30 Sep El Times no se vende…
Por Matías Molina
Representantes de la familia Ochs/Sulzberger, que controla el “Times” desde finales del siglo XIX, sintieron la obligación de salir a desmentir los rumores y especulaciones en torno a la eventual venta del diario. Las acciones de la empresa subieron 2,5% cuando se anunció la compra del “Post”, un indicio de la expectativa de que el diario se colocara en el mercado. Después de negar de manera enfática la intención de vender y reafirmar que la familia permanece unida en torno de ese compromiso, las acciones volvieron a caer. La semana anterior, el presidente del consejo de administración de la empresa y “publisher” del diario, Arthur Sulzberger Jr, afirmó, golpeando la mesa: “¡El ‘Times’ no está en venta!”, cuando crecía el rumor de que el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg podría comprarlo.
¿Resultarán suficientes las declaraciones de buenas intenciones? El Times es actualmente el último gran diario estadounidense bajo control familiar. El tema no es si la familia quiere vender, sino si realmente podrá evitar el mismo destino de otras publicaciones familiares. Aunque sus controladores no querían deshacerse de ellos, uno a uno, casi todos los diarios prestigiosos de Estados Unidos cambiaron de dueño.
Rupert Murdoch compró “The Wall Street Journal”, que había permanecido en manos de la familia Bancroft durante más de un siglo; los Chandler vendieron “Los Ángeles Times”; el “Chicago Tribune”, de los McCormick, cambió varias veces de manos; “Des Moines Register” pasó de la familia Gardner a la cadena Gannett; “Times” compró “The Boston Globe” a la familia Taylor; los Pulitzer vendieron “St. Louis Post-Dispatch”; “San Francisco Chronicle” pasó de la familia Young al grupo Hearst. La lista es larga.
Hasta hace poco, las ventas seguían el mismo guion. Varios herederos querían mantener el diario dentro del control familiar, pero la mayoría, que privilegiaba los dividendos más que los valores y principios de los fundadores, no resistió las generosas ofertas de los grandes grupos de comunicación. Pero hoy el panorama cambió. Dueños de diarios tradicionales que no consiguieron adaptarse al nuevo paradigma de internet están vendiéndolos a personas con grandes fortunas dispuestas a arriesgar su dinero para mantenerlos en circulación.
Fue lo que sucedió con “The Boston Globe” y “The Washington Post”, y lo que probablemente sucederá con “Los Ángeles Times”, que tiene una fila razonable de eventuales compradores, y con “The Chicago Tribune” en un futuro cercano. La empresa, Tribune Co., quiere quedarse con las emisoras de radio, TV por cable y vender los diarios.
Siguiendo esa lógica, “The New York Times” debería correr la misma suerte. La circulación del diario impreso, el ingreso por publicidad y la facturación total están cayendo año tras año y trimestre a trimestre. La avasalladora irrupción de internet fue seguramente la principal causa de esos problemas, pero el “Times” cometió una espantosa serie de errores, que le costó miles de millones de dólares y lo debilitó económicamente. Compró “The Boston Globe”, el sitio About.com, de consumo personal, construyó una nueva sede de 52 pisos -un “vanity project”, el tercer edificio más alto de Nueva York, proyectado por el arquitecto Renzo Piano, diseñador del Centro Georges Pompidou, en París–, distribuyó generosamente opciones de acciones a los empleados. Peor aún, gastó u$s 2.700 millones, entre 1998 y 2004, recomprando acciones de la empresa en el mercado en un frustrado intento de valorizarlas.
En 2008, la situación era muy preocupante. Los ingresos de u$s 2.950 millones eran los más bajos en diez años, las pérdidas alcanzaban a u$s 57,8 millones, la deuda ascendía a u$s 1.100 millones, gran parte con vencimientos en pocos meses. Las acciones fueron casi clasificadas como “basura” (“junk”).
Para enfrentar la sangría, la empresa se deshizo de activos. Vendió varias emisoras de televisión y estaciones de radio, una cadena de diarios regionales, diversas revistas y 50% de Discovery Channel. Se desprendió del viejo edificio por u$s 175 millones; el predio nuevo, que costó u$s 600 millones, y en el que la empresa disponía del 58% del espacio, se negoció y alquiló en una operación de “sale and lease-back”, con derecho a compra. Vendió por u$s 300 millones el sitio About.com, por el que había pagado u$s 410 millones; el sitio de empleos Indeed.com y una importante participación en el equipo de baseball Boston Red Sox. Las acciones, que en 2004 valían u$s 49,18, cayeron en 2009 a u$s 4,26.
Sin embargo, la decisión de cobrar por los contenidos atrajo un inesperado número de lectores dispuestos a pagar para leer el diario en internet con frecuencia.
En una operación que causó sorpresa y aprehensión, el empresario mexicano Carlos Slim compró 109 millones de acciones, 6,4% del total, por u$s 127 millones. Además, en un acuerdo que el propio diario consideró “punitivo”, Slim adquirió papeles de la deuda de la empresa, convertibles en acciones, por un valor de u$s 250 millones, que rendían intereses anuales de 14,053%. En 2009, “Times” tuvo que cortar dividendos.
“End Times?”, un libro publicado el año pasado, intentó reflejar la situación y perspectivas del diario, su precaria condición financiera, su importancia, evolución y su papel como el principal vehículo de información y análisis del país. La obra muestra la fascinación que todavía ejerce “The New York Times”. El autor, Daniel Schwarz, profesor de literatura inglesa de la Universidad de Cornell, no esconde su pasión. Es lector del diario desde que aprendió a leer, mantiene con el “Times” una larga historia de amor que dejó una marca en su corazón y en su cerebro, y dijo que aprendió con el diario más cosas que en cualquier otro lugar. Pero, como todo amante apasionado, Schwarz revela su profunda frustración cuando el objeto de su admiración no alcanza los altos estándares que espera de él. Mostró en el libro, que escribió durante siete años, por qué ama y por qué se desespera con el “Times”, sus expectativas y los temores por su futuro.
En el pasado, el diario se preocupaba más por reproducir con precisión aburridos relatos del gobierno que en confrontar esos informes. Tras la Segunda Guerra Mundial, era una actitud derivada del idealismo, la ausencia de cinismo y el moralismo de sus dirigentes, y de respeto por el país. Una lucha del bien contra el mal, en la que el diario creía que los objetivos personales tenían que subordinarse a la cruzada por América. Las altas fuentes del gobierno estaban abiertas. Era una época de abundancia, en la que el diario contrataba a tres periodistas para hacer el trabajo de uno. Fue un período de expansión, con el lanzamiento de una edición en la costa Este y otra en Europa, pero dejando de lado la cobertura de Nueva York, que quedó en manos de los tabloides “New York Daily News” y “New York Post”.
A partir de los años setenta, el “Times” comenzó a preocuparse más con sus lectores que con las fuentes. Mostraba el contraste entre lo que el presidente decía y lo que hacía. Consideraba que sus informaciones y análisis resultaban relevantes para el país y el mundo e importantes para la democracia. Quería que los lectores creyeran lo que leían en sus columnas. Las noticias económicas comenzaron a escribirse para el lector común, pero con la preocupación de despertar también el interés de Wall Street.
Schwarz afirma que el “Times” frenó un poco su obsesión por Manhattan para abrirse a lo que sucede en otras partes de la ciudad y del país. Se convirtió en un diario de circulación nacional, pero con base en la cultura de Nueva York; comenzó a brindar más atención a los valores conservadores y a enfocarse en temas políticos, religiosos y culturales a partir de diversas perspectivas, pero con cuidado, para no perder sus raíces. Redujo su énfasis en las noticias, para destacar el análisis y el periodismo de investigación.
Schwarz señala que el diario intenta agradar a todas las audiencias, busca ser todo para todos, lo que es un acto de frivolidad que compromete su estilo. Afirma también que algunas informaciones ocupan espacio excesivo en el diario, con lo que coinciden la mayoría de los lectores.
El autor se queja de que países como Brasil y Argentina tienen coberturas intermitentes y lamenta lo que considera la vulgarización de la edición dominical, con un gran número de suplementos cuyo objetivo es proporcionar entretenimiento y atraer anunciantes. Asegura que incluso a “Book Review” le falta “gravitas” intelectual.
Schwarz acompaña el intento del “Times” de reinventarse a sí mismo en internet y de encontrar su lugar en el mundo digital. En un período, el diario permitió el acceso gratuito a su contenido en la red, después comenzó a cobrar por algunas notas y volvió a permitir el acceso libre. Schwarz terminó de escribir el libro en 2011, poco después de que el diario adoptara un modelo que permite el libre acceso a una pequeña cantidad de artículos y cobra a los lectores más asiduos.
Bloomberg
Arthur Sulzberger Jr., presidente del consejo y “publisher”, garantiza que el “‘Times’ no está en venta. Escribió que el diarrio viene atravesando en los últimos años serias dificultades financieras y lucha por sobrevivir, debido a la caída de la publicidad, el aumento de los costos y los desafíos digitales”. Schwarz analizó la posibilidad de que el diario pudiera venderse a Warren Buffett, Michael Bloomberg o, en una hipótesis que hoy suena totalmente fuera de la realidad, a “The Washington Post”. Aunque no creía que eso pudiera suceder mientras “Punch” Sulzberger, padre del actual “publisher”, estuviera vivo. Murió en septiembre del año pasado.
Pero no fue necesario vender el “Times” para mejorar su salud financiera. La decisión de cobrar por el contenido atrajo un inesperado número de lectores dispuestos a pagar para leer con frecuencia el diario en internet. A pesar de esa barrera, se mantuvo como el diario de Estados Unidos con más cantidad de accesos.
En 2012, la empresa registró resultados por encima de las expectativas, con una facturación de u$s 2.000 millones, muy inferior al pico del pasado, pero con un lucro operativo de u$s 108 millones. Por primera vez en la historia, los ingresos por suscripciones, digitales y en papel, de u$s 953 millones, superaban a los de publicidad, que alcanzaron u$s 898 millones. Tradicionalmente, el 20% de los ingresos del “Times” provenía de la venta y el 80% de los anuncios. La liquidez le permitió a la empresa rescatar títulos de deuda que vencían en 2015. Apelando a la prudencia, mantuvo la política de no distribuir dividendos, para reforzar la caja. En junio, las suscripciones digitales llegaron a 738.000, cerca de 40% más que en el mismo período del año pasado. El diario tenía una excelente liquidez. La empresa disponía de u$s 918 millones para una deuda de u$s 694 millones y, como dijeron sus dirigentes, cuenta con un movimiento de caja positivo.
Con la venta de la mayoría de los activos, la empresa, que conserva una participación de 49% en una fábrica de papel en Canadá, concentra su atención y recursos en el “Times” y en el “International Herald Tribune”, editado en París.
Al contrario de la incertidumbre de Donald Graham, que al vender el “Post” dijo que “el negocio de los diarios continúa abriendo temas para los cuales no tenemos respuestas”, el “Times” tiene una estrategia para el futuro: pretende consolidarse como un diario de alcance global y desarrollar la edición digital. “El ‘Times’ tiene las ideas y el dinero para apostar en la innovación”, según sus dirigentes, con varios proyectos en proceso de gestación. Una de las iniciativas es cambiar el nombre del diario “International Herald Tribune” por “International New York Times”, a partir de mediados de octubre, y desarrollar un nuevo sitio, para aumentar la audiencia en el exterior. En el área digital, está desarrollando nuevos productos de acceso pago; desde junio, por ejemplo, cobra el acceso a los usuarios desde aplicativos móviles que leen más de tres artículos diarios.
Pero el futuro del “Times” no está asegurado. Los ingresos por publicidad siguen cayendo y el aumento de las ventas por suscripción no compensa todavía esa baja. Lo que significa que el ingreso total de la empresa se reduce continuamente. Hasta ahora, ese declive se compensó con el recorte de gastos, pero, como dijo Donald Graham antes de vender el “Post”, existe un límite para los cortes en un diario de calidad. Además, el ritmo de crecimiento de las suscripciones digitales, aún alto, está disminuyendo. La empresa no tiene más activos para poner en venta.
Hasta ahora, los Ochs/Sulzberger fueron solidarios en el propósito de mantener al diario dentro de la familia, pero la suspensión del pago de dividendos, decidida en 2009 y renovada este año, podría incomodar a algunos herederos. De acuerdo a la estructura societaria, las acciones de la familia no pertenecen directamente a sus miembros. Se colocaron, hace varias décadas, en un “trust”, especie de fundación, con el objetivo de garantizar que el lucro no fuese el objetivo principal, sino prestar una especie de servicio público a la sociedad. Sería, por ejemplo, mucho más fácil aumentar rápidamente los lucros cortando una buena parte de los 1.100 empleados que trabajan en la redacción y las 25 sucursales en el exterior, pero conllevaría un sacrificio de calidad.
Las acciones del “trust” tienen derecho a votos muy superior al de los inversores comunes, lo que garantiza el control de la empresa. Las acciones especiales en poder del “trust” cayeron de 19% del total, en 2010, a 13% a comienzos de este año, un síntoma de que varios herederos prefirieron vender parte de las cuotas.
Es altamente improbable que el “Times” se venda en el corto o mediano plazo. Tiene una idea clara de cómo adaptarse a la revolución digital y algo de dinero para invertir. Tal vez podría salir de la bolsa, eliminando la obligación de divulgar los resultados trimestrales a los accionistas, que presionan siempre por lucros más altos. Pero si, en el largo plazo, los recursos fueran insuficientes, no faltarán candidatos para comprar o asociarse al diario más influyente del mundo.
EL CRONISTA