06 Nov Nueva teoría: las mega-sedes de las tecnológicas podrían presagiar crisis
Por Edwin Heathcote
El índice de rascacielos, por mucho tiempo discutido pero que nunca se lanzó formalmente, es uno de los más grandes e irreverentes indicadores económicos. La idea es que existe una correlación entre el plazo que tardan en construirse las torres más altas y la inminencia de la crisis financiera.
Piense en el inicio de la construcción del Empire State Building en pleno derrumbe de Wall Street en 1929, las Torres Gemelas inaugurándose mientras la Ciudad de Nueva York coqueteaba con la quiebra o las Torres Petronas en Kuala Lumpur convirtiéndose en el edificio más alto del mundo y, la mismo tiempo, presagiando la crisis financiera asiática. Más recientemente, la construcción del Burj Khalifa, la estructura más elevada del mundo, auguró el colapso del mercado inmobiliario de Dubai.
El índice no es del todo sorprendente: los edificios superaltos se conciben casi inevitablemente en un momento de auge y lleva tanto tiempo su construcción que no es raro que una depresión esté a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, hay también otra correlación: la que existe entre las corporaciones que encargan estructuras colosales para albergar sus oficinas centrales y un pico más allá de la cual sólo hay un declive. ¿La noticia de que los gigantes tecnológicos del mundo (incluyendo Apple, Google y Facebook) están planeando ambiciosos edificios debería ponernos nerviosos?
Una serie de ejemplos históricos de alto perfil nos obliga a hacer una pausa. Pensemos en la sede vidriada que tenía AOL Time Warner en el Columbus Circle de Nueva York. Las acciones de la compañía se derrumbaron durante la construcción; Jeff Bewkes, después de convertirse en CEO de Time Warner, dijo que la fusión entre AOL y su compañía había sido “el mayor error de la historia corporativa”. En el centro de Manhattan, el edificio del New York Times diseñado por Renzo Piano, arquitecto del Shard de Londres, fue adoptado como símbolo de confianza y orgullo cívico. Un par de años después de su inauguración, el diario fue obligado a vender su participación y subalquilar su propio edificio cuando cayeron los ingresos por publicidad de prensa.
Después está el curioso caso de la torre de Gazprom en San Petersburgo. Diseñado por el estudio de arquitectos escocés RMJM, el proyecto precedió los fuertes problemas financieros que atravesó la compañía. Mientras tanto, la Unesco advirtió que la construcción de lo que sería el edificio más alto de Europa amenazaría el estatus de Patrimonio Cultural de la Humanidad que tiene la ciudad.
La nueva ola de mega edificios para albergar oficinas, encabezada por las compañías tecnológicas más grandes, podría ser motivo de preocupación. El punto en el que una compañía siente que necesita inmortalizarse en un símbolo arquitectónico debería ser el momento en que se pregunta cuáles son sus prioridades.
La más sorprendente de todas es Apple, una empresa cuyo éxito se basa en su gusto por el diseño. Fue su cofundador Steve Jobs quien encargó a Lord Foster el diseño de la sede de la empresa en Cupertino, California, una rosca circular vidriada que evoca la estación espacial de la película 2001: Una Odisea Espacial.
El profesional futurismo del diseño de Lord Foster armoniza con los productos de Apple pero, en medio del furor de las revelaciones de Edward Snowden, también evoca la insular arquitectura de defensa y seguridad, el Pentágono y el Cuartel General de Comunicaciones del gobierno británico. Hay algo casi siniestro en lo autónomo que es, lo que sugiere que esta es una compañía que no necesita integrarse a sus alrededores sino sólo disfrutar de un glorioso aislamiento. Los crecientes costos de construcción, en parte debido a los exigentes requisitos fijados por Jobs, pasaron del presupuesto original de u$s 3.000 millones hasta la nueva estimación de casi u$s 5.000 millones.
Justo del otro lado de la bahía, Facebook encargó a Frank Gehry el diseño de su enorme campus Menlo Park. Ideado para que funcione como una ciudad dentro de un edificio, el cliente pidió a Gehry que le baje el tono. Facebook quería que el proyecto fuera lo más discreto posible.
Google también hace olas con el pedido de un inmenso complejo de oficinas en su Bay Aerea natal y otro en la zona londinense de King’s Cross. El edifico de California, un complejo de edificios de cuatro pisos con forma de búmeran, fue diseñado por NBBJ mientras que el desarrollo sobre el canal de Londres a cargo de AHMM es más sobrio y urbano, pero el costo está estimado en la colosal suma de 650 millones de libras.
NBBJ también es responsable del gigante propuesto por Amazon, un desarrollo que abarca tres manzanas en el centro de Denny Triangle, en Seattle, que tendrá tres torres de 38 pisos cada una, un par de edificios de altura mediana y un espacio para conferencias. Las construcciones son simples pero la pieza central es el grupo de biodomos o cúpulas transparentes propios de ciencia ficción, que se ubican como burbujas de jabón sobre una plaza y crean un espacio verde cubierto para cuando el clima es más frío.
Finalmente, Bloomberg, al igual que Apple, solicitó a Lord Foster diseñar sus nuevas oficinas en Londres, un gran edificio en la City en el lugar del templo romano de Mithras. Basado en el culto de Zoroastro, los Mithras, con sus templos subterráneos y secretos apretones de manos suenan como una clase de movimiento masónico, un intrigante paralelo para el intrigante mundo de las finanzas.
Si los rascacielos pueden decirnos algo sobre la temperatura de una economía que se está sobrecalentando, ¿qué dirían estas nuevas sedes? ¿Será solamente que las compañías tecnológicas están repletas de dinero en efectivo y están ansiosas por salir del mundo virtual para dejar una marca en el mundo físico? ¿O es que empiezan a mostrar su arrogancia?
EL CRONISTA