25 Nov La máquina de contar anécdotas
Por Hugo Beccacece
El escritor español Juan Cruz Ruiz vino a Buenos Aires para presentar en Libros del Pasaje su nueva obra, Especies en extinción, memorias de un periodista que fue editor (Tusquets). El libro, en buena medida, es la continuación de Egos revueltos , en el que Cruz pasó revista a numerosos episodios sobre la inevitable competencia y vanidad de varios de los más famosos autores de habla hispana. En este caso, la presentación consistió en una entrevista pública que le hizo su colega, el escritor y periodista Jorge Fernández Díaz. Antes de las preguntas, Fernández Díaz hizo un resumen de la trayectoria de su colega y señaló que el motor de la actividad de Cruz es el entusiasmo. A su energía y creatividad se debe la importancia que tiene hoy el “articulismo” (las columnas de Manuel Vicent, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina, entre otros) en la prensa española. “A García Márquez lo conocí en Barcelona”, recordó Cruz. “Era un tímido real, no de los que fingen. Uno entraba en su casa y lo recibía una carcajada emitida por un aparato. Con el éxito, conservó sus amigos íntimos, se apartó del resto y, en cambio, se acercó a los poderosos, porque él, como otros autores de su generación, creía que la literatura podía cambiar la historia. Y, por supuesto, los que tienen más posibilidades de cambiar nuestras vidas son los estadistas; de modo que frecuentó a Fidel Castro y a otros mandatarios como Bill Clinton y empezó a comportarse también él como un estadista.” Con respecto a Vargas Llosa, dijo Cruz: “En él se produjo un gran cambio cuando quiso ser presidente del Perú y fracasó. Esa derrota lo afectó muchísimo. En una entrevista que le hicieron por esa época, confesó que escribía para huir de la pena. Por entonces, estaba escribiendo su libro de memorias El pez en el agua . Ahí explica cómo la literatura lo salvó de la cercanía, terrible para él, del poder cuyo primer representante había sido el padre”. Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti son, para Cruz, los escritores con más sentido del humor que conoció. “En una ocasión, le estaban haciendo a Onetti una entrevista filmada; él observó que una muchacha del equipo de filmación le miraba la boca y le dijo: ?Usted me mira los dientes. Tengo una dentadura perfecta, pero se la presté a Vargas Llosa’.” A pesar de una vida dedicada enteramente al periodismo cultural, a la edición y a la literatura, Juan Cruz comentó: “Lo que yo he escrito tiene que ver con mi vida antes de saber escribir. La infancia de los chicos de mi generación, la de posguerra, fue muy dura. No he escrito desde la cultura, desde la literatura, sino desde una perplejidad que no ha acabado, que continúa hasta ahora”.
Tres actores de la Comédie Française recrearon en la Usina del Arte la profunda amistad entre el poeta René Char y Albert Camus. Lo hicieron por medio de la lectura de la correspondencia que los dos escritores mantuvieron durante doce años. El montaje y la puesta en escena eran de Muriel Mayette y Marie-Claude Char. Antes de ese espectáculo se pasó un video sobre el poeta de Furor y misterio . La doble sesión tenía un carácter especial porque estaba presente Marie-Claude Char, la última esposa de René, que habló al público sobre el hombre que fue su marido. El poeta, uno de los más importantes del siglo XX, publicó su primer libro en 1928, a los 21 años. Había nacido en el sur de Francia, en L’Isle-sur-la-Sorgue. En 1929, se fue a París y se acercó al grupo surrealista. Cuando estalló la guerra en 1939 fue movilizado y destinado a Alsacia. Más tarde ingresó en la Resistencia, que fue una experiencia capital para su vida y su obra. “René estuvo siempre muy ligado a su terruño”, dijo Marie-Claude Char. “Vivía en el sur y cada tanto iba a París, donde tenía una casa. Era un hombre que sabía vivir. Disfrutaba de las caminatas, de la naturaleza, de la comida. En Alsacia, durante su época de soldado, escribió una especie de diario poético de guerra, Feuilles de Hypnos , que más tarde se publicaría en Combat , el periódico de Camus, con una enorme repercusión. En el período de la Ocupación y del régimen de Vichy, Char ingresó en la Resistencia y tomó las armas. Su nombre de guerra era ?Capitán Alexandre’. El hecho de que hubiera tomado las armas, establecía una diferencia con Camus, que también estuvo en la Resistencia, pero que no combatió. La tarea de Camus se dio a través de Combat y de las redes. Char tuvo, en cambio, que decidir la muerte de otros hombres. A los dos los unía, con matices muy distintos, la importancia que asignaban al hombre rebelde, a la révolte . En muchas de las cartas, cuando se despedían utilizaban la expresión ?amistad fraterna’ para designar el vínculo que los unía. Y no era una expresión retórica. Era lo que sentían.” “En 1952, Char recibió una carta de un joven admirador argentino que, con el tiempo, se convirtió en su traductor al español, Raúl Gustavo Aguirre. Se hicieron amigos y René recibió a Aguirre en su casa del Midi. A Char lo alentaba establecer nuevas amistades fraternales que surgían en lugares lejanos sin tener en cuenta las diferencias de generación.”
La vereda de la avenida Alvear al 1600 y hasta una pequeña parte de la misma avenida estaban invadidas por el público que asistía al vernissage de Guillermo Roux en la galería Zurbarán. En las paredes, podía admirarse el boceto en color de La Constitución guía al pueblo y los dibujos preparatorios de la témpera monumental que Roux pintó para presidir la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe. El cuadro terminado quedó instalado en ese recinto en 1911. Los carbones preliminares que Roux les dedicó a los principales personajes son notables. Hay varios de la mujer con cartel y banderas que ocupa el centro de la imagen; dos de ellos la muestran desnuda, cuando en el cuadro definitivo está vestida. En ese caso, el artista procedió como los pintores neoclásicos (por ejemplo, Girodet) que siempre pintaban a sus personajes desnudos y después procedían a vestirlos. Quien vaya a la exposición no debe pasar por alto el autorretrato de Roux, quizás el dibujo más hermoso de la serie.
LA NACION