29 Oct Meditación para innovadores: el estrés, enemigo de las ideas
Por Sebastián Campanario
El director de cine David Lynch es un animal de costumbres. Pasó siete años de su vida visitando todos los días, a la misma hora, el bar Bob’s Big Boy, de Los Ángeles, porque estaba convencido de que los batidos que se tomaba allí influían en su proceso creativo. Pero con el tiempo, el responsable de películas como Terciopelo azul o la serie Twin Peaks descubrió que su arma secreta en lo que a inspiración se refiere estaba en el ejercicio de la meditación, una práctica diaria que le permite eliminar bloqueos y pescar en las aguas profundas de su mente. Para Lynch, al fin y al cabo, las ideas son como los peces: los ejemplares más originales y valiosos están en el fondo del mar, y para llegar a ellos hay que bajar los niveles de estrés al máximo.
El director de cine es un personaje icónico para el mundo de la creatividad. Además de sus películas produce y compone música (recientemente sacó el disco Crazi Clown Time), realizó comerciales para Calvin Klein y Dior, y prestó su imagen para ediciones especiales del champagne Dom Pérignon. Diseñó un club en París, Silenzo (en referencia al teatro que aparece en su película Mullholand Drive), en el que cada noche, la gente hace cola para pescar algo de la experiencia lyncheana, el adjetivo que acuñó el fallecido escritor David Foster Wallace para referirse a una mezcla de ironía, tono macabro y perfil mundano. En su libro Atrapa el pez dorado (2008), Lynch cuenta cómo la meditación trascendental es clave en su proceso de inspiración.
“Muy adentro de cada persona hay un océano infinito de creatividad, inteligencia, energía, amor y paz. Y cada uno puede bucear para experimentar ese océano y vivirlo en el día a día con la meditación trascendental”, le dijo Lynch a la nacion, vía mail. El cineasta tiene un vínculo con la Argentina: los directores generales creativos de su fundación, basados en Nueva York, son Eduardo Costantini (hijo), un empresario de 37 años, y la artista Delfina Braun, quienes trabajan con Lynch en varios proyectos.
A nivel local, muchos creativos recurren a la herramienta que promueve Lynch. Jorge Ponce Betti, director general creativo (DGC) de la agencia David, en San Pablo, es un fan del trabajo del artista estadounidense y practica el budismo de Nichiren Daishonin desde 2000. Todos los días, el publicista recita un mantra que, asegura, le permite encarar la vida desde un lugar más positivo. “Nuestro trabajo, como creativos, consiste en resolver problemas, y cuanto más abiertos estemos a encontrar soluciones, más creativamente los superaremos”.
Ponce Betti se inició en la práctica de la meditación cuando trabajaba en Claxson (actual Turner TV), por recomendación de Walter Aregger, que en la actualidad es DGC de DDB México. Aregger se acercó al budismo hace 20 años. “La meditación potencia mucho la creatividad, porque te eleva y te da foco. La creatividad no es más que el resultado del esfuerzo y el trabajo, de repensar las cosas, de conectar variables que nadie había conectado. Elevar tu mente es un gran catalizador”, cuenta Aregger desde México.
Los profesionales que recurren a la meditación exceden el ámbito publicitario. La paisajista Cristina Le Mehauté, por ejemplo, llegó a esta práctica hace seis años. “Me produce buen sueño y me orienta a conectarme con lo más profundo. Y para crear hay que buscar en lo interno, que es donde está todo-cuenta Le Mehauté-. Llego adonde quiero, sin mirar afuera.”
Para aquellos lectores escépticos que a esta altura estén frunciendo el ceño por un exceso de espiritualidad, hace años que las neurociencias comprobaron los efectos positivos que ofrecen ciertas prácticas de meditación sobre el proceso creativo. En uno de los estudios más recientes, investigadores de la Universidad de Leiden, en Holanda, hallaron que las personas que meditan muestran mayores habilidades para generar nuevas ideas y resolver problemas.
“En el pensamiento creativo se abre un espacio para suspender juicios automáticos o visiones cerradas y ampliar la perspectiva para contemplar nuevas maneras de resolución de los problemas que no aparecen en la instancia reactiva propia del estrés -explica María Noel Anchorena, directora del centro Mindfulness-Salud-. El estrés es una reacción intensa en nuestro organismo, se focaliza la atención en la amenaza percibida. El estrés crónico genera dificultades en la concentración, atención y memoria; aumento de la ansiedad, irritabilidad y falta de tolerancia a la ambigüedad, lo que dificulta el proceso creativo.” Entre quienes asisten a sus cursos en Palermo Viejo hay cada vez más personas provenientes del campo publicitario y de la creatividad en general, asegura la psicóloga.
¿Qué tipo de ideas o iniciativas pueden surgir después de la práctica de la meditación? Juan Manuel Papón Ricciareli, director de la agencia Don, cuenta que utilizó esta estrategia recientemente, cuando participó del lanzamiento de la imagen del banco ICBC. “Después de meditar, las ideas se van acomodando solas en mi cabeza. Es como un acelerador del trabajo diario, porque ayuda a llegar al hueso de la cuestión más rápida y claramente. En una industria de egos, la meditación ayuda a vivir sin apegos, creyendo que lo mejor viene del compromiso de cada uno. Sin neurosis.” ¿Y cómo se lleva este mundo con el del marketing, donde muchas veces mandan la ansiedad y las urgencias? “La meditación no es lentitud. El estado de armonía no permite la duda y la parálisis, sino que aparecen la acción y la solución. Es muy útil sobre todo en esos días, donde las urgencias desbordan y la claridad no abunda”, asegura Ricciareli.
Algo así le pasó a Noelia Monteagudo, una diseñadora de 34 años que, a través de la meditación, pudo lanzar su iniciativa personal. “Yo había comenzado un proyecto con una socia, pero la relación no funcionaba. Decidí dejar la empresa con todo lo que había creado: nuestra marca, nuestra estética., todo. Tenía que comenzar de cero y estaba agobiada -recuerda-. Un par de noches antes de dormir, dediqué al menos 15 minutos a meditar, y me levanté a la mañana con el nombre Windy Melon en la cabeza. Jamás lo había escuchado, así que lo busqué en Google pensando que lo había visto, pero no existía como marca, aunque descubrí que era un tono rosado. Después comenzaron a venir ideas a mi cabeza, colores, look and feel, logo, tipografías. Y así fue como comencé mi propio proyecto de diseño con un nombre y estética que llegaron por pura inspiración creativa.” Como dice Lynch, bucear en lo profundo de la mente es el camino para atrapar las mejores ideas.
LA NACION