10 Oct Experimentar nostalgia, un sentimiento mucho mejor de lo que se pensaba
Por John Tierney
Poco después de mudarse a la Universidad de Southampton, Constantine Sedikides almorzó con un colega del Departamento de Psicología y le describió los inusuales síntomas que estaba experimentando. Varias veces por semana lo asaltaba súbitamente la nostalgia de su hogar anterior, en la Universidad de Carolina del Norte: recuerdos de antiguos amigos, el olor dulce que tiene el otoño en Chapel Hill. Su colega, psicólogo clínico, hizo un diagnóstico inmediato: debía estar deprimido. ¿Por qué, sino, vivir en el pasado? La nostalgia ha sido considerada un desorden desde que el término fue acuñado por un médico suizo del siglo XVII que atribuyó las enfermedades mentales y físicas de los soldados a su deseo de regresar al hogar: del griego nostos , hogar, y algos, el dolor que lo acompaña.
Pero Sedikides no quería regresar a ningún hogar -ni a Chapel Hill ni a su Grecia natal- y le insistió a su compañero de almuerzo que no estaba sufriendo. “Le dije que yo seguía con mi vida para adelante, pero que a veces no podía evitar pensar en el pasado, y que eso me daba satisfacción -dice Sedikides-. La nostalgia me hace sentir que mi vida tiene raíces y una continuidad. Me hace sentir bien conmigo mismo y me fortalece para avanzar.”
Su colega no terminaba de creerlo, pero finalmente el argumento de Sedikides prevaleció. Ese almuerzo de 1999 lo inspiró para convertirse en pionero de un campo que actualmente abarca a decenas de investigadores que en todo el mundo utilizan las herramientas desarrolladas en el laboratorio de psicología social de Sedikides, entre ellas, un cuestionario llamado Escala de Nostalgia de Southampton. Tras una década de estudios, la nostalgia dejó de ser lo que era? para ser algo mucho mejor.
La nostalgia ha demostrado su eficacia para contrarrestar la soledad, el aburrimiento y la ansiedad. Hace que la gente sea más generosa con los desconocidos y más tolerante con los otros. Cuando comparten recuerdos nostálgicos, las parejas se sienten más cerca y se ven más felices. Los días de frío, o en los lugares fríos, la gente literalmente usa la nostalgia para sentirse abrigada.
La nostalgia por cierto tiene su costado doloroso -es una emoción agridulce-, pero el efecto neto es el de hacer que la vida parezca tener más sentido y que la muerte sea menos aterradora. Cuando la gente habla con añoranza del pasado, suele mostrarse más optimista y esperanzada en el futuro.
LA MEMORIA DE ODISEO
“La nostalgia nos hace un poco más humanos”, dice Sedikides. Para el investigador, el primer gran nostálgico fue Odiseo, un itinerante a quien los recuerdos de su hogar y su familia lo ayudaron a sobrellevar todas las penurias. La nostalgia fue descrita originalmente como una “enfermedad neurológica de causas esencialmente demoníacas” por Johannes Hoffer, el suizo que acuñó el término en 1688. Los médicos militares especulaban que su recurrencia entre los mercenarios suizos expatriados se debía a daños preexistentes en el tímpano y en las células cerebrales de los soldados, daño causado por el incesante y enloquecedor estruendo de los cencerros en los Alpes.
En los siglos XIX y XX, la nostalgia fue clasificada alternativamente como una “psicosis inmigrante”, como una “forma de melancolía” o un “desorden compulsivo mentalmente represivo”, entre otras patologías. Pero cuando Sedikides, Tim Wildschut y otros psicólogos empezaron a estudiar la nostalgia, descubrieron que es común en todo el mundo, incluso entre niños de apenas siete años (que ya a esa edad recuerdan con añoranza los cumpleaños y las vacaciones).
La mayoría de la gente dice experimentar episodios de nostalgia por lo menos una vez por semana, y a casi la mitad le ocurre tres o cuatro veces por semana. Esos episodios suelen ser desencadenados por algún hecho negativo o la sensación de soledad, pero la gente dice que “nostalgizar” -un término que los investigadores distinguen de la reminiscencia- los hace sentirse mejor.
Para evaluar esos efectos en un laboratorio, los investigadores de Southampton indujeron un ánimo negativo en un grupo de personas, dándoles a leer noticias sobre desastres naturales y haciéndolos pasar un test de personalidad que supuestamente revelaba que eran personas extremadamente solitarias. La gente, deprimida por las víctimas del desastre y preocupada por su propia tendencia a la soledad, era más propensa a caer en la nostalgia. Y efectivamente la estrategia funcionó: se sintieron menos deprimidos y menos solos.
Sin embargo, las historias nostálgicas no son simples ejercicios para positivarse. Los recuerdos no son todos alegres, y hasta la dicha viene mezclada con una nostálgica sensación de pérdida. Pero, en conjunto, los elementos positivos superan holgadamente a los negativos, tal como lo descubrieron los investigadores a través de un metódico análisis de las historias reunidas en el laboratorio y en una revista llamada Nostalgia.
“Las historias nostálgicas suelen empezar mal, a partir de algún problema, pero después tienden a terminar bien, en general, gracias a la ayuda de alguien cercano -dice Sedikides-. Así que uno termina con una sensación más fuerte de pertenencia y filiación, y se vuelve más generoso con los demás.”
Una manera rápida de inducir la nostalgia es con música, una de las armas favoritas de los investigadores. En sus experimentos en los Países Bajos, Ad Vingerhoets y sus colegas de las Universidad de Tilburg descubrieron que hay canciones que hacen que la gente no sólo sienta nostalgia, sino que además experimente calor físico real. Esa irradiación de calor fue investigada en el sur de China por Xinyue Zhou, de la Universidad Yat-Sen. Rastreando a un grupo de estudiantes durante un mes, Zhou y sus colegas descubrieron que la nostalgia es más común los días fríos. Los investigadores también descubrieron que en ambientes cerrados fríos, la gente es más propensa a tener episodios de nostalgia que en ambientes cerrados templados.
Durante los experimentos, no todos los que estaban en el ambiente más frío sintieron nostalgia, pero los que sí tuvieron recuerdos nostálgicos también informaron haber sentido menos frío. Esa conexión cuerpo-mente, dice Wildschut, implica que la nostalgia puede haber tenido un valor evolutivo para nuestros ancestros, mucho antes que Odiseo.
“Poder recuperar un recuerdo para mantenernos psicológicamente a gusto, aunque más no sea subjetivamente, podría representar una forma de adaptación compleja y sorprendente -dice Wildschut-. Podría contribuir a la supervivencia, impulsándonos a no dejar de buscar refugio y alimento.”
Por supuesto que los recuerdos también pueden ser deprimentes. Algunos investigadores de las décadas de 1970 y 1980 sugirieron que la nostalgia podía agravar un problema que los psicólogos llaman “discontinuidad del yo”. Pero la sensación de discontinuidad no parece ser un resultado típico de la nostalgia, según revelan los estudios más recientes. De hecho, la gente suele tener un sentimiento más sano de continuidad de su yo cuando “nostalgiza” con frecuencia, tal como lo revela la escala desarrollada por los investigadores de Southampton.
La utilidad de la nostalgia parece variar con la edad, según Erica Hepper, psicóloga de la Universidad de Surrey, Inglaterra. Ella y sus colegas descubrieron que los niveles de nostalgia tienden a ser más altos entre los jóvenes adultos, que luego decae durante la mediana edad y vuelve a resurgir en la vejez.
“La nostalgia nos ayuda a lidiar con las transiciones -dice Hepper-. Los jóvenes adultos acaban de irse de casa de sus padres e inician sus carreras, así que recurren a recuerdos como las navidades familiares, las mascotas de la infancia y los compañeros de la escuela.”
“La nostalgia es una posesión muy preciada -concluye Sedikides-. Cuando Humphrey Bogart dice: «Siempre tendremos París», eso es la nostalgia. Es algo que tenemos y que nadie nos puede arrebatar. Es nuestro tesoro.”
LA NACION