían por sí solos, una gran colección. Pero es curioso que ninguno de estos autores, a pesar de sus profundos conocimientos, se haya dado cuenta de la importancia que tiene el estudio del caballo en su estado primitivo, ni de la poderosa influencia ejercida por las tendencias naturales sobre la constitución de los animales. Un ejemplo: Nunca se ha atribuido su verdadera importancia a uno de los rasgos característicos más prominentes del caballo: el de recorrer grandes zonas en busca de alimento, lo que indica la necesidad que hay de alimentar a los potrillos en terrenos nuevos, donde crecen pastos naturales, y donde otros caballos no han estado por mucho tiempo.
En esta época, en que la competencia y el alto valor de los premios, necesitan la producción de animales de categoría producir lo mejor, debe ser el tema de todos los criadores que desean sacar beneficio de un harás, y acreditarse ellos mismos.
Se ha dicho con razón, que la mayor parte de nuestros potrillos de carrera, han sido criados con todo cuidado, sin reparar en gastos, que se preparan acertadamente y se alimentan bien; de manera que, puestos en entrainament o enviados a los remates, su apariencia no podía ser más hermosa. Hasta este punto, los criadores los miran con la mayor satisfacción. Pero esto sólo se refiere a los primeros años de la vida del animal. Sabemos que de los potrillos vendidos a altos precios en los remates, son muy pocos los que se distinguen en las pistas y el hecho de ser tan reducida la proporción de los que dan buen resultado, debe convencer a los criadores de que, al preparar un animal, hay que tener en cuenta otras circunstancias, además del pedigree y de la buena apariencia, si se quiere que el producto gane más tarde premios clásicos.
Los potrillos deben disfrutar, pues, de una vida parecida en lo posible a la vida natural; es decir, que se les debe dar terrenos amplios en que puedan comer, caminando continuamente como harían en el campo. Diremos de paso, que el caballo salvaje recorre áreas mucho más extensas que los demás animales; sin exceptuar ni siquiera el búfalo, ese habitante de las ¡limitadas praderas de la América del Norte. Esto hace, impelido sin duda, por la necesidad de comer pasto completamente fresco.
A la costumbre de hacer caso omiso de este rasgo característico, debe atribuirse en gran parte el fracaso que con harta frecuencia sufren las tentativas de muchos de nuestros criadores.
Pero, ¿cómo pueden obtenerse resultados positivos, si se adopta un procedimiento diametralmente opuesto a todas las leyes de la naturaleza? El fracaso será inevitable mientras se continúe con el sistema de alimentación artificial, y mientras se alimente un número excesivo de animales en los terrenos de pastoreo.
Otro punto importantísimo, es el cuidado de las reproductoras, inmediatamente después del alumbramiento. El criador no debe enviar las yeguas llenas y los potrillos a los terrenos en que los caballos han estado durante mucho tiempo. Para este objeto, deben elegirse los terrenos de pastoreo en que no han estado animales durante uno o dos años, y aún entonces, el número de las yeguas y potrillos debe estar en estricta proporción con el área disponible. Como ejemplo de esto, citaremos el caso de un lote de yeguas recientemente servidas, pertenecientes a un conocido criador, que fueron puestas en un potrero que siempre había sido utilizado. Al año siguiente, la mismas yeguas, servidas por el mismo padrillo, se alojaron en un terreno virgen; y se comprobó que los productos en el segundo caso, eran infinitamente superiores a los primeros, en cuanto al hueso, músculo y constitución. Esta superioridad, sólo pudo atribuirse a la diferencia en el pasto. El experimento se repitió en años posteriores, y siempre con el mismo resultado. Es un hecho que ningún hombre de campo, práctica, pretenderá negar: que el caballo, por su modo de comer, destruye todos los pastos naturales y los mejores; pues en muchos casos arranca las plantas de raíz con los dientes. En esto difiere mucho de los animales vacunos. Las yerbas así destruidas, tardan de 3 a 5 años en reaparecer. Hay que atribuir mucha importancia a la cantidad y calidad del pasto, porque el alimento natural del caballo, contribuye mucho más que el artificial, al crecimiento y al desarrollo del hueso y músculo. Debe tenerse presente también, que los excrementos del caballo destruyen la tierra en vez de fertilizarla, como lo hacen los de los animales vacunos. Los potrillos y potrancas necesitan una buena alimentación para que se desarrollen debidamente, pero no convienen los alimentos fuertes artificiales, porque aquellos tienen dificultad en asimilarlos.
El entrainement de un caballo que se ha alimentado con comidas artificiales, siempre ofrecerá dificultades, porque será necesario hacer desaparecer una cantidad de carne inútil, antes de que se pueda empezar a desarrollar la musculatura; mientras tanto, el desarrollo del animal se suspende. Se recordará que en Inglaterra, en tiempos pasados, el propietario de un caballo de carrera, era también su criador y nunca trataba de darle un desarrollo precoz, proporcionándole una alimentación artificial.
En cuanto a la naturaleza del suelo, hay también, mucho que decir. En Inglaterra, hay pocos suelos desfavorables. Los terrenos calcáreos son los mejores, tanto porque favorecen la formación del hueso, como por la buena clase de pasto que crece en ellos. Además, el subsuelo es seco, y suministra una abundancia de agua pura.
Los terrenos del centro de la Gran Bretaña y los de Yorkshire, también son favorables, porque si bien son arcillosos, tienen buen desagüe, y aunque el pasto no es muy suculentos, los terrenos de pastoreo son extensos y muy sanos. En ellos se han criado muchas notabilidades del turf.
Cuando se recuerda que los desiertos arenosos del Oriente, son el país natal de los caballos árabes (considerados con razón corno el origen de los pura sangre) es permitido suponer que los terrenos análogos, existentes en cualquiera región, sean igualmente favorables, con tal que el subsuelo no sea de naturaleza tal que se mantenga la humedad en la superficie. Pero en terrenos semejantes, es necesario poner menor número de animales que en los anteriores. En resumen, si el subsuelo es seco, tanto el suelo como el clima de Inglaterra, se adapta admirablemente a la crianza de caballos de carrera. Esta afirmación está comprobada por los hechos; pues al principio del siglo pasado, la talla de estos animales rara vez pasaba de 11 manos, mientras que ahora dicha talla es en la mayoría de los casos, de 15 manos 3 pulgadas a 16 manos. Esto importa un aumento de una pulgada en cada 25 años. Hay que admitir, también, que tratándose de carreras de corta distancia, el pura sangre actual es mucho más veloz que su antepasado árabe.
Sería fácil encontrar muchos casos concretos de las ideas anotadas en el presente artículo, pues hemos visto desacreditarse más de un harás, no por falta de capital ni de energía, sino debido sencillamente, a una degeneración en la calidad de los animales producidos. Hemos visto, por otra parte, a un haras recientemente fundado, adquirir celebridad en muy poco tiempo, por disfrutar de buen clima, buen suelo y buen pasto: circunstancia que le ha valido la producción de ganadores de carreras clásicas.
Los caballos norteamericanos de carrera, ofrecen una prueba elocuente de la exactitud de estas teorías. En efecto, varios escritores han asegurado que con excepción de Galtee More y Persimmon, los caballos ingleses son inferiores a los norteamericanos. Ahora bien, como estos últimos son productos de padrillos ingleses, esta superioridad no puede explicarse por una diferencia en los pedigree. La única explicación posible, es que ellos gozan, de una escala mucho mayor que los caballos ingleses, de las ventajas que ofrecen terrenos de pastoreo prácticamente ilimitados.
Resumiendo lo dicho, llegamos a las siguientes conclusiones:
1a. Es necesario elegir con buen criterio una reproductora completamente sana y de pedigree irreprochable.
2a. Desde el momento en que se encuentre llena, se la debe alojar en un terreno de pasto fresco y limpio.
3a. Lo mismo debe hacerse después del alumbramiento.
4a. Después del despacho, la vida del potrillo debe asemejarse en lo posible, a la vida natural.
5a. En cada dos manzanas del potrero, no deben alojarse más de 4 yearlings.
6a. Hay que acordarse de que “el producto se asemeja al productor”, y los que quieren obtener un tipo natural, deben observar al caballo en su estado natural, la talla no vale nada si no está combinada con una buena constitución.
REVISTA PUROS DE CARRERA