Federico Fellini, imaginación desbordante

Federico Fellini, imaginación desbordante

Por Nicolás Peralta

Su arte poco tenía que ver con la lógica. Único, inclasificable, comenzó con el neorrealismo a principios de los años ’50, pero dejó títulos como La strada, La dolce vita, 8 y 1/2 y Amarcord, todos films memorables.
Dueño de una imaginación desbordante, era un descubridor de rostros llamativos entre la gente común que luego inmortalizaría durante segundos en el celuloide como un soplo de humanidad que aporta su presencia. Federico Fellini es tan actual como cuando estaba vivo, aún 20 años después de su muerte
“Un buen vino”, dijo alguna vez, “es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador”. También dijo que hablar de sueños es como hablar de películas, ya que el cine utiliza el lenguaje de los sueños: años pueden pasar en segundos y se puede saltar en un lugar a otro. Y así lo hacía.
Nacido en Rímini, al noreste de Italia, el 20 de enero de 1920, el cineasta vivió en Florencia y luego en Roma, donde encontró muchos motivos para asentarse. Se anotó en la carrera de abogacía pero nunca se recibió. Antes de embarcarse a escribir guiones, Fellini comenzó su carrera como periodista y caricaturista.
Previo a ingresar al cine como realizador, escribió numerosos guiones en colaboración, tanto para la pantalla como para la radio, entre los que aparecen nada menos que Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini, Delito y El molino del Po de Alberto Lattuada.
Su debut detrás de las cámaras fue junto a Lattuada –quien no sabía la criatura que estaba criando– en Luci del varietà (1950), donde ya estaban el mundo del espectáculo, las mujeres bonitas y fáciles y la desilusión final ante los falsos sueños, además de los coguionistas Ennio Flaiano y Tullio Pinelli, en el futuro sus habituales compañeros de ruta. Igual que el músico Nino Rota, un artista fundamental en su obra, autor de casi todas sus bandas sonoras y responsable de gran parte de la magia de sus películas.
Fue honrado en vida con el León de Oro honorífico en Venecia y el Premio del Cine Europeo a su trayectoria. Pocos meses antes de morir, recibió también el Oscar honorífico, de manos de Marcello Mastroianni.
Nunca había creído que llegaría a ser director, pero luego, desde la primera vez que gritó “¡Cámara! ¡Acción! ¡Corten!”, le pareció que lo había hecho siempre, que no podría hacer otra cosa. Curiosamente, no iba casi nunca al cine. A veces entraba en uno, veía un trozo de película y luego se iba. No oía jamás la radio. No miró nunca la televisión más de dos minutos seguidos. No vio en toda su vida un partido de fútbol. No le gustaban las recepciones. No le gustaba conversar.
“Lo único que quiero saber es: ¿Por qué estoy aquí?, ¿Qué es mi vida? Fuera de mi trabajo no estoy seguro de nada. Cuanto más viejo me hago menos sé. No sigo un método determinado de trabajo o de vida. Simplemente vivo. Simplemente hago cosas”, decia.
Todo su cine gira en torno a una idea: mostrar un mundo sin amor, personajes llenos de egoísmo, pero siempre con una criatura pequeña que quiere dar amor y que vive por el amor. Por eso es recordado como uno de los más grandes contadores de historias en la cinematografía. Porque muestra su mundo interno de una manera profundamente original e innovadora. Sus divagaciones son a menudo extrañas y alucinadas, siguen el azaroso vagabundeo de la memoria a través de anécdotas a medio camino entre la extravagancia y el lirismo.
Para este director, los diálogos eran menos importantes que la iluminación, el decorado, o los objetos. Por eso, para ver una película de Fellini, hay que descifrar el lenguaje oculto que encierran estos decorados, encuadres, y demás. El efecto sonoro debe tener por finalidad subrayar la imagen. Así era. Los decorados opulentos y elevados gastos de producción eran su marca registrada, y le gustaba sumar su nombre a los títulos de sus películas. Con su obra, el hombre se convirtió en inmortal.
TIEMPO ARGENTINO