What freedom

What freedom

Por Guido L. Croxatto
“What freedom am I Being offered while the organisation of the people remains banned? What freedom am I being offered when I may be arrested on a pass offence? What freedom am I Being offered to live my life as a family with my dear wife who remains in banishment in Brandfort? What freedom am I being offered when I must ask for permission to live in an urban area?…What freedom am I being offered when my very South African citizenship is not respected? Only free men can negotiate. Prisioners cannot enter into contracts” (Nelson Mandela, estando en prisión) en The soul of a Nation, HassenEbrahim. (Oxford, 1998)*

Esa es la pregunta: a nosotros nos toca hacernos hoy la misma pregunta que se hizo Mandela: qué libertad. What freedom am I being offered. Esta es la pregunta que se debe hacer cada ciudadano digno del mundo: What freedom am I being offered… Nosotros no lo vemos, pero también vamos quedando presos. Delante de nuestros ojos van levantando un nuevo muro. Los barrotes de la nueva prisión no se ven. (Véase el poema “Murallas”, del poeta Konstantino Kavafis, “Sin consideración, sin piedad, sin recato, grandes y altas murallas en torno mío construyeron / Ah cuando los muros construían cómo no estuve atento”). Porque estos muros no fueron hechos para ser vistos. Cuando muchos vean que están presos será tarde. Y será difícil. La libertad será cosa del pasado. Habremos renunciado a vivir libres para vivir (en teoría) más seguros. Nos habrán convencido de que el muro era inevitable, que lo necesitamos, que la seguridad es enemiga de la libertad, de los pueblos libres. Cuando la libertad es su mejor aliado, la libertad es el único aliado de la paz. La libertad es la única arma que tiene o debe tener una democracia. No hay otro camino. La cárcel estará dentro de cada uno. Los hombres callarán. (No callemos). Mientras creían que estaban cada vez más “comunicados”. Se habrá impuesto la autocensura. El silencio. La persecución. Como fin de la libertad y del pensamiento. Habremos construido una pared. Cuando creían que se hacían cada vez más libres, los hombres renunciaban a su libertad. A ser ellos mismos. Hasta los grandes hombres callan. Los profesores. Es allí cuando aparecen ellos: los hombres como Mandela. Ellos levantan la voz de la historia. Solos. Fuimos construyendo un muro de silencio del que hoy nos cuesta salir. Por eso vale la pena volver a hacerse, mientras Mandela deja este mundo, su valeroso legado, su valerosa, valiente, pregunta. What freedom. Él vivió para eso. Para que nosotros nos hagamos la pregunta de la libertad. No le tengamos miedo a la libertad. Una democracia necesita de un Estado de derecho consolidado. Libre. No de una libertad que tambalea. Que tiene miedo. Una libertad cobarde. Una democracia necesita de personas como Mandela. No necesitamos sólo mercados libres. Necesitamos sobre todo personas que conozcan la libertad y con coraje. Que se asuman libres. Que maduren. Que crezcan. Que sean responsables. La libertad es coraje, valentía. Dijo Henry Thoureau que en la cárcel se sentía más libre para poder elevar su voz. Victoria Ocampo dijo –al ser apresada injustamente– “al menos ahora estoy en una verdad”. No era sólo una metáfora, y aunque sus argumentos (sobre el peronismo) eran muchas veces injustos, no dejemos que la cárcel sea otra vez una verdad, como dice Ocampo. Que la verdad sea siempre la libertad. Que la verdad sea de la democracia. Nunca el silencio. Preguntemos: What freedom am I being offered… Esa es la pregunta que el mundo debe hacerse. No hay otra pregunta. Sólo una, sólo esa. La única pregunta que queda es la pregunta de Nelson Mandela en la cárcel. What freedom. Juntando cal.El mundo necesita personas como Madiba. Que se atrevan a pensar por sí mismas. Que tengan coraje para elevar un pensamiento. No caigamos, como dice Lipovetsky, en el crepúsculo del deber. Asumamos nuestro deber. Necesitamos personas dispuestas a luchar por la libertad. Por la paz. Por el derecho. Y por la justicia. Por el Derecho Internacional. Personas dispuestas a luchar por el otro negado. Personas dispuestas a defender la democracia. Y la libertad. Hay una sola manera. No quedándose callado. Madiba estuvo 27 años encerrado en una celda con el número 466/64 por defender la libertad. Pero la Carta de la Libertad (Vryheidsmanifes), que escribió con amigos antes de ser apresado, siguió y seguirá circulando. No pudo ser prohibida. Trabajó como esclavo en una cantera de cal. Fue aislado y censurado. Pero fue libre. Estudió Derecho estando preso. Porque creía en la justicia. Esos son los abogados que hacen falta. Los que estudian Derecho por eso. Porque creen que un mundo más justo es posible. Donde rija el derecho y no sólo el interés, el abuso, o la usura.
Es notable que para el talentoso Vargas Llosa, cuyo talento literario no discuto, los que defienden la libertad sean unos “hipócritas” (Human Rights Watch, Aministía Internacional, etc.) y los que avasallan la libertad con impunidad sean “un ejemplo” (de la lucha por las libertades). Los que defienden la libertad –nos enteramos ahora– son unos ingenuos. Los que la avasallan y hacen guerras son “realistas” (parece que está de moda ser “realista”): seamos entonces ingenuos Vargas Llosa. Obama mismo no es realista en este punto, creemos de corazón que hace lo posible por defender la libertad, por ejemplo, que sus palabras sobre el ejemplo de hombres como Ted Sorensen, asesor de Kennedy, son reales. Que cree en un mundo con mayor igualdad. Pidamos lo imposible. Pidamos libertad. Y justicia. Volvamos a Nelson Mandela. Recojamos su enseñanza. Su legado. Su valor. Seamos dignos. Seamos libres. Seamos mejores. Empecemos de nuevo. A reconstruir la libertad. La pregunta que se hizo Mandela hace casi treinta años no es muy distinta de la pregunta que nos toca hacernos a nosotros ahora. Es nuestro deber. What freedom am I being offered… En honor a Mandela (jamás será olvidado, su valor vive en cada uno de nosotros) y en honor a la libertad, a la que consagró su vida, y en honor a todos los que dieron su vida para defender la libertad, para ser libres, para no ser esclavos, hay que volver a hacerse esa pregunta. La única pregunta. La democracia depende de que sepamos, como Mandela, pensar nuestra dignidad. Elijamos ser dignos. Pensar. Ver más. Atravesar los muros. Que no haya más apartheid en el mar. Donde aún hoy se levanta un muro. Los ahogados de Lampedusa son Mandela. Necesitamos saber que la democracia no son sólo palabras. Son libertades. Y son derechos. Los que luchan por la libertad no pueden morir. Viven para siempre. Por eso los abogados jóvenes todos somos hijos. A todos nos parió el silencio. El abandono. Por eso estamos buscando la palabra. La justicia. Necesitamos más. Los hombres grandes no especulan. La política tiene que abandonar eso. La especulación. Tiene que recuperar el principio. Porque la especulación es enemiga de la palabra (García Márquez lo dijo hace un tiempo con talento). Hacen. Mandela no calló y por eso fue encarcelado. Vivió 27 años a la sombra. Juntando cal. Pero su ejemplo es lo único que vivirá. Cuando no quede nada de nadie, será su luz la que seguirá brillando. De los que eligieron, incluso en las circunstancias más difíciles, la libertad. Estar de pie. La patria la hacen los hombres que no especulan. Mandela no hizo lo que hizo con una encuesta en la mano. No fue eso. Por eso fue grande. Por su valor.
Decíamos que hay un deber implícito en la palabra. Un deber. Una libertad que se elige paradójicamente para no pronunciarse, para callar, para no alzar la voz, ya no es libre. Es una negación de la libertad: es el silencio. Mandela murió en una cama en Johannesburgo. Dicen que incluso así, con sus 95 años, 27 preso, fue capaz de abrir los ojos. Una vez más. Otra vez. Porque eso es él: los ojos abiertos. El corazón. Las manos. Pero su modelo y su valor nos seguirán inspirando. Hay que volver a leer su Carta de la libertad. Hay que recuperar entre todos el aliento. La dignidad. Seamos un poco como Mandela. No declamemos. No nos llenemos la boca con su nombre. Seamos como él.
Todos tenemos el número 466/64 tatuado. Preguntémonos: What freedom… What freedom am I being offered. Defendamos la libertad, esta libertad. Levantemos la voz. Seamos dignos. No callados. No dejemos, como dijo Kavafis, que levanten un muro. Sin ver. Sin tener por lo menos el coraje de decirlo. De decir las cosas. No cuando es fácil. Sino cuando es difícil. Por ese solo hecho. El apartheid no está terminado. La segregación y la marginación continúan. Necesitamos una democracia nueva. Valiente. Digna de su presente y de su pasado. De sus hombres grandes de verdad. Que son pocos. Eso es lo que encarna Mandela: la grandeza. Una humanidad grande. Con mucho valor.

*”¿Qué libertad se me ofrece, cuando sigue estando prohibida la organización del pueblo? ¿Qué libertad se me ofrece cuando puedo ser arrestado por el delito de pasar? ¿Qué libertad se me ofrece de vivir mi vida como una familia con mi querida esposa, que permanece en el destierro en Brandfort? ¿Qué libertad se me ofrece cuando tengo que pedir permiso para vivir en una zona urbana? … ¿Qué libertad se me ofrece cuando no se respeta mi ciudadanía muy sudafricana? Sólo los hombres libres pueden negociar. Los presos no pueden celebrar contratos.”
TIEMPO ARGENTINO