24 Nov Reyes de las olas en Santa Cruz
Por Santiago Igarzábal
Puerto Deseado es un destino clave para descubrir la belleza virgen y natural de los confines patagónicos. Al noreste de la provincia de Santa Cruz, esta localidad portuaria -conectada con el océano Atlántico a través de una ría de 40 kilómetros- se presenta como el único lugar del continente americano donde es posible acercarse y avistar los simpáticos pingüinos de penacho amarillo. Miles de ejemplares de esta especie llegan en estos días, al iniciarse la primavera, desde la Antártida.
Desde septiembre y hasta mediados de abril, la posibilidad de observarlos es realmente una experiencia singular, ya que en América sólo hay colonias en lugares inaccesibles para el turismo en general (islas subantárticas y Malvinas), mientras que en el resto del mundo se concentran en apenas dos grandes grupos al sur de Nueva Zelanda y en el océano Índico.
Vale recordar que los pingüinos de penacho amarillo tienen características muy particulares, especialmente por sus cejas de plumas de color amarillo intenso que protegen a un par de ojos de un rojo profundo. Seguramente muchos, especialmente los chicos, recordarán los simpáticos personajes de esta especie en la película “Reyes de las olas”.
La principal zona donde anidan queda en la isla Pingüino, a 11 millas náuticas (poco más de 20 kilómetros) de navegación de Puerto Deseado. La isla tiene una superficie escarpada, con sectores de rocas y llanos, donde las parejas de pingüinos se refugian entre grietas y hendiduras turnándose para empollar y alimentarse.
Para llegar a este lugar de playas rocosas sólo hace falta un poco de espíritu de aventura y la guía de un conocedor del lugar. De naturaleza virgen, con corrientes de agua que van y vienen caprichosamente, el desembarco exige precisión, pero luego una pequeña planicie brinda la oportunidad de disfrutar del paisaje en tierra firme. A lo lejos se ve un viejo faro que imprime al escenario un aura misteriosa junto a la inconfundible silueta de los pingüinos de Magallanes, primos cercanos de los de penacho amarillo.
Paseos con historia
Puerto Deseado también aporta experiencias singulares de la mano de su historia, que comienza en marzo de 1520 cuando Hernando de Magallanes entra en la ría huyendo de un fuerte temporal. Sigue después con el corsario Thomas Cavendish y con la resistencia que le opusieron nativos armados con arcos y flechas. La ubicación estratégica del lugar incluso llevó a que fuera reclamado para el Reino de Inglaterra y a motivar la llegada armada de los españoles. Pero quizás lo más memorable que ha quedado asociado a este lugar fue el viaje del Beagle, con el capitán Roberto Fitz Roy llevando a bordo a Charles Darwin. Ante los mismos inalterables paisajes que aún pueden observarse, el joven naturalista escribiría en su diario: “No creo haber visto jamás un lugar más alejado del resto del mundo que esta grieta de rocas en medio de la inmensa llanura”.
Hoy parte de aquel pasado aún se respira en Puerto Deseado. Con entre dos y tres horas, vale la pena trazar un circuito que incluya el Museo Padre Beauvoir, el primitivo muelle de 1911, el centro histórico donde estuvo emplazada la fortaleza de San Carlos y la antigua estación ferroviaria. También hay que dedicar tiempo para apreciar la notable herencia de arte lítico legada por el pueblo Tehuelche, que en otros tiempos dominara estas tierras. Flechas, hachas, arpones, boleadoras y raspadores son algunas de las piezas que pueden hallarse incluso entre las colecciones de algunas estancias de la zona.
EL CRONISTA